Por Gabriel Ortiz
Nadie esperó que un domingo, día de descanso, de tranquilidad y recreo, se diera a millones de colombianos semejante reprimenda, tergiversación de la historia e incitación al odio. Mientras se esperaba recreación, información y placidez a través de todos los medios de comunicación, ingresó a ellos un gruñido palaciego, que nunca habían recibido ni merecido por los habitantes de este país, que ya no aguanta más “petradas” de un jefe de Estado y sus adláteres.
El poseedor de gran poder se alborotó frente a las cámaras para lanzar interminables agravios y falsedades. Desde el profundo y abandonado Chocó, desfiguró nuestra historia. Para él, todos nuestros libertadores actuaron mal, se vendieron y se amangualaron con los poderosos de cada época. Nuestros héroes no significaron nada. A Bolívar el venezolano, que nos dio la libertad -no el de ahora que maneja millonadas del gobierno- solo actuó con destrezas ocasionales.
Todos los colombianos, desde la independencia hemos sido esclavos de los poderosos y lo más injurioso se lo endilgó a los habitantes de esa región y a los negros, cuando les quiso coartar su libertad de pensamiento. Criticó a quienes siendo negros puedan ser conservadores.
Las mujeres sin distingo, recibieron toda suerte de injurias, aunque quiso labrar en mármol los nombramientos que él ha hecho. Todas las demás carecen de las virtudes, pensamientos y actuaciones. Sacó quiebres de voz y casi lágrimas, cuando relató el éxodo de su hija Antonela, quien según dijo, tuvo que abandonar el país ante las amenazas que había recibido. Es censurable que opositores puedan actuar así frente a una niña.
Esa manera de enfrentar a nuestras mujeres, la promulgó el presidente, cuando se refirió a nuestras periodistas. Muchas de ellas también están exiliadas, escondidas y varias han sido asesinadas, por haber tenido el valor de enfrentar, criticar, investigar y denunciar actuaciones y maneras de actuar de los gobiernos, y especialmente del actual que recibir el tratamiento del papelillo que no resiste una gota de agua.
Nuestras mujeres que ejercen el periodismo en Colombia, no pueden recibir la injuria y el odio de un Petro que las denomina “muñecas de la mafia”. Quienes hemos dirigido medios de comunicación, enjuiciamos semejante difamación. Son unas profesionales ejemplares que merecen todos los galardones. La Directora de El Colombiano, lo desenmascaró, cuando le recordó que fue movimiento su M19, el “muñeco de la mafia” que actuó bajo los auspicios de Pablo Escobar.
Colombia entera ve en ellas a unas verdaderas defensoras de la democracia, la rectitud y la verdad de una sociedad, que sufre ahora con plenitud, corrupción e inseguridad.
Tras escuchar la perorata del domingo, se observa claramente el odio que este presidente tiene con la Colombia que lo eligió e invita a una actitud de todos los suyos contra más de un 66% de la población que lo rechaza. Y de paso reclama la reelección o extensión de su “cambio”. Necesitamos una patria en paz, no en la “total” que dibujó en su discurso de posesión y que alteró el domingo. Colombia requiere una democracia, una justicia, una pulcritud de gobernanza, que elimine la corrupción que hoy nos lleva a platones, estallidos sociales, para saborear la democracia, la riqueza, el progreso y la felicidad.
NEGRO: Hemos regresado a la virtualidad de la época de pandemia, por el estallido social que hoy marcha sobre las ruedas del paro camionero.
NEGRO: Paz en la tumba del irrepetible locutor y comunicador Jimmy García. Nuestra solidaridad.