Por Eduardo Frontado Sánchez
Como seres humanos, debemos reconocer que nuestra labor en esta tierra es, sin duda alguna, ser agentes de cambio en todos los sentidos. Por ello, debemos entender que, aunque muchas veces no nos guste o estemos en desacuerdo, la política es lo que mueve al mundo.
Siempre he pensado que los cambios profundos comienzan a través de la educación y que la única manera de reconciliar y reconstruir un país es mediante el involucramiento activo de los ciudadanos en su transformación. Como ciudadanos, tenemos el compromiso de hacer de nuestro país la mejor versión posible, ya que en él siempre habrá un pedazo de nosotros mismos.
En los tiempos actuales, observo con preocupación cómo Colombia avanza a pasos agigantados hacia una situación de destrucción muy frustrante. Como venezolanos, llevamos 25 años viviendo una situación similar, y no puedo evitar ver paralelismos entre ambos países.
Este 28 de julio, Venezuela se enfrenta a la posibilidad de un cambio que podría alterar por completo el destino de un país que ha sido vapuleado y ultrajado durante más de 25 años. Esta oportunidad se presenta con una propuesta coherente y empática, liderada por una mujer preparada que cree en el mérito y en el trabajo en equipo. Como ciudadano, el mayor consejo que puedo dar para evitar que Colombia llegue a circunstancias similares a las de Venezuela es: haz todo lo que este a tu alcance para defender tus libertades. Nunca creas que por estar en otro país estás a salvo; el socialismo es una máquina muy bien armada que puede atraparte sin darte cuenta.
Tengo la esperanza de que tanto los venezolanos como los colombianos podamos darnos cuenta de nuestros errores políticos y reconducir el destino de nuestros países. Debemos aspirar a una sociedad donde la productividad y la inclusión sean las banderas más importantes, y evitar llegar a niveles de destrucción en los que nos veamos envueltos.
En cuanto a María Corina Machado, considero que es la única persona que puede derrotar al régimen venezolano, y no necesariamente con violencia. Las verdaderas derrotas no se logran a través de la violencia, sino con inteligencia y educación, que es lo que más le duele al adversario. En el caso particular de Colombia y Venezuela, esto es precisamente lo que nos falta.
Como ciudadanos, nuestro deber desde nuestra trinchera es alzar nuestra voz de protesta para evitar atropellos y destrucciones. Debemos ser capaces, como humanidad, de reconciliarnos, de entender lo que significa vivir en un mundo sin violencia, sin destrucción, sin descalificaciones, y con la posibilidad de ser tan libres como nuestros sueños nos lo permitan.
La libertad es un tesoro que debemos cuidar como a nosotros mismos. La expresión de nuestras ideas forja nuestra personalidad, lo que somos en esencia y lo que podemos contribuir para lograr un país cada vez mejor. No podemos perder la capacidad de pensar ni la libertad de expresar nuestras ideas, porque eso se llama debatir. Hagámoslo de manera sana y correcta, sin ofender al otro.
Recordemos que siempre existirán diferencias de criterio, de pensamiento y quizás de forma de actuar. Pero no debemos dejarnos llevar por la rabia ni por la frustración. En lugar de eso, debatamos con inteligencia. Mientras más atropellos enfrentemos, más debemos desarrollar nuestra capacidad de resiliencia, enfocándonos en lo bueno y en lo que podemos aportar a nuestro entorno y a nuestro país.
En conclusión, la política es una parte fundamental de nuestras vidas y, como ciudadanos, tenemos el deber de involucrarnos activamente en ella. Solo así podremos transformar nuestros países y construir una sociedad más justa, productiva e inclusiva.