Ana Bejarano Ricaurte
Emiliana Castrillón Jaramillo nació con genitales masculinos. La composición celular de su cuerpo está determinada por un cromosoma X y uno Y. Ella se sintió mujer desde que era infante. Solo hasta 2013, cuando tenía 16 años, le fue posible iniciar el proceso de transformación hacia el género con el cual se identifica. Fue más tarde de lo que hubiese querido por cuenta de lo que relata como “circunstancias no amigables en su entorno familiar y social”.
En 2015, modificó su cédula e inició terapia de reemplazo hormonal y además empezó a participar en competencias municipales, regionales, departamentales y relámpagos organizadas por la Liga Antioqueña de Voleibol. En 2018, el Instituto Departamental de Deportes de Antioquia implementó nuevos requisitos para la participación de mujeres trans en las competencias, como el examen de testosterona.
Emiliana cumplió con esas exigencias, pues para ese entonces el uso de antiandrógenos ya le había permitido tener la misma carga hormonal que las otras mujeres. Este año, y tras haber participado en cuatro contiendas, la Liga Antioqueña de Voleibol le comunicó al Politécnico Jaime Isaza Cadavid, entidad educativa de Emiliana, que no sería posible su participación en futuros partidos puesto que debe cumplir con la imposible condición de “haber nacido mujer”.
Para la jugadora la decisión fue devastadora pues dice que “el deporte es su vida”. Por eso emprendió una acción de tutela que fue repartida al Juzgado Primero Promiscuo Municipal de Amagá.
La decisión del 24 de mayo es estelar y recoge toda la jurisprudencia nacional e internacional que fundamenta el derecho a la identidad de género. Reconoce que Emiliana ha cumplido con la regla de las mediciones de testosterona, la cual ha sido recogida por instituciones como el Comité Olímpico para la inclusión de mujeres trans en las competencias femeninas. La sentencia advierte sobre la importancia de proteger el derecho de todas las mujeres a participar en competencias equilibradas y señala que la exigencia de nacer como tal no es una manera de garantizarlo.
Es cierto que existen preguntas válidas sobre la inclusión de personas trans en competencias deportivas. También lo es que se pueden resolver sin acudir a la estigmatización.
En ocasiones los deportes sirven de excusa para evitar empatizar y entender la dimensión real de la existencia trans. Nadie elige ser trans, no es un capricho y mucho menos un impulso fabricado para hacerse al podio en torneos deportivos. Además, en los casos excepcionales en que ello ocurra existen salvaguardas para evitar y sancionar a los estafadores.
Las vidas de estas personas siguen siendo caminos dolorosos, llenos de las más fuertes y persistentes formas de discriminación. Contra esta población se registran altos índices de violencia; de hecho, en Colombia tenemos uno de los peores de la región. Con pocas excepciones, sus historias siguen recluidas a la periferia social y por eso es tan importante buscar formas de incluirlas, no razones para cerrar más puertas.
Para abrir espacios es necesario refutar los argumentos discriminatorios con argumentos y hechos. Demostrar que las teorías sobre el borrado de las mujeres son una obsesión paranoide que no guarda ningún asidero estadístico, aunque presente formulaciones teóricas seductoras. Los ataques a la supuesta “ideología de género” son peligrosos para las personas trans, pero también para todas las mujeres (trans o no). No es casualidad que esa sea una estrategia ideada y promovida por el Vaticano. Por eso el debate, aunque extenuante y doloroso, aún es necesario.
Conocer a las personas trans que son deportistas de élite, aproximarse a sus perspectivas de vida y entender sus motivaciones puede contribuir a poner la discusión en un lugar más sano y útil. Como la valiente Emiliana que explica cándidamente que muchas “nenas nacidas mujeres” la han “dejado sentada”, porque la excelencia en su deporte depende de la disciplina con la que se asuma el entrenamiento y la sinergia que exista con el resto del equipo, no de los genitales con los que nació.
La sentencia que consiguió Emiliana ordena que la liga departamental proteja su derecho a competir, porque cumple con los requisitos para ello, y que además establezca unos “criterios de distinción constitucionalmente válidos”. Y qué alegría constatar que en este mundo lleno de injusticias aún hay jueces en Berlín, pero también en Amagá.