Nicholas Dale
Algunos grandes periodistas se empeñan en demostrar que ningún debate o polémica en Twitter, ahora X, reemplaza las historias de carne y hueso; que el microcosmos de la plataforma que reverbera de ecos no es necesariamente un fiel retrato de nada. Tienen razón: en un mundo de casi 8.000 millones de personas, que haya alrededor de 500 millones de usuarios ―principalmente políticos, opinadores y periodistas― soltando trinos sobre esto o lo otro, en la mayoría de los casos tiene poca importancia en el mundo real. Y, más aún, reportar incansablemente sobre lo que dijo Fulanito en X es caer en el periodismo declarativo, la vertiente más perezosa de la profesión. Sin embargo, en ocasiones no hay de otra, y el trino se convierte indudablemente en noticia.
Esto ha pasado en los últimos días en Colombia. Se habla de poco más que de los tuits del presidente Gustavo Petro al respecto del recrudecido conflicto entre Israel y Palestina, mientras que las historias “que importan” suceden en la Gaza cercada, en las zonas limítrofes de Israel, y en los ministerios de relaciones exteriores de países involucrados, o por lo menos relevantes. Desde que el sábado en la madrugada Hamás, el grupo islamista y terrorista que ejerce el control de la franja de Gaza, atacó Israel por sorpresa en una maniobra altamente coordinada en la que mató a cientos de civiles y militares y se llevó alrededor de otro centenar de personas, incluidos niños, como rehenes, y la consecuente reacción de Israel sobre Gaza, Petro ha publicado sus opiniones en X sin filtro.
Este lunes, por ejemplo: “Yo estuve en el campo de concentración de Auschwitz y ahora lo veo calcado en Gaza”, escribió el presidente, como parte de un intercambio con el embajador de Israel en Colombia, Gali Dagan, quien se mostró molesto por la posición del presidente. O, otro, del martes, en respuesta a un video que muestra una zona de Gaza aplanada por bombardeos israelís: “Pueden poner a todos los sionistas a hablar en la prensa pero aquí voy a hacer otra comparación histórica. Gaza aparece hoy tan destruida o más que el guetto de Varsovia después que como respuesta a la insurrección judía y socialista en ese campo de concentración fue destruido por la barbarie Nazi”.
Las reacciones a los muchos trinos sobre el tema por parte del presidente Petro, de los cuales estos son apenas una pequeñísima muestra, también han abundado. Y en su gran mayoría han sido negativos. Los podemos dividir en tres vertientes: los que lo acusan de antisemita por posicionarse claramente en contra del estado de Israel, los que lo acusan de pro-terroristas ―recordando su afiliación al M-19 y apoyo al proceso de paz con las FARC, entre otros―, y los que simplemente lo critican por no condenar claramente el ataque de Hamás. Críticas más o menos argumentadas y sensatas, según quién juzga, pero que crecieron este martes, cuando se supo que el grupo salafista compartió uno de los trinos del presidente en uno de sus grupos de difusión en Telegram.
Pero dejando de lado el contenido de los trinos de Petro por un momento, que también merecen atención, algunas reacciones acusatorias han sido desproporcionadas y desubicadas. Por un lado, como se ha defendido Petro mismo, sus comentarios como mucho podrían ser interpretados como antisionistas ―un concepto histórico complejo, pero que en este contexto se podría resumir en que está en contra de lo que considera la ocupación ilegal por parte de Israel de territorios palestinos―, que no es lo mismo que ser antijudío o antisemita, aunque Petro está lejos de ser la única persona acusada de ello por sus opiniones sobre el conflicto palestino-israelí. Por otro, compararlo con el conflicto armado colombiano es un pobre intento de sacar rédito político a partir de una tragedia humana en el otro lado del mundo, sin mencionar que se basa en equivalencias con poco sentido.
Ahora bien, aunque todo el debate está plagado de sobre simplificaciones que no hacen más que embarrarlo, el presidente Petro haría bien en no usar sus trinos tan a la ligera. Con sus comentarios fue en contra de un comunicado oficial de la Cancillería en el que se condenaba sin matices las acciones terroristas de Hamás. Tras los primeros trinos del presidente, la Cancillería eliminó el texto y lo reemplazó por otro en el que ya no hace esa elemental condena, poniendo a la diplomacia nacional en un lugar incómodo y afectando su funcionamiento institucional. Además, la imagen del presidente, por fuera de sus grupos más afines, se daña al salir constantemente sin filtro con opiniones controversiales sobre hechos muy delicados.
Y su deseo de ser líder internacional también se aleja con ese proceder errático. Solamente hace falta mirar la reacción de su amigo y colega chileno, Gabriel Boric, con quien comparte en general la lectura de la situación, que trinó de manera diplomática y asertiva: “Condenamos sin matiz alguno los brutales atentados, asesinatos y secuestros de Hamás. Nada puede justificarlos ni relativizar su más enérgico rechazo. Condenamos también los ataques indiscriminados contra civiles que lleva adelante el ejército de Israel en Gaza y la ocupación ilegal por décadas de territorio palestino violando el derecho internacional. En el dolor no hay empates posibles, cada hecho es una tragedia por sí mismo. Desde Chile instaremos firmes en todos los espacios por la paz, reconociendo el derecho a existir de ambos Estados, Israel y Palestina, y de los pueblos que lo habitan a tener una vida digna y segura”. No es tan difícil.