Enrique Santos Calderón
Anarco capitalista, libertario radical, demagogo pueril, populista de ultraderecha, energúmeno y malhablado, mezcla de predicador mesiánico y estrella de rock… ¿Qué no se ha dicho sobre el excéntrico personaje que hasta hace poco decía que a Argentina le iba mejor sin gobierno y que en menos de quince días le tocará gobernarla?
“Trump argentino” sería un calificativo propicio para este político bonaerense de 53 años que se hizo notorio en debates por televisión por los insultos a sus contradictores. Un estilo desfachatado y agresivo muy parecido al del detestable pero incontenible candidato republicano que él admira y quien ya lo proclamó como el salvador que restaurará la grandeza de Argentina. Javier Milei en la Casa Rosada y Donald Trump de nuevo en la Casa Blanca. Escenario inquietante más que pintoresco.
La retórica política da para todo pero la realidad es tozuda. La elección de Milei me parece que revela más el desespero de una nación que sufre una inflación que este año podría llegar al 200 por ciento, que el respaldo consciente a una ideas de cambio radical que la gente aún no asimila ni entiende bien. Lo que si se entiende es la exasperación y desesperanza que puede producir en el pueblo una situación económica como la que sufre ese país.
Es difícil imaginar a una nación tan rica en recursos, que en la primera mitad del siglo pasado fue una de las más prosperas del mundo, sumida en la pobreza; o a la fastuosa Buenos Aires, con sus avenidas más anchas que los Campos Elíseos de París, llenas de gente pauperizada y hambrienta. Estuve a fines de los ochenta durante la hiperinflación que le tocó al gobierno de Raúl Alfonsín y era casi inverosímil constatar lo que esto significa para la gente en su vida cotidiana. La moneda se devaluaba todos los días y los precios de los productos enloquecían. El mismo bife de chorizo y la misma copa de vino en el mismo restaurante podían costar el doble al día siguiente.
Para visitantes con divisa extranjera en el bolsillo era un paraíso y recuerdo que diez dólares diarios bastaban para pasarla demasiado bien. Y para sentirse mal, con complejo de culpa, por tan insólito privilegio frente a la penuria ya evidente del ciudadano promedio con su moneda sin valor. Dicen que la hiperinflación de la era Alfonsín dejó tan impactado a Milei que fue lo que lo decidió a estudiar economía, materia en la que parece que es un duro.
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Hace tiempo no surgía un líder político tan enigmático y desconcertante como el nuevo presidente de la Argentina y será apasionante ver como este melenudo exroquero fanático de los Rolling Stones piensa aplicar sus tesis ultraprivatizadoras. Dolarización de la economía, drástica reducción del tamaño del Estado y del gasto público, disminución de fondos para pensiones y jubilaciones, eliminación de ministerios como Educación, Salud y Desarrollo Social, flexibilización laboral y de normas sobre la tenencia de armas y cierre del Banco Central son apenas algunas de las propuestas drasticas y para muchos insólitas del próximo presidente de los argentinos.
Analistas políticos de ese país coinciden en que el nuevo mandatario carece del apoyo político (ínfimas minorías en el Congreso) y de las condiciones económicas para cumplir su radical programa. Habrá que ver. Lo que sí es claro es que no merecía ganar un peronismo que tanto contribuyó a la ruina nacional y que una clara mayoría prefirió un corte tajante con lo que Milei fustigó como una “casta política corrupta”. No le quedará fácil y en un país con vieja trayectoria de movilización social sus medidas de austeridad producirán más temprano que tarde grandes manifestaciones de protesta.
Un interrogante adicional es el de cómo serán ahora las relaciones con Colombia, teniendo en cuenta la declarada antipatía de Milei por los gobernantes de izquierda y el desatinado comentario de Petro con motivo de su elección. Luego quiso enmendarlo, pero no creo que el temperamental presidente electo olvide así no más el pullazo. En cualquier caso, la tierra que vio nacer a Gardel y al Che, a Evita y a Juan Perón, a Borges y a Maradona inicia una nueva y enigmática etapa de su historia. Valdrá la pena seguirla de cerca.
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Varios hechos de la semana crearon en Colombia un nuevo ambiente de concordia política. La invitación de Petro a los empresarios a la Casa de Huéspedes en Cartagena, su presencia en el Congreso de Infraestructura, la reunión con el Consejo Gremial y luego con Uribe en Casa de Nariño han contribuido a una bienvenida distensión en estos momentos de afugia económica. No hubo acuerdos sobre temas específicos (no se trataba de eso), pero sí largo y franco intercambio de opiniones. La reunión con Uribe sobre reforma de la salud tampoco produjo acuerdo, lo cual hubiera sido tal vez iluso, pero lo importante es hablar, hablar y seguir hablando.
Parece ser la intencion del gobierno que se ha referido a continuar estos encuentros con el sector privado y de establecer los ejes de un “diálogo nacional” sobre grandes temas. Ojalá se amplíen con otros sectores económicos pues los “cacaos” invitados eran sobre todo los dueños de los grandes medios de comunicación. Y se supone que la razón de estos encuentros no es producir impactos mediáticos sino enderezar a este país.
PS: Cabe esperar que Otty Patiño como nuevo Comisionado de Paz le imprima a las negociones un ritmo distinto del poco eficiente y lánguido que caracterizó la gestión de Danilo Rueda. Experiencia en estas lides no le falta.