QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA
por Efraim Osorio López
Antes se admitía la locución conjuntiva ‘entre que más’, pero su cacofonía la hizo obsoleta.
La concurrencia de dos o tres ‘aes’ en algunas oraciones gramaticales no justifica la eliminación de la preposición ‘a’. Es muy frecuente este error en aquellas en las que intervienen alguna inflexiones del verbo ‘ir’, terminadas en ‘a’, como en las siguientes: ‘Cree él que va a perder el puesto’, y ‘dijo que iba a arreglar el conflicto’. Leí el siguiente titular de primera página de El Tiempo: “Uribe va comparecer cuando se le respete el debido proceso” (4/10/2024). “Uribe va a comparecer cuando…”, así, correctamente, porque la locución verbal es ‘ir a’, cuya estructura debe respetarse en todos los tiempos, modos y personas. Lo que se apreciará con más claridad si tomamos otras inflexiones del verbo ‘ir’, cuya terminación no es ‘a’: ‘voy a comparecer’ (no, ‘voy comparecer’), ‘iremos a comparecer’, ‘dijo que había ido a pagar una promesa’. Y esta norma no tiene excepciones. En el lenguaje hablado, cuando concurren las ‘aes’, debe seguirse esta norma con una brevísima pausa, casi imperceptible, porque no es lo mismo ‘voy a apagar un incendio’, que ‘voy a pagar un incendio’. ***
Y cuando no se requiere la preposición ‘a’, sí la incluyen, como en el siguiente titular de El Tiempo: “Policía rescató a perritos” (Bogotá metropolitana, 8/10/2024), que suena como si ‘Perritos’ fuera el alias de uno de los ‘gestores de paz’ de Guspéu. Y suena así, porque, en este caso, la preposición ‘a’ determina sin necesidad el complemento directo del verbo, ya que se trata de algo indeterminado, a saber, de una perra –la noticia dice ‘canino’– abandonada con sus cachorros. El titular, bien redactado, así: “Policía rescató perritos”, o “unos perritos”, pues este sustantivo es el complemento directo de un verbo transitivo, que no pide la preposición ‘a’ para su introducción. ***
La preposición ‘entre’ no hace las veces de adverbio. Por esto, está mal empleada en la locución ‘entre más’, ya que modifica un adverbio (‘más’), oficio exclusivo de los adverbios, como en la siguiente muestra: “Entre más plata le entró, más derrochona se volvió” (El Tiempo, Juan Lozano, 7/10/2024). En efecto, el oficio de las preposiciones es introducir los complementos directo (‘a’, sólo cuando se necesita para determinar o personificar), indirecto (generalmente, ‘a’) y los circunstanciales de tiempo, lugar y modo. En la frase citada, la preposición debió ser reemplazada por el adverbio ‘mientras’. Este error es viejo, como dicen por estos pueblos del Señor, ‘más viejo que el uso de andar a pie’, y es corriente en algunos países latinoamericanos. Pero debe evitarse en el lenguaje culto. Cuando, en lugar de ‘mientras’, se emplea ‘cuanto’, éste debe concordar en género y número con los sustantivos, por ejemplo, ‘cuanto más dinero, cuanta más plata, más avaro se vuelve el ser humano’; ‘cuántos más alumnos, cuantas más alumnas, más difícil la enseñanza’. Pero es invariable cuando se refiere a adjetivos, verbigracia, ‘cuanto más colorido, cuanto más colorida; cuanto más coloridos, cuanto más coloridas, más visibles’. Nota: antes se admitía la locución conjuntiva ‘entre que más’, pero su cacofonía la hizo obsoleta. ***
A mi corresponsal Razuvi lo incomoda la redacción defectuosa de algunas noticias de LA PATRIA, como ésta: «Cuenta con audios y las conversaciones donde amenaza a su nueva pareja, a la que hace como 3 meses le dio unbotellazo en una discoteca” (4/10/2024). Sí, muy pobre. Enmendada, así: “…y conversaciones en las que amenaza a su nueva pareja, a la que (…) le dio un botellazo cuando departían en una discoteca”. O lo que estuviesen haciendo.
DE MULETILLAS Y OTROS VICIOS
Por Gustavo Páez Escobar
Una de las acepciones de muletilla es: «Voz o frase que se repite mucho por hábito». Es un recurso legítimo del idioma, pero su abuso denota pobreza lingüística. Quienes incurren en ese vicio no se toman el trabajo de buscar la palabra o frase precisas, sino que se apoyan en expresiones trilladas, de relleno, a veces sin sentido, para salir del paso y seguir exponiendo las ideas.
La muletilla se ha vuelto un tic intelectual. Una de las palabras más deterioradas en este maltrato de la lengua es ‘digamos’. Alguien dice: «Estuve dedicado a estudiar el asunto agrario con absoluta reflexión y ‘digamos’ con sacrificio de otros problemas no menos importantes». Sobra el ‘digamos’. No será raro que esa persona repita varias veces el mismo término en corto espacio.
Otros términos manidos: ‘entonces’, ‘y luego’, ‘por supuesto’, ‘el tema’, ‘desde luego’, ‘súper’, ‘puntual’, ‘este’, ‘espectacular’, ‘increíble’. El periodista que transmite en vivo algún suceso informa que «en este momento…», y volverá a decir la misma expresión tres, cuatro, diez veces, como si el oyente no conociera ya el dato del tiempo. Lo mismo sucede con el «háblenos un poco sobre…» que se le formula al entrevistado. Esos comodines, fuera de empobrecer el idioma, causan desagrado. Un expresidente del país repite no pocas veces, en breves minutos, el adverbio ‘ciertamente’, y otro lo hace con el verbo ‘reitero’.
Esos adefesios se han extendido como una plaga: “«Recuérdeme su nombre», dice la recepcionista del hotel, cuando es la primera vez que nos vemos con ella; «regáleme la fecha de su nacimiento», o «regáleme el número de su cédula», como si datos tan privados se regalaran a cualquier persona. A la empleada de la droguería se le pregunta por la cuenta, y ella contesta mirando la registradora: «Esto costaría $15 800». O «Serían $15 800». Son, porque tales valores ya están causados.
En el campo de las abreviaciones, nuestro bello idioma ha perdido el poder de la precisión. Parece que se hablara en un trabalenguas: «porfa» (por favor); «deli» (delicioso); «peli» (película”); «celu» (celular); «compu» (computador); «boli» (bolígrafo); «diver» (divertido); «profe» (profesor); «vacas» (vacaciones); «info» (información); «bici» (bicicleta); «ka» (¿qué haces?); «finde» (fin de semana); «nospi» (nos pillamos: nos vemos luego); «Bibi» (Bibiana); «Rebe» (Rebeca); «Mari» (Mariana, o María Isabel, o Marisol, etcétera).
No he podido dar con el significado de los siguientes términos, y lo dejo para que el lector los traduzca: «sisas», «parce», «pirobo», «gonorrea». Hay que ponerle punto a este artículo (no puntos suspensivos, que es otro recurso gramatical del cual también se abusa) para afirmar que hemos llegado a un bajón del idioma que debería hacernos reflexionar. No se trata de una gazmoñería. No, por favor («porfa», según el lenguaje de moda). De lo que se trata es de reconquistar la categoría del bien decir.
El Espectador.
Eje 21 (Manizales).
La Crónica del Quindío.
Mirador del Suroeste, No. 51 (Medellín).
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Los comentaristas deportivos colombianos, muy dados a la imitación de giros, adjetivos, sustantivos, expresiones, exclamaciones y exageraciones lingüísticas de sus colegas argentinos, incorporaron en su lenguaje narrativo el termino «apercibido» para señalar que el arbitro amonesta con tarjeta amarilla a un. jugador, advertencia de que la repetición de su conducta antideportiva implicará su expulsión del partido.
Les parece «maravilloso e innovador» que provenga de un comentarista ítaloargentino.
Dicha expresión proviene del verbo transitivo apercibir: advertir, avisar, disponer, amonestar y «amonestado con tarjeta amarilla» era la explicación de los locutores deportivos, más dedicados a investigar el uso adecuado del idioma español como parte de su función educativa, transmitían antes a sus oyentes y televidentes.
NO ES LA UNICA «innovación» idiomática que hacen los locutores y comentaristas contagiados como espectadores de las transmisiones futboleras de sus colegas argentinos.