Mira quién habla

El presidente Petro invoca un acuerdo para lograr la justicia social en Colombia. Foto RT

Por Carlos Alberto Ospina M.

Un atenido que nunca dejó de ser guerrillero lanza a diestra y siniestra calumnias e injurias, como si nada, contra los empresarios y varios sectores sociales y políticos; señalándolos de confeccionar una “alianza de poder asesino” (sic – Gustavo Petro). El burro cargado de letras e instigador de oficio, habla a tontas y a locas, dando la sensación de convencimiento de sus disparates, pasando de largo delante de la violencia y la inseguridad generalizada.

En más de diez y ocho meses de desorden e ineptitud al mando del gobierno, la única capacidad que ha demostrado radica en designar operaciones engañosas para que otros las realicen. Sin precedente en la historia del país, el relleno del pan de cada día busca ahondar los conflictos sociales, discutir las sentencias de las Altas Cortes, derrochar a manos llenas, promover el prejuicio de discriminación de odio de clases, menospreciar las multitudinarias marchan de la oposición, poner activistas bachilleres a manejar billonarios presupuestos, desconocer la carrera administrativa, cuestionar a la misma Registraduría que validó su elección, obstaculizar la capacidad de operar de la justicia, tapar la boca a presuntos implicados en delitos nombrándolos en cargos diplomáticos, echar abajo el sistema de seguridad social en salud, paralizar el accionar de la fuerza pública, y de manera específica; entregar el control de la nación a las diferentes asociaciones criminales. El loco de atar llama a ese impúdico incumplimiento constitucional: “las armas al servicio del pueblo” (sic – Gustavo Francisco Petro Urrego)Pregúntenles a los afrodescendientes de Magüí Payán – Nariño, y al sinnúmero de campesinos del Putumayo, Cauca, Tolima, Chocó, Bolívar, Córdoba, Cesar, Caquetá, Antioquia, etc.; si ‘Colombia es potencia de la vida’. 

Al contrario de lo que vocifera, el ciudadano del común percibe la tal ‘paz total’ a modo de impunidad generalizada y de traspaso sistemático del territorio a los grupos armados organizados residuales, a los elenos, a los narcotraficantes, a los paracos y demás bandidos que buscan ilimitados beneficios a cambio de proteger las aspiraciones dictatoriales de Petro. Este individuo ambienta un apócrifo proyecto de largo aliento a base del inexistente respaldo popular para acabar, dizque, con los privilegios sin mirarse al espejo de la ausencia de argumento de autoridad moral. En realidad, tantea la confrontación entre coterráneos a fin de instaurar un régimen despótico, confiscatorio e inequitativo.

Un populista despreciable que no se cansa de mentir y de hablar de una aparente ‘justicia social’. A un tiempo que embauca a la gente más pobre que vive a merced de los delincuentes, confinados, desplazados, torturados, reclutados, asesinados, desaparecidos, aniquilados e intimidados a causa de, esa sí, la alianza de poder asesino; disfrazada de ‘paz total’. En consecuencia, ¿se puede afirmar que se acata el derecho internacional humanitario?  A otro perro con ese hueso. ¡Qué falta de escrúpulos de Gustavo Petro! ¿Acaso, los ha tenido en algún momento de su existencia revoltosa? Cosa que nunca veremos ni siquiera cuando acabe con los cimientos de la imperfecta democracia colombiana. 

Es el colmo, la puesta en escena de atreverse a abrazar a millares de compatriotas que, hambrientos y torturados, sufren el levantamiento y la amenaza indeleble por parte de los distintos malandros, los cuales están apoderados del 50% de los municipios de la patria. A pesar de permanecer acorralados y desamparados por el Estado que ignora las reiteradas alertas tempranas de la Defensoría del Pueblo y los delitos de lesa humanidad, algunos subyugados soban el lomo a aquel que les prometió ser ‘el precursor del cambio’ sin la certeza que no fuera para peor. 

Las múltiples colectividades que sobrellevan las condiciones de exclusión social, injusticia, exterminio y experiencias de miedo, ¿copian el fantasioso discurso del exguerrillero? Imposible de toda imposibilidad.

El hecho probado consiste en que la seguridad, la tranquilidad y la calidad de vida retrocedió varias décadas y solo se avizora un panorama de pauperización generalizada. Tanto de ello, que la discapacidad intelectual de Petro para el cargo que desempeña está ilustrada en el desprecio a la dignidad humana, al diálogo exhaustivo, al respeto por la libertad de pensamiento; y en el particular, a las víctimas del conflicto armado que, dicho sea de paso, instrumentaliza al igual que lo hace con los más necesitados. Esto cabe en el instinto maléfico de quien codicia perpetuarse en el poder.

La gente debe tener conciencia plena que a Gustavo Francisco Petro Urrego no se le puede creer nada; puesto que ha comprobado con creces que es perverso, incumplido, manipulador, resentido y sin palabra. Todo que lo ventiló en días pasados sobre el célebre ‘egoísmo de la oligarquía’, la corrupción, el despilfarro de los recursos del erario, la malversación, el ingreso de dinero del narcotráfico a las campañas y el abandono de los más pobres, hoy, los elevó a la potencia. Por eso, ¡mira quién habla!, escupiendo para arriba. ¡Despierta Colombia! Ni lo malo de antes ni lo execrable 

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