Salomón Kalmanovitz
Algunos indicadores de la economía colombiana se han deteriorado en los últimos tiempos. El peso se devaluó frente al dólar un 13 % entre el 12 y el 30 de abril para rondar de nuevo los $3,900 por la divisa norteamericana, a pesar de que el petróleo mantuvo su alto nivel de cotización. En efecto, el petróleo brent, referencia para Colombia, aumentó 1,1 %, cotizando en US $84,33 por barril.
Fedesarrollo calcula que el crecimiento de la economía este año será solo de 1,4 %, pero augura un rebote de 2,4 % para 2025, que no es nada del otro mundo. Los sectores que estaban creciendo en 2023 eran agricultura y minería con índices bajos; finanzas crece 8% y administración pública, 3 %. No se ve por ninguna parte la inversión del gobierno en obras públicas que incluso cayeron 12,3 %, que hubieran podido contribuir a aliviar el desempleo. En 2023, se contrae fuertemente la industria, el comercio y la construcción cae más de un 12 %. El desempleo aumentó de 10 % de la fuerza laboral en enero al 11,3 % para el mes de marzo de 2024, perdiéndose 150 mil empleos, reflejo del colapso de la inversión que a su vez surge del bajo ritmo de crecimiento económico y de la pérdida de confianza de los empresarios en el futuro del país.
No ayudó a tranquilizar los ánimos empresariales la movilización de cientos de miles de manifestantes en la celebración del primero de mayo, agitados por el discurso pendenciero del presidente. Ese tipo de actuaciones debe tener a los inversionistas nacionales y extranjeros dudando de si es seguro traer sus capitales a un país que parece preso de la demagogia intempestiva de su presidente.
En efecto, la confianza en el país no parece mejorar. Los contratos de intercambio a futuro (Credit Default Swaps) sobre los bonos colombianos registró valores de riesgo más altos en 180 puntos básicos en el mes de abril frente a los correspondientes de Brasil, México, Perú y Chile. Lo anterior refleja una menor confianza en general sobre el manejo de la economía de Colombia.
Las bravuconadas del primer mandatario colombiano, al romper relaciones diplomáticas con Israel a partir del 2 de mayo, le ganaron el aplauso de la organización terrorista Hamás, pero también despertaron serias preocupaciones en Norte América y en Europa Occidental. Se asumió un costo alto para el país que pierde no solo prestigio, sino también asistencia militar, mantenimiento de equipos y acceso a armamento de última generación, como helicópteros, aviones y material de comunicaciones.
De seguir como va, no es descabellado pensar que Petro termine hermanado con Nicolás Maduro y alineado con la Rusia de Vladimir Putin. Compárese sus medidas frente a Israel con la que rompió relaciones en caliente con la política del presidente brasileño Luis Inácio Lula da Silva, quien llamó a su embajador en Israel a consultas, prefiriendo proferir una amenaza y decidir en frío antes que comprometerse con una acción que no tuviera reversa.
En el frente interno, los exabruptos abundan. La reforma pensional plantea que Colpensiones pasará de contar 6,7 millones de afiliados actualmente a 24,4 millones en 2025, algo que requiere un largo período de transición y que si se precipita generará un caos difícil de superar. Los fondos privados de pensiones se defenderán ante las cortes y es posible que ganen sus demandas. La reforma a la salud pasó por expropiar entidades especializadas de alta complejidad y que manejaban millones de afiliados que quedarán bajo el mando de un personal que nadie sabe de dónde va a salir ni con qué capacitación contará.