Por Gabriel Ortíz
Los vericuetos y los enredos en los que ha entrado Colombia, pueden llevarnos a un cataclismo, cuyas consecuencias son impredecibles, como lo han sido en pueblos y naciones donde las dirigencias actúan en defensa de sus propios y foráneos intereses.
Aquí el presidente Petro se ha venido con todas, para descalificar a quienes osen expresar o plantear ideas o tesis diferentes a las suyas y de otros montajes internacionales que los rigen. Ahí ha tratado de montar un martirologio contra su gobierno con tesis que intuyen golpes de estado duros, blandos y hasta atentados contra su vida.
Estas frenéticas reacciones, esa desubicación, nos llevan a pensar muy mal sobre su estado anímico, su salud mental y su falta de equilibrio.
Viene de tiempo atrás, descalificando las constituciones y modelos de gobierno que en democracia se ha fijado la gobernabilidad de nuestra nación. La del 91 ha sido el mayor blanco de sus ataques.
Desde cuando al posesionarse, juró cumplir con la Constitución y las leyes, con la espada de Bolívar, que su movimiento político robó en el 72, no ha hecho otra cosa que atacar nuestras libertades y nuestra democracia.
Son incalculables sus ataques contra nuestra última Constitución política, en la que no encuentra nada positivo. Desde que llegó a la Casa de Nariño, quiere modificarla a su manera, desconocer la independencia de los tres poderes y buscar su perenne reelección, como lo han procurado algunos de sus cercanos colegas.
La reforma constitucional, la quiere a través de elecciones populares -¿amañadas?- de comunidades, etnias y otros sectores que hoy son manejados por los grupos armados que él consiente y que son quienes ordenan paros armados, reclutamiento de menores, despejes de zonas para exportar drogas y que disponen de los presupuestos de apartados municipios, mientras esclavizan a sus pobladores.
Así quiere montar una nueva constitución que él, maneje a su manera, como cualquier reyezuelo de “republiqueta” africana. Su meta es sacar adelante las manidas reformas que el congreso logró frenar. Su deseo es revivir su funesto paso por la alcaldía de Bogotá.
Petro, no está preparado para gobernar una democracia, tampoco para designar a sus colaboradores, porque en ninguno confía. Se siente solo y no ha sido capaz de controlar la creciente corrupción. Ve en las fuerzas militares a unos golpistas, cuando reafirman que tienen el mandato de defender la Constitución. Así lo dejó entrever en la entrevista que concedió al colega Daniel Coronell y a la Revista Cambio.
Petro ya fue sometido a un referendo en octubre del año pasado, cuando el pueblo, en el que dice confiar, le dijo nó a la forma como ejerce su mandato desde el 7 de agosto de 2022.
Petro inventó y fue desmentido por quienes adelantaron el proceso de paz de Santos y las Farc, sobre la existencia en el acuerdo de un mandato para reformar la constitución. Con el mismo cuento quiso enredar a las Naciones Unidas. Se creyó que quien torpedeaba la paz era el expresidente Duque, pero Santos y las Farc le demostraron que también lo hace Petro.
Queda mal el presidente con sus ataques a nuestra democracia y a nuestras libertades, mientras Colombia se derrumba económicamente, con el desgobierno, corrupción e inseguridad que nos asfixian, mientras aleja el anhelado Acuerdo Nacional.
BLANCO: El café Diosmio que lanzó Sofía Vergara en todos los comercios de Estados Unidos. Lo producen las mujeres colombianas sobrevivientes de la violencia guerrillera.
NEGRO: El presidente y sus seguidores, culpan a la prensa por su mal gobierno.