Por Óscar Domínguez Giraldo
Es serio y certero como una jaculatoria pero se tiene confianza para el humor sutil. A sus noventa y pico, monseñor Guillermo Melguizo Yepes, confiesa que apenas ahora se da cuenta “de que se está muriendo mucha gente que no había fallecido antes”. “Pronto se nos hizo tarde” pontifica desde el Everest de sus almanaques.
Fue ordenado sacerdote en su Santa Rosa de Osos natal por monseñor Miguel Ángel Builes quien olía un liberal y perdía la comunión.
Pero como Dios no se queda con nada, un presidente liberal, Ernesto Samper, dateado por su espíritu santo personal, lo nombró capellán de Palacio. ¿El poder para qué?
Muchos capellanes han pasado por esa chanfa sin romperse ni mancharse. No es el caso de Melguizo Yepes, quien madrugó a hacer el cursillo de bogoteño como estudiante de filosofías, teologías y derecho canónico de la Universidad Javeriana. Se diplomó en pedagogía eclesiástica en España. No es por alimentarle el ego pero se lució también como Secretario adjunto del CELAM. Era tan buena fuente que nunca daba chivas…
Paisano de Barba Jacob, Marco Tobón Mejía, Rogelio Echavarría, Bernardino Hoyos y Darío Jaramillo Agudelo, nos Melguizo ofició muchas misas de dos yemas y despachó rosarios parviados para que su jefe el presidente no fuera defenestrado.
Se declara “el pararrayos espiritual del presidente” cuya foto reemplazaba en la pared de su oficina el cuadro del Corazón de Jesús de su niñez.
Hace poco bautizó a Gregorio, primer nieto del exmandatario quien como abuelo no se cambia ni por Dios mano a mano. Hay más de 8.000 motivos para estar güetes ennieteciendo.
Enlace entre el poder político y el religioso, Melguizo sirvió de puente entre Samper y el cardenal Pedro Rubiano, arzobispo de Bogotá, quien inmortalizó la metáfora del elefante: no ver que entró plata del narcotráfico a la campaña liberal es como no ver un elefante en el jardín de la casa.
Melguizo tenía oficinas en Palacio y al lado del cardenal que le cascaba a Samper sin miseria. Curiosa forma de pecar y empatar la que patentó el prelado santarrosano.
Nacido en tierra fácil para producir curas, escritores, lácteos, chorizos y pandequesos, Nos Guillermo Arturo dio respuestas contundentes como una excomunión a estas pacíficas inquietudes:
- ¿A sus noventa y pico qué se dedica?
El trabajo en este momento es muy poco. Sobra tiempo, pero faltan temas y oportunidades.
- ¿Receta para su larga vida?
La receta para larga vida es triple: la Providencia, vivir con tranquilidad y dejar vivir.
- ¿Qué le han quitado y qué le han agregado los médicos?
Nada me han quitado y sólo me han ordenado vitaminas.
- ¿Lo bueno, lo malo y lo feo de la vejez?
Lo bueno de la vejez son los recuerdos; lo malo, tal vez, la soledad; lo feo, la cercanía de la muerte.