Por Mauricio Salgado Castilla
@salgadomg
Fabio era dueño de una tienda de fotografía en su ciudad. Durante décadas, su negocio fue próspero, con clientes que acudían regularmente para revelar rollos de película y comprar cámaras. Conocía a todos sus clientes por nombre y su tienda era un referente en la comunidad. Sin embargo, cuando la era digital comenzó a transformar la fotografía, Carlos decidió ignorar el cambio. “Mejor malo conocido que bueno por conocer”, solía decir. No creía necesario aprender sobre cámaras digitales o adaptarse a la fotografía digital. Pensaba que sus clientes siempre preferirían la calidad del revelado tradicional.
A medida que pasaron los años, los clientes de Carlos empezaron a desaparecer. Nuevas tiendas y servicios en línea ofrecían cámaras digitales y fotos instantáneas con una facilidad que él no podía igualar. Aunque veía cómo el mercado cambiaba, su temor a lo desconocido lo paraliza. Finalmente, las cuentas empezaron a acumularse y el negocio dejó de ser rentable. Con tristeza, Carlos cerró su tienda.
Al mirar atrás, comprendió que su falta de disposición para aprender nuevas tecnologías y adaptarse al cambio fue lo que selló su destino. Su negocio, que una vez había sido un pilar en la comunidad, se volvió obsoleto y desapareció.
El conocido dicho «mejor malo conocido que bueno por conocer» ha sido parte del imaginario colectivo durante siglos, reflejando una tendencia humana a resistirse al cambio. Las personas suelen aferrarse a lo familiar, incluso cuando lo que hacen o compran ya no es útil o rentable.
Esta mentalidad de comodidad y conformismo, sin embargo, puede ser una barrera significativa para el crecimiento personal y profesional, especialmente en un entorno de negocios donde la innovación y la adaptabilidad son esenciales para el éxito.
En el ámbito de los negocios, esta actitud de no querer cambiar, de mantener procesos o productos obsoletos, es una trampa peligrosa. Muchos empresarios, grandes y pequeños, por ejemplo, se aferran a métodos antiguos, ya sea por temor a lo desconocido o por la creencia de que el costo y el esfuerzo de aprender algo nuevo no valen la pena.
Lo que no suelen considerar es que, aunque a corto plazo puede parecer más cómodo continuar con el statu quo, en el mediano y largo plazo las consecuencias pueden ser catastróficas. Competidores más ágiles, que adoptan nuevas tecnologías o formas de operar, pueden adelantarse y dejar a los negocios que no se adapten completamente fuera del mercado.
En lugar de ver el cambio como una amenaza, se debe abordar como una oportunidad para mejorar. La idea de que aprender nuevos conocimientos o adoptar métodos más eficientes es una pérdida de tiempo o recursos es un concepto erróneo.
Hoy en día, el acceso a la información es más amplio que nunca y las oportunidades de adquirir nuevas habilidades están a un clic de distancia. Implementar cambios no solo puede aumentar la rentabilidad, sino también optimizar los recursos, reducir costos y crear una ventaja competitiva, alejándose de los competidores, sobre todo en momentos donde la economía se restringe como lo que está sucediendo ahora. Además, aquellos que se atreven a explorar nuevas formas de hacer las cosas, a menudo descubren soluciones más creativas y efectivas que no habrían imaginado si se hubieran mantenido en lo conocido.
El aprendizaje continuo es clave para mantenerse relevante en un mundo empresarial que avanza rápidamente. Cambiar implica a menudo un esfuerzo inicial de capacitación, adaptación o inversión, pero los beneficios superan con creces estos costos iniciales.
Empresas sin importar el tamaño, que no evolucionan corren el riesgo de quedarse atrás. Un ejemplo claro es el de la industria tecnológica: aquellas empresas que no adoptaron el modelo de comercio electrónico cuando comenzó la transformación digital, se enfrentaron a pérdidas significativas. Lo mismo ocurre en los servicios ya sea un lavadero o un Detailer, donde el uso de procesos y productos conocidos, pero de tecnologías antiguas puede llevar a los negocios a una guerra de precios hasta que ya no vale la pena seguir como está pasando ahora.
Esto también es válido en los colegios donde ya se han cerrado 800, si no se evoluciona se desaparece así llevan 100 años de historia.
Otro aspecto importante es el miedo al fracaso. Muchas veces, el miedo a lo desconocido proviene de la posibilidad de que el cambio no funcione como se espera. Sin embargo, fallar es parte del proceso de crecimiento. En lugar de evitarlo, los negocios y las personas deberían abrazar la posibilidad de aprender de sus errores. Probar algo nuevo y fallar no significa el fin, sino una oportunidad para ajustar y mejorar, lo cual es una parte fundamental de la innovación.
En resumen, el cambio es inevitable y necesario para progresar. Mantenerse aferrado a lo obsoleto puede sentirse seguro, pero a la larga es una estrategia perdedora. La capacidad de adaptarse, aprender nuevas habilidades y probar nuevos métodos es lo que separa a los negocios exitosos de aquellos que se quedan atrás. En lugar de temer lo desconocido, deberíamos abrazarlo, reconociendo que lo “bueno por conocer” puede ser el catalizador que impulse nuestro crecimiento y éxito futuros.