Los Danieles. Juicios paralelos

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

En una interesante coincidencia histórica, quedaron al mismo tiempo ante el banquillo dos personajes que han impactado a fondo la política de sus respectivos países: Donald Trump y Álvaro Uribe Vélez.

El proceso judicial contra Donald Trump acapara hace tiempo los titulares de la prensa gringa y al momento de escribir esta nota Estados Unidos aún asimila el veredicto de culpable que emitió el jurado tras deliberar apenas dos días.

Los dos casos tienen motivos y contextos distintos, pero la coincidencia no deja de ser significativa. Para comenzar, porque ambos personajes se parecen mucho: carismáticos, autoritarios, arbitrarios, impulsivos, malgeniados y muy populares. Y porque el desenlace de sus juicios tendrá, aquí y allá, notable repercusión pública.

Álvaro Uribe está sindicado por los delitos de soborno de testigos y fraude procesal. Cargos que suenan muy serios pero que quién sabe cuándo serán resueltos luego de  tantos años de aplazamientos, cuando ya se quejó de no tener garantías procesales y cuando su abogado ya realizó todas las movidas para asegurar que el caso se caiga por vencimiento de términos.

Donald Trump está acusado de trampas contables para camuflar un pago de 130 mil dólares a la actriz porno Stormy Daniels y también de otros 34 delitos por movidas chuecas en sus negocios, aunque es improbable que termine tras las rejas. en la cárcel. Aunque le aguardan otros juicios–el de intentar sabotear las elección que perdió con Biden, por ejemplo– que  podrían  acarrearle el carcelazo que merece. 

Lo que en este caso nadie esperaba era un veredicto unánime tan rápido y que resultara culpable de cada uno de los 34 cargos en su contra. “El país se fue al diablo»  declaró el compungido exmandatario, mientras muchos opinan que la decisión expedita del jurado indica que el país no está tan dividido como se pensaba. Sobra anotar que para los indignados trumpistas esos doce neoyorquinos del jurado no representan el sentir nacional.
 
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Después de pronosticar que “desbarataría” a sus impugnadores en el que prometió sería el “juicio del siglo”, Trump pasó agachadito. Prefirió cerrar su defensa y no someterse a un contrainterrogatorio donde habrían salido a relucir otras caras de su torcida personalidad.

Al igual que Uribe, ha sido implacable en la denuncia de sus acusadores. Desbarró durante meses contra un “sistema judicial corrupto” y se presenta como víctima de persecución política del “gobierno criminal” de Joe Biden. Sus críticas más venenosas han sido contra el juez del caso, el jurista nacido en Bogotá Juan Merchán, a quien descalifica por su lugar de origen.

Trump se pregunta qué puede esperar “de un juez que viene de donde viene”, en un comentario teñido de xenofobia y racismo que lo pinta de cuerpo entero. Y es este estilo despectivo e insultante lo que, para desgracia de la política estadounidense, parece gustarle a gran parte del público. Al punto de que sigue como firme candidato para regresar a la Casa Blanca.

En Colombia, mientras tanto, tras su llamamiento a juicio, el expresidente Uribe insiste en que su caso es motivado por “venganzas políticas” y cuestiona la independencia de la Fiscalía y de la Corte Suprema. “Me abren las puertas de la cárcel sin pruebas”, se lamenta.

Pero al margen de su embrollo judicial,  Uribe cobra creciente protagonismo y ocupa cada vez más espacio como figura decisiva de la oposición. Las salidas en falso del gobierno Petro en sus pretensiones constituyentes y en especial la delicada situación de orden público lo han reencauchado políticamente y ofrecen terreno abonado para el discurso de mano dura que él domina bien. A diferencia de Trump, no puede aspirar a la reelección. Pero sí a ser voz cantante de la política venidera.

Estamos, pues, ante casos inéditos en los que dos expresidentes enfrentan por primera vez en la historia reciente de sus países un juicio penal que en teoría podría llevarlos a la cárcel. Muy en teoría, porque en el caso de Trump el delito no es mayor, él no tiene antecedentes penales y un veredicto de culpabilidad tendría que ser unánime. En el caso de Uribe simplemente porque la justicia cojea y no llegará por agotamiento… de términos. 

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Y hablando de coincidencias inéditas también me sorprendió la de los cinco expresidentes colombianos que poco se quieren entre sí —Gaviria, Samper, Santos, Uribe y Duque (¿se les olvidó consultar a Pastrana?)— pero se pusieron de acuerdo para rechazar la propuesta del presidente Petro de que el acuerdo de paz con las Farc sirva para convocar a una asamblea constituyente.

La tesis no tiene mayor sentido y parece el Gobierno no insistirá, aunque lo más interesante del episodio es la facilidad y rapidez con que los expresidentes llegaron a un consenso sobre la inconveniencia de la iniciativa. La pregunta es si no es posible que logren otros acuerdos sobre los problemas sociales más urgentes del país. ¿O es solo cuando se trata de cuestionar a Petro?

P.S.: El veredicto real sobre Trump lo emitirá el pueblo norteamericano en las elecciones presidenciales del 5 de noviembre, pero existe gran expectativa sobre la sentencia que le dictará el 11 de julio el vilipendiado juez Juan Merchán. Dada su trayectoria ecuánime no es probable que se saque el clavo, aunque el convicto expresidente se merece algo más severo que un palmada en la mano.

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