Por María Angélica Aparicio P.
A los tres años, Laura tenía los cabellos cortos, los ojos negros, los cachetes sonrojados, una piel muy blanca. Se quedaba de pie como las momias, al borde de los senderos. Se resistía a caminar con sus vestidos cortos de tonos suaves, sus medias blancas y los zapatos de trabilla que usaba. No quería dar un paso en ninguna dirección. Luego se sentaba sobre la arena del camino, jugaba con las piedras y los chamizos de los árboles.
Cuando cumplió doce años, Laura descubrió que el diseño y la arquitectura la atraían como dos imanes. Algo en la ropa, y en las fachadas de los edificios que veía, absorbía sus pensamientos; les ganaban a los libros de matemáticas del colegio, a las novelas impresas, a montar en bicicleta por el vecindario. El día que viajó a la ciudad de Londres y vio la catedral de San Pablo, la abadía de Westminster, la torre del reloj, supo que sus primeros amores serían esos: la arquitectura y el diseño. Nadie, jamás, se los arrancaría de la cabeza.
Laura Aparicio consagrada en el diseño de prendas de alta costura.
No había salido del colegio cuando propusieron un desfile de modas como cierre del año escolar. Laura Aparicio cursaba entonces noveno grado. Dijo que participaría porque aquél ensayo sería su novedoso y próximo futuro. Lo suyo era crear ideas y ponerlas a producir para obtener un resultado. Así que definió las tareas a realizar: contar el número de prendas para el desfile, y diseñarlas. Los aplausos se escucharon bajo el techo del salón donde se presentaba el evento. Nadie podría arrebatarle el gran resultado de ese primer desfile de adolescentes: “Made by Laura”.
Entonces se fue para Milán, una ciudad al norte de Italia donde el aprendizaje de la moda es el sello del éxito. Ingresó al Instituto Marangoni, la escuela que ofrecía carreras universitarias y posgrados relacionados con el buen vestir. Pasó tres años estudiando entre hilos, tijeras, agujas, alfileres, costuras, corte de moldes, creatividad y originalidad. Terminó conociendo el valor del dibujo y los secretos que encierran las exhibiciones centradas en la ropa.
Su vida como estudiante hizo que conociera Milán como la punta de sus dedos. Laura se enamoró de la Galeria Vittorio Emanuele donde se realiza, con la presencia de expertos y espectadores, elegantes eventos de moda debajo de una fabulosa cúpula de cristal que deja sin aliento a curiosos, turistas y modelos. Como diseñadora colombiana, Milán la recibiría, tiempo después, en un espacio de esta Galería –conocido como Cracco Gallerie– para exteriorizar su revolucionaria moda bajo la lupa de un glorioso grupo de europeos.
Uno de los destacados éxitos de la diseñadora colombiana, Laura Aparicio
Laura regresó a Colombia para poner en práctica sus conocimientos. Mostró su trabajo en la Cámara de Comercio de Bogotá, organismo que le brindó apoyo, asesoría, una ruta por la cual transitar con sus propósitos firmes. Su dominio del español, italiano, francés e inglés la convirtieron, pronto, en una reconocida modista nacional, en una respetuosa ciudadana que ha puesto sus pies en más de cincuenta países del mundo. Confiada y con carisma, creó su propia marca –“Laura Aparicio”– posicionándose en Portugal, Hawái, España, Emiratos Árabes, Italia y Colombia.
Como diseñadora consagrada, su trabajo profesional empieza con el dibujo de bocetos y el manejo de telas en sus texturas originales y colores; le siguen las confecciones, los contactos internacionales, los negocios audaces. Su punzada final termina cuando sus chaquetas, pantalones, abrigos y vestidos se lucen en el envidiable cuerpo de distintas mujeres. Los sombreros estilo vaquero, que ha puesto en el escenario actual de la moda, han realzado, además, sus maravillosas confecciones.
Quince años después de su regreso de Italia, Laura ha logrado un récord a costa de su esfuerzo personal: la participación en presentaciones privadas y desfiles de moda realizados en Milán, Bogotá, Medellín y París. Su última experiencia de trabajo estuvo en Dubái –capital de Emiratos Árabes– donde modeló personalmente su ropa, para mostrarle, a un grupo de árabes interesados, las nuevas túnicas que había diseñado en distintos estilos y colores fuertes.
En esta moderna y exótica Dubái, Laura ha sentido el empuje extraordinario de la cultura árabe y su gran visión de futuro. Dice que “van diez pasos adelante que nosotros, que se interesan por promover la cercanía entre las partes que negocian, que despliegan siempre su amabilidad en las relaciones humanas”. Una alianza de compra-venta con esta población es –según la diseñadora– “una construcción a largo plazo en la que conocerse y ganar juntos es fundamental”.
Tanto en Dubái como en Alemania o Corea del Sur –países que ha visitado–, Laura pone sus ojos en las prendas de vestir. Observa con ojo de águila los vestidos, las joyas, los zapatos, las carteras que usa la gente, como una debilidad que fortalece su creatividad. Disfruta con la combinación de colores que los demás deciden ponerse. Analiza minuciosamente, como los postres de chocolate o el vino merlot que tanto le gustan, cómo se lleva puesta cualquier prenda de vestir, pues las pintas ajenas alimentaron sustanciosamente el estilo de su costura: Ready to Wear para mujer.
Laura seguirá abriendo caminos para mostrar su elegante moda en Colombia y en el mundo internacional.