Los Danieles.¿hacia dónde marcha el gobierno?

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Hay mucha histeria en el ambiente, pero tal vez más ruido que nueces. No veo el fantasma de un colapso institucional ni de golpes blandos o duros que desde ópticas diferentes agitan tanto la oposición como el Gobierno.  
 
  La semana estuvo movida y acumulación de delicados problemas sí hay, no cabe duda. Desde la época del proceso 8.000 (¿remember Valdivieso-Samper?) no recuerdo un enfrentamiento igual entre Fiscalía y ejecutivo. “El momento es delicado y no se puede desbordar”, advierte un editorial de El Tiempo. Se viene la “tormenta perfecta”, sostienen respetadas columnistas. El arzobispo de Bogotá ofrece intermediar porque “está en juego el futuro democrático del país”.
 
  El asedio de los manifestantes petristas a la Corte Suprema fue grotesco, pero no puede prestarse para absurdos paralelos con la toma del Palacio de Justicia por el M-19 hace casi cuarenta años. Suscitó rechazo en todo el país y, pese a que lo condenó y lo mandó disolver con la Policía, el Gobierno salió malparado. La Corte también perdió puntos por sudilación en escoger fiscal. ¿Y qué decir de una fiscal encargada llena de graves cuestionamientos? 
 
    También hay hechos sin precedentes, como la renuencia del presidente Petro en atender la orden de la Procuraduría de suspender a Leyva, que algunos juristas calificaron como “ruptura institucional”. O la demanda del jefe del Estado contra el expresidente Pastrana por afirmar que su campaña fue financiada por el narcotráfico, que podría desatar un proceso judicial también sin precedentes. Para no hablar de las fricciones internas en el Gobierno (salida del jefe de Planeación, por ejemplo) o de la posibilidad de que el hijo del mandatario termine detenido por enriquecimiento ilícito.
 
   El palo ciertamente no está para cucharas y más vale que los grandes actores políticos cuiden sus palabras. Con su mensaje al mundo (en varios idiomas) de que lo quieren tumbar y su proclama sobre “la toma mafiosa de la Fiscalía”, el presidente Petro alborota el cotarro. Secundado por el exfiscal general Eduardo Montealegre, que arremetió de frente contra la fiscal encargada Mancera por complicidades con el narcotráfico —casi nada— y descalificó a la Corte Suprema por propiciar “la desestabilización del Gobierno y la democracia” con sus tardanzas.
 
   Desde la otra orilla y a raíz de los bloqueos en el Palacio de Justicia, el expresidente Gaviria acusa a Petro de incurrir  en “comportamiento dictatorial que raya en lo criminal” y llega a dudar de su “capacidad mental para gobernar a Colombia”. Válgame Dios. Hace tiempo no se escuchaba en una sola semana tanta agresividad e intemperancia verbal de parte y parte. Preocupa en un país donde pasar del dicho al hecho puede tener efectos fatales. Los excesos retóricos de jefes políticos en busca de resonancia mediática no pueden convertirse en caldo de cultivo de una violencia política propiciada desde arriba.    
 
   Por el lado positivo cabría destacar que, salvo los incidentes de Bogotá, las marchas petristas en todo el país fueron ordenadas y pacíficas. Vendrán más, pues convocar a la gente a la calle se ha convertido en instrumento de presión y agitación del Gobierno. Habrá que ver cómo y hacia dónde orienta sus llamados a la movilización popular, que puede convertirse en arma de doble filo que le explote en las manos. Y en la cara de todos los colombianos. El asedio del jueves a la Corte Suprema fue un mal precedente que dispara no pocas alarmas.  
 
 
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  Punto aparte merece la despedida del fiscal Barbosa, que deja instalada a la señora Mancera y remata con la publicación de 5.500 lujosos libros sobre su polémica gestión. Un acto de vanidad que le costará 180 millones al tesoro público. Pero el golpe más duro de este legado es a la imagen y credibilidad de la institución encargada de garantizar el derecho a la justicia para los colombianos.
 
  Escuché las intervenciones de Petro en la cumbre de gobernadores y ante la delegación del Consejo de Seguridad de la ONU y me parecieron documentadas y serias, pero terriblemente desoladoras y poco propositivas. Pinta un negro panorama donde nada ha cambiado en los territorios pese a los billones que se les han destinado, asegurando de paso que al proceso de paz con las Farc “se le puso conejo”.
 
  Deja una sensación de desesperanza sin trazarle al país salidas concretas que le inyecten fe y optimismo en el futuro. ¿Será por eso que dicen que el primer líder de la oposición es Gustavo Petro?
 
P.S.1: Acertada la decisión del alcalde Carlos Fernando Galán de suspender el corredor verde por la carrera séptima. El proyecto agravaría la ya crítica movilidad de la ciudad y lo único que no aguanta Bogotá es más trancones. Todo a su debido tiempo.
 
P.S.2: Bienvenido el anuncio del ELN de suspender el secuestro y el reclutamiento menores de 15 años. Una decisión tan elemental y lógica como demorada. Pero inquieta que sea “temporal” y condicionada al desarrollo de los diálogos en curso. Porque conociéndolos…

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