Los Danieles. Los disprates presidencial

Daniel Samper Pizano

Daniel Samper Pizano

Alguien dijo que un error de ortografía es como un trozo de huevo frito en la corbata. No. Es mucho peor. Teniendo en cuenta que las corbatas son especie en vía de extinción, es como una modelo con halitosis… como unos ojos verdes con lagañas…  como la bragueta abierta de un gran cantante de ópera… como el resto de comida en un diente del galán de televisión… como las medias apestosas del señor canciller o como el gas inoportuno y ruidoso que se le escapa a la reina durante una pomposa ceremonia (Según Mark Twain, esto último le ocurrió a la inglesa Elizabeth I en 1601 ante un grupo de respetables personajes). 

Cuando uno repasa los mensajes que envía a sus compatriotas Gustavo Petro, descubre que la trinorrea presidencial constituye una antología cacográfica —valga la etimología— que acumula halitosis, lagañas, bragueta abierta, trocito de comida, medias apestosas y algún que otro cuesco imperial. Gramaticalmente hablando, por supuesto.

El periodista Germán Izquierdo acaba de publicar en Cambio un informe sobre ciertos recados públicos de Petro a los colombianos, que convocan vergüenza nacional y sonrojo patrio. Estos son algunos deslices: hobrar, sansionar, cojer, Jimene, un disparo en la cien… Hay frases bipolares que se inician usando el tuteo y rematan utilizando el usted: “Eres un mentiroso Duque (…) a usted no lo deja gobernar usted mismo”. Muchos de los errores son evidentes resbalones de dedo (deckarackone, despretigo, exyremista, Cokombia, loa países…) o disparates del corrector automático, que a veces sabotea a quien escribe. A todos nos pasa, y por eso procuramos cazar y arreglar el gazapo antes de echarlo a correr. 

Miremos varios ejemplos que aporta nuestro hábil departamento de producción.

Algunos de los desastres son producto de la ignorancia del autor y otros suelen serlo de la precipitación o el descuido. Pero, como digo, todos son susceptibles de enmienda. Existe un oficio, el de corrector de estilo y ortotipografía, que ejercen personas calificadas para convertir un sancocho de palabras maltrechas en un texto claro y pulcro. ¿No ha contratado ninguno la Presidencia? Recomiendo que lo haga. Limpian y pulen. Además, son mucho más baratos que un carrotanque abandonado.

Don Diego Fallon, cachaco mamagallista y poeta decimonónico, afirmaba que existen ciertos “propagandistas del error” tan propensos a meter la pata que no tienen ángel custodio sino diablo de la guarda. A tal estirpe pertenece nuestro primer mandatario. El defecto sería tolerable si no él no fuese ejemplo para millones de personas y si las empasteladas ocurrieran en las paredes de un mingitorio. Pero son la voz omnipresente del primer ciudadano de un país donde el buen uso del español es uno de los pocos prestigios que quedan en pie.

Lo más grave es que el desdén por la corrección pronto deja de considerarse un defecto y termina disfrazado de virtud. No solo acontece en la gramática y la ortografía. Hace poco la ministra de Agricultura —que debe de ser miembro del club gubernamental de los “hubieron” (Ver siguiente comentario)— se burló en gesto seudorrebelde de quienes han obtenido títulos científicos en prestigiosas universidades del exterior. Así vamos.

No habrá más hubieron

Y, ya que nos metimos con la gramática oficial, añadamos que el correcto uso del verbo haber es a la gramática lo que el significado de H20 es a la química o el 2+2=4 a la aritmética: una muestra elemental de conocimientos. Cualquier alumno medianamente aprovechado la corona en la escuela primaria.

Como dilectos miembros del actual gabinete se han rajado reiteradamente en esta reveladora prueba, quiero colaborar con el Gobierno recordando de manera sencilla el empleo correcto de este verbo detector de ignorancias. 

Veamos.

Haber tiene dos funciones principales en español: como auxiliar y como impersonal.

Como auxiliar, suministra informes sobre el tiempo (pasado, presente, futuro, etc.), el número (plural, singular) y el sujeto (yo, tú, ellos, nosotros, etc.) en que se conjuga el verbo principal, representado por su participio pasado: venido, comido, firmado, etc. En esta función resulta perfectamente normal el empleo de frases como “Después de que hubieronllegado los invitados empezó la fiesta” o “A eso de las ocho habránterminado las manifestaciones”.

En su papel impersonal, el verbo haber significa existencia, ocurrencia, presencia y se usa exclusivamente en singular de tercera persona: “En aquella reunión hubo (no hubieron) trece senadores” … “Ha habido (no han habido) otras a las que solo llegaron cuatro” … “Cuidemos nuestra naturaleza, porque pronto habrá (no habrán) nuevas amenazas” … “En algunas zonas ha habido (no han habido) talas ilegales de árboles”.

Si algún verbo acompaña al haber impersonal, aquel también se rige por las limitaciones de este: “Debería haber (no deberían haber) muchas más cámaras de seguridad” … “En las esquinas peligrosas podría haber (no podrían haber) policías”.

No es muy complicado. Y tiene la ventaja de que buen manejo se vuelve casi automático. Ensayen, señor ministro, señora ministra: ustedes pueden llegar a ser de los que brincan cada vez que pillan un error. 

Más información en Fundéu (Fundación del Español Urgente): https://.fundeu.es. También en Diccionario panhispánico de dudas(https://www.rae.es/dpd/haber), Español correcto para dummies de Fernando Ávila y muchos textos escolares de castellano. En YouTube cuelgan varios videos para niños sobre el tema.

Perjudicando a todes

Cuando el extremismo feminista decidió maltratar el castellano por sí y ante sí, como si esta lengua no tuviera quinientos millones de dueños, muchos anticipamos que se sabe dónde empiezan los inventos absurdos pero no dónde acaban. Por ahora, le dieron alas a la extrema derecha. El cavernario argentino Javier Milei y su carnal salvadoreño Bukele acaban de prohibir por edicto el lenguaje inclusivo en la administración pública. O sea que estos dos también se creen propietarios del idioma. No falta mucho para que decreten el léxico que nos obliga a todos, so pena de arresto o multa.

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