Por Carlos Alberto Ospina M.
El repulsivo personaje encarna el impudor de reírse de frente y de espaldas sin reparar acerca de la mala percepción por parte de la mayoría de compatriotas. Cree que posee la patente de corso y el bastón de mando para propinar golpes a diestra y siniestra, calumniar e injuriar sin que nadie indague lo que está oculto.
Tal vez, en el ámbito de su juez natural los asuntos marchen al ritmo paquidérmico que a él le conviene, así como procede la fiscal general de la nación, Luz Adriana Camargo Garzón, quien pasa de largo delante de las disposiciones legales y las funciones que juró defender. Si va a quebrantar leyes al menos debería cubrirse las rodilleras y remendar el bolsillo en el cual reposa su inscripción ideológica.
Al parecer, en la actual administración de la fiscal Camargo Garzón, los procesos relacionados con el entorno del exguerrillero presidente disfrutan del sueño de la liebre, a la par que la inacción es el procedimiento ordenado para contener el hedor dentro de la campaña presidencial y la reinante corrupción. ¿A quién favorece que nada de eso avance? La respuesta es obvia, “blanco es, gallina lo pone y frito se come”. La halitosis de Benedetti, el disimulo de Roy, el medio queso de Prada, el tráfico de influencias de Velasco, el secretismo de Sarabia, la válvula de escape de Olmedo, el pañal mojado de Pinilla, la flojera de Francia, el turbante de Piedad, el sombrío cartapacio de Cepeda, el ‘inmolado’ Juan Fernando, la dubitación de Name, las propuestas ladinas de Landinez, los soponcios de Bolívar y las escapadas subrepticias de Petro; entre una interminable lista de actos inmundos que ilustra los beneficiarios directos del despreciable pacto con miras a la destrucción del país.
El software Pegasus comprado por Estados Unidos es el caballito y el palito de untar que abre la fosa séptica del deslucido Gustavo Francisco que entra en cólera en razón a los gritos de “Fuera Petro” al comienzo del Giro de Rigo. Una vez más maltrata a sus contradictores con el epíteto de ‘asesinos’ por el hecho de desplegar la libertad de expresión y la insatisfacción con este gobierno fallido. ¡De lo que no me cabe duda!
Sabe a lugar común enrostrar que Rigoberto Urán se echó al hombro la bicicleta, mostró en público la camisa de la dignidad y pedaleó con esfuerzo cada logro personal. Mientras, Petro Urrego, operó las armas contra los paisanos y cató el olor a sangre de sus víctimas; participó en el asesinato de niños y varios delitos de lesa humanidad; hizo alarde del abuso sexual por parte de la organización terrorista y perfeccionó la fabricación de las cárceles del pueblo en donde defecaban encima de los secuestrados; aplaudió la toma y la destrucción del Palacio de Justicia 39 años atrás cuando el vigente ídolo Rigo no había nacido.
La condecoración a exmiembros del M-19 en la Casa Militar del Palacio de Nariño sitúa a estos terroristas y homicidas en idéntico nivel a las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional. ¿Habrase visto cínico mayor?
Este miserable tiene la desvergüenza de equipararse a la gente bienhechora en busca de lo que siempre ha carecido, de dignidad y honradez. ¿Con cuál argumento de autoridad moral el hostil sujeto cuestiona los gritos pacíficos de inconformidad plural? Para algunos las reiteradas salidas en falso corresponden a la táctica del caos y la destrucción. Para otros, el expartisano transpira amargura, ferocidad y anormalidad. Debajo de la sombrilla de cualquiera de los dos escenarios el derecho a la protesta debe avanzar hacia la construcción de un dique que inmovilice las atrocidades y las ocurrencias cotidianas de ese individuo que únicamente piensa en la venganza. Aunque intente encubrirla con sus habituales giros verborreicos es falso que busque la reconciliación y la manía ‘paz total’. ¿Cuáles organizaciones armadas controlan el territorio? Los hechos hablan ahora mismo.
Por su pasado y presente, Petro, no merece ni se ha ganado el respeto de la sociedad civil por lo que toca a deshonrar la nacionalidad colombiana. Es obligación responder a cada desafuero en compañía de las herramientas constitucionales, y ejercer la libertad de expresión y de elegir un mejor porvenir para todos. El exguerrillero no es la esperanza, tan solo ratifica que al mando del Estado anda un perfeccionado corrupto.
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