Por Carlos Alberto Ospina M.
Hay una diferencia radical entre cambiar de opinión sobre un asunto intrascendente y volverse una veleta que se acomoda conforme a las corrientes favorables o el temor a un ciclón arrasador.
En una sociedad funcional que se excusa bajo la sombrilla de la practicidad y el máximo logro a base del imperceptible esfuerzo, surgen algunos individuos que son capaces de vender su alma al diablo para triunfar y acomodar la decadencia de los fundamentos morales a la supuesta dinámica del pensamiento cambiante, lo que representa la falta de carácter y personalidad de unos.
La expresión “cuanto menos bulto, más claridad” ha pasado a constituirse en una especie de proverbio en el ámbito afectivo, social, económico, cultural y en particular, político. Inseparables tendencias ideológicas disfrutan de la desmemoria y la despreciable excusa que ellos “no dijeron eso, fuimos malinterpretados, etc.” En suma, un sartal de justificaciones inverosímiles.
La polarización y la información inmediata intentan posicionar la noción simplista que la flexibilidad mental hace parte de una maniobra para adaptarse a las circunstancias de acuerdo con la aceptación o el rechazo popular. En este marco, existe una línea fina dentro de la evolución natural de una idea y el oportunismo camaleónico que se mueve siguiendo los vientos del entorno. Esta práctica pone en tela de juicio el valor de la integridad y la autenticad del relator.
Para el caso del periodismo empírico y titulado, otrora tenía que escarbar los laberintos de la memoria, desempolvar el cajón de los olvidos, remover las denominadas ‘memofichas’, ir a las bibliotecas públicas, buscar testimonios de académicos, pedir autorización para seguir la pista en los abultados archivos de la prensa y demás actividades relacionadas con la investigación rigurosa y veraz. Si bien, esa labor demandaba enormes esfuerzos y persistencia, el resultado final era irrebatible para el eventual involucrado. Hoy en día sigue vigente ese método de indagación.
En defensa del interés general y la función social de los medios de comunicación; las nuevas tecnologías, las redes y la inteligencia artificial llegaron para dejar en evidencia las distintas contradicciones o cínicas reculadas de varios políticos que niegan desde la existencia del desabrido árbol genealógico hasta el aporte seminal para engendrar un hijo bastardo y corrupto.
‘Explicación no pedida, culpa manifiesta’. Cuando alguien declara de manera falsa e intenta posicionar una narrativa de significados ambiguos, parte de menospreciar la capacidad de discernimiento e intelecto del otro. Esta actitud es tan arrogante como frágil y perecedera. Nadie con una pizca de sentido común favorece semejante modo disimulado de esclavitud y burla a la libertad de discernimiento.
Pasar de un extremo a otro por miedo al clima social, las represalias organizadas o los indicadores desaprobación pública demuestran que el manual para permanecer en el poder carece del capítulo central de los principios y la coherencia filosófica. Sin escrúpulos, en aras de la ‘estabilidad’ todas las formas de lucha son válidas, incluso negar las afirmaciones del pasado y las pruebas documentales. La amnesia selectiva es una táctica habitual.Distintos personajes imitan el firme convencimiento al estilo de encantador de serpientes, igual de despreciables a la misma ponzoña.
Fingir un proceso de introspección, aprendizaje y reflexión dista muchísimo del conocimiento de nuevas respuestas; es decir, del crecimiento propio. En función del interés inmediato ciertos actores inventan cualquier cosa para lograr algún beneficio. Para la muestra el botón de la actual esfera pública que implementa el cálculo egoísta, olvidando las promesas y los juramentos anteriores en clara demostración de la ausencia de principios éticos. Así que la autenticidad es un simple accesorio de temporada sin marco sólido de deducción. Quienespermanecen firmes en sus convicciones, aun nadando contra la corriente, son los que merecen ser escuchados.