Por Ernesto Álvarez González*
La mesada de la pensión era depositada en la cuenta del banco X y de allí se descontaban directamente las obligaciones de créditos y otros gastos. El saldo a mi favor era bueno, pero a veces me veía a gatas para comprar algunas cosas.
Una tarde me dio por revisar en detalle los extractos del banco y encontré una serie de gastos innecesarios, otros cargos que yo no había autorizado y el cobro de cuotas de administración de «productos» que yo no le había solicitado a la entidad pero que «técnicamente» son aplicables, según explicación que dio un empleado cuando me acerqué a despejar mis dudas.
Los $300 mil que había dejado en la cuenta de ahorros como un capital que creciera a pesar de los bajos intereses que pagan las entidades financieras, desaparecieron con la «cuota de manejo».
Pero encontré otros cobros a cargo de mi pensión que resultaban abusivos: no solo estaba pagando unos seguros «voluntarios» de deudor por la cuenta bancaria, otro por un préstamos pequeño que terminé de pagar cumplidamente, sino que había otros que no había solicitado como los seguros de fraude sobre la cuenta bancaria, para tarjetas de crédito, debito y cuenta corriente. Y un seguro de vida.
También encontré el cobro mensual de una «cuota de manejo» por $48.250 de un Crédito Rotativo » disponible, que nunca usé.
Es decir a lo largo de, por lo menos últimos siete años, estuve pagando «servicios» que no había solicitado y que el banco amparaba bajo el paraguas de «seguros voluntarios» que cobraba a favor de su propia compañía de seguros.
Decidí cancelar la cuenta bancaria con todos sus productos y me encontré con otra sorpresa: pagué anticipadamente los «saldos» verificados y autorizados por el administrador de la sucursal para quedar yo en paz y a salvo con el banco.
Sin embargo, ese mismo pago más intereses causados a lo largo de ese mes y de los tres siguientes, los tuve que hacer hasta cuando el banco se dignó reconocer que mi deuda, mis tarjetas de crédito y el «crédito rotativo» que nunca usé se habían saldado, estaban canceladas y lo mismo hizo la mentadisima aseguradora de marras.
El efecto de la decisión fue volver a contar con la libertad de poder usar mi mesada pensiónale para todo lo que necesito y para muchas compras más, de contado y sin las angustias de una costosa financiación.
El banco ya no me chupa la sangre de la pensión, pero a todas estas,¿En dónde está la vigilancia de la Superintendencia Financiera?
De oficio y no por denuncia directa o pública los funcionarios de la Superintendencia deberían haber revisado los cobros o cargos que los bancos están haciendo sobre las cuentas de sus clientes dentro del «saludable» proceso de «bancarización» de los colombianos.