Hace casi un año se aprobó un fármaco para frenar el alzhéimer. ¿Ha funcionado?

Ilustración Dado Shin

Por Dana G. Smith

En los últimos tres años, un nuevo tipo de fármaco contra el alzhéimer, el primero que trata una de las causas fundamentales de la enfermedad, ha desencadenado una montaña rusa de esperanzas y decepciones. Pero aunque los llamados anticuerpos antiamiloides tuvieron un comienzo difícil, muchos pacientes y sus médicos se sienten más optimistas ahora que por fin se está generalizando el uso de uno de estos medicamentos.

Lecanemab (cuyo nombre de marca es Leqembi) fue aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) en julio de 2023 y en este momento es el único de su clase disponible para los pacientes con alzhéimer, fuera de los ensayos clínicos. Se demostró que el fármaco retrasa el avance de la enfermedad, pero sus beneficios son bastante modestos. Además, es una terapia pesada y tiene un alto riesgo de efectos secundarios problemáticos.

Transcurrido casi un año desde la aprobación del lecanemab (y con un fármaco similar, el donanemab, cuya aprobación fue recomendada por un comité asesor de la FDA en una reunión celebrada el lunes), The New York Times consultó a expertos de tres importantes centros médicos respecto a quienes lo están utilizando y cómo están respondiendo.

Existen requisitos estrictos para que los pacientes puedan recibir lecanemab; según una estimación, menos del 20 por ciento cumplió los requisitos para que se le recetara el medicamento. Los neurólogos de la Clínica Mayo, el Hospital General de Massachusetts y la Universidad de California en San Francisco describieron un proceso de revisión similar a la hora de decidir qué pacientes son buenos candidatos.

Primero, el paciente debe tener un diagnóstico de deterioro cognitivo leve o demencia leve, las dos primeras fases de la enfermedad de alzhéimer. Segundo, dado que lo que hace el lecanemab es eliminar las placas amiloides que caracterizan la enfermedad, los pacientes deben someterse a una tomografía por emisión de positrones (PET por su sigla en inglés) o a una punción lumbar para asegurarse de la presencia real de placas en el cerebro. Tercero, el paciente necesita una resonancia magnética para detectar signos de otras enfermedades cerebrales.

“Queremos asegurarnos de que sus problemas cognitivos no tengan otra explicación”, comentó Ronald Petersen, director del Centro de Investigación de la Enfermedad de Alzhéimer de la Clínica Mayo.

Los hospitales también requieren pruebas genéticas de la variante del gen APOE4, porque tener dos copias de esta variante aumenta de manera considerable el riesgo de efectos secundarios graves, sobre todo inflamación y hemorragias cerebrales. Algunos centros médicos excluyen de inmediato a los pacientes con dos copias del gen; otros lo permiten, pero informan al paciente de los mayores riesgos. Otra razón para no administrar el fármaco es que el paciente esté tomando un anticoagulante, que también aumenta el riesgo de hemorragias cerebrales graves.

Incluso si un paciente cumple todos estos criterios, es posible que los médicos no le receten lecanemab. La persona puede tener otros problemas de salud o vivir lejos de un hospital que cuente con el equipo para realizar una resonancia magnética, necesaria para evaluar a los pacientes si de repente empiezan a experimentar efectos secundarios graves.

En todos los casos, un panel de neurólogos, radiólogos, psiquiatras, geriatras y otros expertos vota para considerar si el paciente reúne los requisitos.

“Se trata de un abordaje multidisciplinario”, comentó Gil Rabinovici, profesor de neurología de la Universidad de California en San Francisco, (UCSF, por su sigla en inglés). “Pensamos de manera muy detenida en cada paciente y tomamos decisiones idealmente por consenso para determinar quién es elegible”. Como la UCSF comenzó a administrar lecanemab el otoño pasado, el hospital ya ha tratado a algunas decenas de pacientes, de los cuales casi el 60 por ciento de los que cumplieron los criterios de evaluación recibieron la aprobación del panel.

Los pacientes elegibles y sus familias también tienen que sopesar muchas cosas.

A nivel práctico, el lecanemab puede consumir tiempo y una buena cantidad de dinero. Los pacientes deben recibir infusiones cada dos semanas y someterse a resonancias magnéticas periódicas para controlar los efectos secundarios. Y aunque Medicare cubre el 80 por ciento del costo del fármaco, el tratamiento y las numerosas visitas al médico que requiere pueden suponer un desembolso de hasta 6600 dólares anuales, según los cálculos.

“Viajar y tomarse un día libre cada dos semanas es mucho para los pacientes y sus familiares”, afirmó Liliana Ramírez Gómez, directora clínica de la División de Trastornos de la Memoria del Hospital General de Massachusetts.

También hay que tener en cuenta los riesgos. La principal preocupación con el lecanemab es una afección conocida como ARIA, por las sigla en inglés de anomalías de imagen relacionadas con el amiloide, que puede causar inflamación o hemorragia cerebral. Durante un ensayo clínico, estos efectos secundarios se produjeron entre el 5 y el 39 por ciento de los pacientes, dependiendo del estado APOE4 de la persona, aunque a menudo no presentaba síntomas. De los más de 1600 pacientes que recibieron una dosis de lecanemab, se cree que cuatro fallecimientos estuvieron relacionados con el medicamento.

En los tres centros médicos se han presentado casos de ARIA, pero hasta ahora, ninguno ha sido grave. “No creo que la manifestación de los efectos secundarios haya sido tan preocupante como algunos podrían haber previsto”, comentó Petersen.

Aunado a estos riesgos y cargas, en promedio, el posible beneficio de tomar lecanemab es el 27 por ciento de ralentización de la enfermedad. El medicamento no mejora la memoria de los pacientes, pero retrasa el avance de la enfermedad alrededor de cinco meses.

Ayuda a los pacientes a permanecer “en su etapa temprana actual durante más tiempo”, comentó Rabinovici. “Se retrasa el tiempo en que necesitan ayuda con actividades básicas de la vida diaria”.

La mayoría de los pacientes de Rabinovici que toman lecanemab apenas llevan unos meses utilizando el medicamento, por lo que dijo que aún están “en espera de ver qué pasa” para evaluar los beneficios.

A pesar de sus preocupaciones, los expertos dicen que muchos de sus pacientes, y sus médicos, ven con entusiasmo este medicamento.

“La enfermedad de alzhéimer es un trastorno devastador para los pacientes y sus familias, por lo que la gente está muy entusiasmada y deseosa de recibir este tratamiento”, dijo Ramirez Gomez. “Por el lado físico, me parece que también hay un sentimiento de optimismo, hasta cierto punto”.

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