El oscuro innombrable

Gustavo Petro, un presidente en su laberinto. Foto RTVC

Por Carlos Alberto Ospina M.

A veces en el escenario gubernamental donde convergen, el poder y la ambición, surge una figura cuyo comportamiento desafía toda lógica y sensatez. Un político deshonesto que encerrado en el delirio de grandezas y paranoia desciende por el abismo del desorden mental y la egolatría descomedida, poniendo en peligro la estabilidad del país.

La falta de cordura se manifiesta en la apariencia de superioridad, la engreída investidura de salvador infalible o el guía de sus adictos acerca de un futuro glorioso e incontaminado; cuando mucho, habla sentado sobre la letrina del impúdico proceder, retrospectivo y actual.

La percepción malintencionada y distorsionada de la realidad lo lleva a creerse todopoderoso, por encima de la ley y exento a las decisiones de la justicia. Es común ver que desarrolla una manía persecutoria alrededor de aquellos que considera sus adversos y, por tanto, ‘enemigos del pueblo’. Cualquier crítica basada en la Constitución, el personaje de marras, la interpreta como un complot en su contra y una amenaza a su presumida dignidad. 

Por esto, apela a las incendiarias alocuciones, absurdas e incoherentes que no dejan títere con cabeza, siendo él otro bufón producto de sus propias confusiones y alucinaciones. Las arengas intrigantes cada vez están más desconectadas de la realidad, carentes de presupuesto, llenas de proposiciones necias y teorías conspirativas sin fundamento que, en última instancia, tienen por objetivo la confrontación entre paisanos, la discriminación y la pérdida del Estado social de derecho.

Tal cual lo demuestran los hechos se trata de alguien sin palabra que práctica la táctica disimulada del doble discurso. Un día jura sobre mármol y por la existencia de su progenitora que no hará tal cosa; y al otro amanecer, rasgándose las vestiduras niega que hubiera dicho eso, y más bien “que cumple lo que promete” (sic). Ese perfil antiético e inmoral, también, lo exhiben los colaboradores cercanos que aplauden los distintos desvaríos. Del mismo palo, opera la recua de seguidores que esperan asistencialismo, tierras regaladas para volverlas realmente improductivas, con escasas excepciones; y subsidios para seguir cruzados de brazos debido a que el ‘papá gobierno´ promete darles todo a pedir de boca. 

Nadie cuestiona la necesidad de trabajar para la justicia social; no obstante, esta se debe aplicar sin distinción ideológica. Solo un canalla se atreve a manipular la condición de marginalidad, la pobreza y la radicalidad que engendra la hambruna.

La retórica vacía, las arbitrariedades y los alborotos conceptuales de este líder iracundo propagan como virus la incertidumbre y el desánimo por el territorio nacional. Sus desquiciadas calumnias e injurias han contribuido a la destrucción de la honra ajena, sembrando la discordia y el resentimiento en algunos sectores de la sociedad. 

La ofensa constante y la jerga cuentista son las armas predilectas con la finalidad de mantener a raya a los que osan cuestionar su autoridad. De esa manera, camufla las diferentes conexiones con los círculos de la corrupción y la delincuencia organizada.

En el tiempo del oscuro innombrable es vital permanecer vigilantes, no sucumbir ante las artimañas ni en presencia del ‘tal poder constituyente’ que busca arrastrar hacia un precipicio a las instituciones democráticas. La violencia verbal y el desespero conservan el similar aliento podrido de la irracionalidad.

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