Un parlamentario sin casta

Miguel Polo Polo botó en varias bolsas obras que las Madres de Soacha llevaron al Congreso. Foto: Miguel Polo Polo

Cecilia Orozco Tascón

El domingo 13 de marzo de 2022 parecía ser día de buenos augurios para Colombia. En la noche de esa fecha de elección de senadores y representantes a la Cámara, para el periodo que concluye en 2026, empezó a conocerse la identidad de los candidatos que obtendrían curul. Los escrutinios eran satisfactorios para quienes aspirábamos a que el Congreso se transformara, al menos, de manera parcial. Con las horas, la esperanza creció y se confirmó: 49 % de los ganadores accedía, por primera vez, al Capitolio. La Cámara tendría la reconfortante cifra de 63 % de nuevos miembros y el Senado entraría en una fase diferente aunque minoritaria, con un 20 % de caras frescas. No obstante, estos dos años de ejercicio parlamentario se encargaron de bajarnos el ánimo y de acabar con la ilusión. El desempeño de una gran porción de los primíparos, sobre todo, los más jóvenes, ha sido decepcionante: les interesa figurar en redes y acumular seguidores voyeristas, más que el estudio serio de los proyectos de ley y los asuntos de la agenda. En cambio, cada día madrugan, sin falta, al gimnasio, con el propósito vital de marcar sus bíceps, exhibir vientre plano y mostrar colas y senos túrgidos. El físico perfecto es su obsesión, así como las vestimentas que los sexualicen siempre que sus votantes crean en su defensa de las causas de género. No hay que olvidar su sello inconfundible: gritos desenfrenados e insultos con gresca en las plenarias, escenario perfecto para que las cámaras los graben.

Vaya y busque un solo debate soportado en fuentes originales y en investigaciones documentadas que haya sido protagonizado por uno de los “renovadores”, como aquellos que realizaron, en su momento, los ex senadores Jorge Enrique Robledo, el propio Gustavo Petro o Iván Cepeda, no importa que uno estuviera de acuerdo con estos o no. Humberto de la Calle, Aída Avella, Clara López y unos pocos políticos más de los partidos tradicionales, pese a la dedicación que les ponen a sus tareas, se pierden en ese océano de superficialidad que domina el Capitolio, en tanto los contradictores del Gobierno se hunden en su mediocridad. Ese triste panorama no podía ser más propicio para la figuración de un sujeto de baja catadura moral que, en el summum de su ignorancia, revictimizó a las madres de los ‘falsos positivos’ –fenómeno ya calificado por los jueces, hace años, como crímenes de guerra– cuando profanó la memoria de otros jóvenes como él, nacidos en lugares como el que lo acogió a él, de familias como la de él, de gente como él: un ser sin casta que no ha respetado las raíces de la población afrodescendiente que lo llevó adonde está, puesto que prefirió servirle a la estirpe blanca, rica y hacendada del país.

Ese es el individuo que contaminó las simbólicas botas del recuerdo de los falsos positivos, tirándolas a la basura en medio de un performance que autograbó ufanándose de su torpeza. Es el mismo que concluyó su ataque gritando, en el hemiciclo, su “exigencia”: que le mostraran “la lista de los 6.402 nombres, número de cédula, circunstancias de ‘hechos’, modo y lugar de los decesos de los supuestos falsos positivos…” (ver). El sujeto no lee, claro. Por eso no sabe que existen estadísticas oficiales: en 2020, el gobierno Duque y la fiscalía de Barbosa –no propiamente comunistas ni guerrilleros– le entregaron a la Corte Penal Internacional (CPI) constancias “de 2.268 casos activos (sobre) 3.876 víctimas de falsos positivos… que involucran a miembros de 25 brigadas de 7 divisiones del Ejército”. Según el reporte Duque-Barbosa, 10.742 personas eran investigadas y, léase bien, 1.740 habían sido condenadas debido a que se les probó, más allá de cualquier duda, que perpetraron las ejecuciones extrajudiciales, es decir, que mataron a sangre fría (ver). Y más: en la página web de la JEP se encuentran, con un tris de búsqueda, los detalles “exigidos” por el exhibicionista y el texto del Auto 033 de 2021 en que se determina “el universo provisional” de 6.402 víctimas de falsas bajas en combate. La JEP también expidió otros seis autos en que les imputa esos crímenes de guerra a 106 máximos responsables militares de los cuales, el 87% ha aceptado su culpa (ver). Sin importar la enormidad de sus faltas delictivas, entiendo al personajillo de marras en su esencia: la lectura no rinde. Réditos, lo que se llama réditos, se consiguen con un cuerpo musculoso, joyas, vestidos caros, vehículos blindados, muchos escoltas y bulla mediática: la vida ideal de quienes carecen de casta.

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1 comentario

  1. Excelente revista. Estoy interesado en seguir vuestras publicaciones.
    La prensa no debería de dedicarle tanto interés a una persona que ha demostrado hasta la saciedad lo ruin en su manera de accionar y de hablar. Me refiero al Sr Polo Polo. Hay cosas más importantes que tratar. Gracias.

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