Gustavo Petro no se la lleva bien con buena parte del periodismo nacional. El presidente ha acusado a los medios de comunicación de sacarlo de contexto, contar verdades a medias y favorecer a los grandes poderes económicos. Los periodistas, que son quienes sufren las consecuencias de estos señalamientos, han alzado su voz de queja en reiteradas ocasiones y le solicitan al mandatario que no los convierta en sus enemigos. Hay, en medio de ambas versiones, un debate interesante sobre los límites de la libertad de expresión y su posible choque con otros derechos, como la intimidad o el buen nombre.
EL PAÍS conversó sobre el tema con la abogada colombiana Catalina Botero, exdecana de la Facultad de Derecho de la Universidad de los Andes y antigua titular de la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derecho Humanos (CIDH). Desde Madrid, conectada desde una plataforma digital, Botero explicó las razones por las que considera que el presidente Petro está equivocado en su aproximación a los medios y lo invitó a reflexionar.
Pregunta. ¿Es hostil la actitud del presidente Gustavo Petro hacia la prensa?
Respuesta. Creo que el presidente está teniendo una actitud hostil hacia toda la prensa, en general, y hacia las organizaciones no gubernamentales que defienden el derecho a la libertad de expresión.
P. Él dice que está defendiendo su buen nombre, que no es hostilidad.
R. El poder en un régimen no democrático no rinde cuentas, no es transparente y silencia a los críticos. En una democracia pasa lo contrario: quien ejerce el poder tiene una obligación especial de rendir cuentas, ser transparente y soportar un escrutinio más estricto. Entonces, para el caso concreto, está claro que el presidente tiene derecho a defender su buen nombre. No obstante, debido a las funciones públicas que administra, tiene la obligación de soportar el escrutinio. Esa obligación supone, entre otras cosas, que no puede ejercer su poder para estigmatizar a críticos y defensores de derechos humanos, ni para adjudicar a periodistas conductas ilícitas o utilizar adjetivos que los desacrediten.
P. ¿Cómo sería esa defensa ideal de su derecho al buen nombre?
R. Con argumentos sensatos, ponderados y razonables. Respondiendo a las preguntas, pero no estigmatizando ni insultando. Hay presidentes que les parece sencillo calificar a sus críticos como delincuentes, corruptos, terroristas o golpistas. Eso no lo pueden hacer, va en contra de los estándares internacionales que obligan a los funcionarios públicos a soportar un mayor escrutinio. A mi juicio, el presidente está utilizando de manera equivocada adjetivos completamente desproporcionados para desacreditar a todo el que ejerce una función crítica respecto de su Gobierno. Creo que debería corregir esa conducta.
P. Este miércoles, a través de su cuenta de X, el presidente Petropublicó un video de su homólogo mexicano, Andrés Manuel López Obrador, acusando a los periodistas de estar del lado de los poderosos dueños de los medios y darle la espalda a la gente. ¿A eso se refiere con una conducta que estigmatiza?
R. Exactamente. López Obrador utiliza su poder, que es inmenso, para desacreditar a cualquier persona que lo cuestione o realice investigaciones de corrupción en su administración. Es particularmente grave porque México es, después de Palestina y Ucrania, el país más peligroso para ejercer el periodismo, entre los que todavía viven en democracia. Que un presidente señale a todos los periodistas que lo critican como corruptos, que los estigmatice, y no responda a las investigaciones de prensa, pues es gravísimo.
P. En días recientes, circuló a través de redes sociales un video en el que se ve al presidente paseando por las calles de Ciudad de Panamá en compañía de una mujer. Se abrió un debate sobre la pertinencia de esa grabación. Unos decían que era relevante y otros lo circunscribían a la esfera íntima del mandatario. Un medio de comunicación, incluso, lo sometió a un proceso de fact-checking. En medio del ambiente difícil entre los medios y Petro, ¿existe una praxis o balance para abordar situaciones como esta?
R. Le quiero decir dos cosas. La primera es que el periodismo no puede dejar de ser periodismo porque está en circunstancias difíciles. De hecho, actualmente hay periodismo extraordinario en El Salvador, un país cuyo presidente tiene los mismos hábitos que el presidente López Obrador. Los periodistas han tenido que irse, trabajar desde otros países y utilizar medidas de protección, pero siguen en su labor porque es urgente y necesaria.
P. ¿Y la segunda?
R. Personalmente soy defensora de la privacidad, incluso de los funcionarios públicos cuando no necesariamente tiene un impacto en el ejercicio de su poder. Sin embargo, la Corte Interamericana de Derechos Humanos y la Corte Europea de Derechos Humanos han sostenido que los medios de comunicación tienen derecho a reportar este tipo de información, la información sobre la vida privada (relaciones amorosas, hijos extramatrimoniales y estado de salud, entre otros aspectos) de los presidentes. Luego ya le corresponde a los medios y sus audiencias definir qué tanto quieren meterse en ese tipo de temas.
P. ¿Hay precedentes concretos que involucren presidentes?
R. Sí. Uno de los más conocidos es el de François Mitterrand, luego de que se abriera un pleito sobre la publicación de informes acerca de su enfermedad. El otro giró alrededor de reportes de prensa sobre una presunta relación extramarital que había sostenido Carlos Menem. En ambos casos, los tribunales determinaron que ese tipo de información está protegida por la libertad de expresión. Es jurisprudencia consistente.
P. Más de 100 periodistas colombianos firmaron una carta dirigida al presidente en la que aseguran estar recibiendo “olas de insultos e intimidaciones” cada vez que él los señala públicamente.
R. Sí, claro, es que eso genera autocensura y otros efectos adversos. A los periodistas los sacan de su trabajo, les quitan la publicidad, les da miedo, les hacen atentados y los insultan en la calle. Esto sucede, especialmente, cuando se trata de presidentes enormemente poderosos. Al discurso del presidente le sigue el ataque digital. Eso es todo lo contrario a lo que debe pasar en una democracia, en donde los funcionarios deben incentivar la crítica al poder. Las circunstancias actuales pueden hacer que esto suene exótico, pero es ideal que los funcionarios incentiven su propia crítica.
P. Aún así, a pesar de la actitud equivocada que ha tenido el presidente, ¿la prensa no debería darse un espacio para la autocrítica?
R. Antes que nada, uno no puede hablar de “la prensa”, a modo de generalización, como tampoco se puede hacer con los médicos, abogados u otras profesiones. Uno de los problemas del discurso del presidente es que mete a todos en el mismo paquete. Es fundamental, en todo caso, que el periodismo haga una reflexión y adopte principios éticos para su ejercicio. Cuando usted termine esta entrevista, va a tener que someterla a la revisión de un editor, quien la va a corregir. Entre más controles internos existan para que el contenido periodístico se corresponda con la realidad, sin especulaciones, pues es mejor periodismo. Esa es la diferencia entre el buen y mal periodismo.
P. ¿Cómo se puede suscitar esa reflexión?
R. Creo que hay algunas personas que hacen muy mal periodismo, así como también hay malos abogados o taxistas. Sobre lo que hacen esas personas, creo que debería darse un debate social. Es la sociedad, no es el presidente ni el Gobierno, la llamada a decidir quién hace buen o mal periodismo. El periodismo es especialmente útil en momentos como el actual, cuando es el único que puede enfrentarse a las avalanchas de desinformación que circulan en internet y redes sociales.
P. ¿Ve posible reconstruir una relación sana entre el presidente Petro y el periodismo?
R. Es cierto que los medios deben reflexionar. En Colombia hay periodismo muy bueno y muy malo. Como audiencias tenemos que reforzar nuestro sentido crítico. Todo eso es verdad. Ahora, el presidente está sometido a un mayor escrutinio y tiene que saber cómo manejarse, tener contención, y no puede utilizar su poder y discurso para estigmatizar a toda una profesión. Yo le pido al presidente que piense cómo quiere pasar a la historia.
P. ¿A qué se refiere?
R. No creo que esto sea casual ni espontáneo en los presidentes Milei, Bukele y Petro. Creo que es una manera de acorralar a los críticos. Por eso digo que el presidente Petro tiene que pensar cómo quiere ser recordado. Está a tiempo de corregir el rumbo. Puede ser recordado como uno que tuvo actuaciones antidemocráticas, al no proteger un ambiente en el que se permitiera la crítica y aumentar el nivel de hostilidad para tratar de rivalizar con los periodistas. O, simplemente, puede sentarse de forma amistosa con la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), que muchas veces defendió a funcionarios de su Gobierno cuando sufrieron persecución de otras administraciones, y pasar a la historia como Lula, que nunca estigmatizó a periodistas ni defensores de derechos humanos.