Gutiérrez Girardot

El profesor colombiano Rafael Gutiérrez Girardot. Foto Oye Borges

Ricardo Bada

La Universidad Renana Federico–Guillermo, en Bonn, impone por su magnitud y lo bello de su arquitectura. Es la primera alma mater alemana que conocí, en 1963, y a él regresé numerosas veces a partir del momento en que empecé a desempeñarme como redactor cultural de la Radio Deutsche Welle (la BBC alemana). El responsable de tantos viajes a tan docta casa fue un colombiano ilustre, el profesor Rafael Gutiérrez Girardot, fundador en 1970 de la cátedra de Hispanística de esa Universidad.

Acerca de su inmensa labor pedagógica, ensayística y hasta editorial (fundador del sello Taurus) no creo necesario hablar en un diario de su país, pues eso sería –según donosamente se dice en alemán– algo así como “llevar lechuzas a Atenas”. O bien yarumos plateados a las montañas de Antioquia.

El profesor detestaba el periodismo (o más bien a los periodistas) y nunca pude averiguar la razón para que me excluyera de su alergia a mi gremio. Lo cierto es que cuando invitaba a su cátedra a escritores hispanoamericanos, me telefoneaba y ponía a mi disposición su despacho para que los entrevistara. De ese modo conocí entre otros a Octavio Paz y, sobre todo, a Gonzalo Rojas, con quien andando el tiempo anudé una amistad que puedo calificar de filial.

Pero es del lugar donde se ubica ese despacho del profesor de lo que quiero hablarles, y es en uno de los corredores de la planta baja de la Universidad, del lado que da a la amplia pradera donde en octubre 1983 tendría lugar una célebre manifestación pacifista, multitudinaria, en la que hablaron Willy Brandt y mi Don Enrique, como siempre llamé a Heinrich Böll.

En ese corredor, antes de llegar al despacho del profesor, había (hay) una placa en alto cerca de la puerta del despacho contiguo, correspondiente a la sección italiana del departamento de lenguas románicas. Y cada vez que acudía al llamado del profesor para alguna entrevista, me detenía ante esa placa donde se recuerda que allí estudió desde 1888 nadie menos que Luigi Pirandello, Premio Nobel de Literatura 1934, doctorándose en esa alma mater en 1891 con una tesis en alemán sobre el habla dialectal en Sicilia, donde nació.

Cuando murió el profesor, estuve tentado de pergeñar un obituario pidiendo a los responsables de la Uni bonnense que lo mismo que hicieron colocar esa placa en honor de un alumno ilustre, bien podrían poner al lado la de uno de sus más ilustres docentes, el profesor Gutiérrez Girardot. Sólo me detuvo la equivocada convicción de que su alma mater la colocaría motu proprio, lo que no ha sucedido. En mayo del 2025 se cumplirán 20 años de la muerte del profesor. Sería bueno que hasta entonces se haya remediado este descuido.

Acá, la frase de la semana :

Es pecado engañar a cualquier hombre, aunque sea un infiel.

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