Otraparte. Nobel que ahorraba zapatos

En primer plano, adelante y con gorra, aparece Albert Camus con el equipo de fútbol juvenil en el que actuaba como arquero. Foto archivo de Catherine y Jean Camus

– Ñapa, la Gambeta Estrada en el paralelo 38

Por Óscar Domínguez G.

Tengo algo en común con el Nobel de Literatura Albert Camus: en su niñez él jugaba de arquero para ahorrar zapatos. Yo jugaba fútbol descalzo para no gastar mis tenis Croydon. Monsieur Albert jugaba de 1 en la soledad acompañada de su portería. En los potreros de mi niñez me desempeñaba como eficiente 8, interior derecho en la desaparecida nomenclatura balompédica.

También jugaron de 8 cracks como Adolfo Pedernera, Urriolabeitia, Didí, Muller, Pep Guardiola, Xavi, Alexis García, técnico de la Equidad. Estos datos solo los maneja con fluidez mi contemporáneo, compañero de pupitre en la Universidad de Antioquia y doble tocayo Óscar Restrepo, Trapito, infatigable y Memorioso Funes del deporte.

Mané Garrincha y a la derecha el entonces niño recogebolas Oscar Restrepo Pérez, hoy veterano comentarista deportivo

Envidio la foto que se tomó en el estadio Atanasio Girardot con mi ídolo Mané Garrincha cuando jugó en Medellín con su equipo, Botafogo. (Oscar – a la derecha- ejercía el oficio de recogebolas. Lo dice la foto en la que aparece también su hermano). Sus últimos cartuchos los quemó en el Júnior de Barranquilla. Garrincha sacó tiempo para golear 5-0 al mundo con esta certeza: Yo vivo la vida, la vida no me vive a mí. Con esa receta me gozo este pícaro mundo.

Como hemos vuelto al fútbol de selección con un luchado triunfo sobre los hermanos venecos, recordé que alguna vez le pedí a Alexis García, también graduado en la universidad del potrero en La Floresta, su barrio en Medellín, que me describiera uno de los mejores goles que le vio hacer a la Gambeta Estrada. Accedió.

“Fue en un partido en Medellín entre Millos y Nacional: Carlos recibe el balón entrando al área entre Leonel y Cortina, levanta la pecosa y se la pone en un nidito de pelos que tenía en su desentejada cabeza. En la parte superior de la frente la durmió, apacible, por unos instantes eternos. Carlos la conducía lentamente hacia el arco del Loco René (Higuita) que por primera vez lucía espantado. Leo y Cortina lo miraban pensando cómo bajaría la pelota de ese nido. Cuando la Gambeta llega a las barbas de René, la deja caer y con su empeine derecho ¡tas! la coloca en un rincón y sale raudo a Corea a celebrar”.

Goles como este le dan la razón a don Alfredo di Stéfano para quien hacer un gol es como hacer el amor. Para muchos, don Alfredo ha sido el mejor desde que el hombre decidió coger el mundo a las patadas e inventó el fútbol…

ÑAPA

La Gambeta Estrada en el Paralelo 38

Cuando aquel domingo el prestidigitador de pelo quieto del Club Millonarios, Carlos Enrique la Gambeta Estrada, hizo una pequeña obra de arte con el balón para empatar el partido frente al Atlético Nacional, ha debido tomar el primer bus o avión a Tumaco para celebrarlo con sus paisanos. Nunca arrancar para Corea, nombre con el que la cátedra bautizó hace décadas la tribuna popular del estadio Atanasio Girardot de Medellín.

Registro gráfico en la prensa del histórico gol de «La Gambeta» Estrada en Medellín

La Gambeta Estrada en Corea es la lasaña en jurisdicción del gato Garfield.

Ese gol de Estrada fue una auténtica filigrana. Tan complicada como debió ser para Da Vinci inventarle a la Gioconda su enigmática sonrisa de mujer satisfecha. O infiel. O ambas cosas.

Menos mal, Estrada contó con la complicidad del trio nacionalista integrado por Leonel Álvarez-Cortina-René Higuita, quienes respetaron su condición de artista y no lo bajaron en plena área. Eso habría significado un desganado empate por la vía fácil del penalti, así el arquero fuera uno tan encopetado como el loco René el del famoso “escorpión” ante los inventores del fútbol, los ingleses en su propio patio.

Los aficionados a este juego “demoníaco y divino”, para decirlo con madame Margarita Duras, estamos agradecidos con la Gambeta pero también con los tres del veeeeerde que facilitaron la acción. Eso es disfrutar del fútbol, así sea cuando se realiza en contra de uno. El fútbol por el fútbol.

Aquella tarde, Estrada se graduó de poeta con los pies. Si hubiera existido entonces el Circo del Sol, lo habrían fichado. Eso sí, reitero, al arrancar para Corea borró con el codo lo que había escrito con los guayos, con toda su anatomía, porque en ese gol hasta la silla turca y el esternocleiomastoideo pusieron su cuota.

A los aficionados acaso les interese saber que en la tribuna Corea se daba cita la aristocracia de gallinero de la afición paisa del fútbol. Los manuales aconsejan que si alguien va a ver el partido desde allí, es mejor que vaya confesado y comulgado. Y con el seguro exequial al día.

En esa tribuna, el fútbol adquiere la dimensión de pasión de un pueblo en la semántica de Helenio Herrera. Corea es la patria chica –y la grande- de una afición proletaria, de Sisbén, que se tuesta al sol y al agua, con tal de ratificar su fidelidad sin arrugas por ese esperanto de patadas que es el balompié.

Ahora: ¿Por qué ese segmento del Atanasio, se llama Corea? Elemental, queridos Watsons.

Los hay que dan una respuesta desde el erotismo, como diría doña Florence Thomas, y se remontan al decreto 517 expedido en la década de los cincuenta por el alcalde Luis Peláez Restrepo quien ordenó que todos los malabarismos kamasútricos se realizaran en un solo sector: El Barrio Antioquia.

A este movido barrio lo llamaron Corea y tal vez por esa condición de sede del amor caliente, de bombillitos rojos a la entrada de las casas de esas que se reservaban el derecho de admisión, algún cerebro no fugado decidió que así podría denominarse también la tribuna del proletariado en el estadio que lleva el nombre del héroe del Bárbula.

Según otros, el origen del nombre es político. En los mismos años cincuenta en ese sector del Atanasio Girardot se daba la guerra de Corea entre los hinchas del Poderoso DIM y del Nacional. Estos historiadores consideraron que el paralelo 38 –el Ecuador futbolístico- dividía más certeramente las dos barras.

A Corea no iba – o va – el que quiere sino el que puede. Y como la ley prohíbe entrar trago la gente lo lleva encima. Y según el exministro de salud y rector de Los Andes, o sea, Alejo Gaviria, es peor el trago que la marachafa que nunca les ha chocado a los habitantes de Corea.

Por estas razones, gritarle el gol a la “torcida” del Nacional en Corea, era tan arriesgado como pisarle sus predios al toro, o mentar la soga en casa del ahorcado.

Tal vez aquella tarde de domingo la Gambeta entendió que su gol no era patrimonio de Millos, sino de todos los aficionados, del fútbol, en una palabra. Y fue a ofrecérselo a la tribuna de un sol, del sol que alumbra para todos.

Pero Corea no respeta pinta y junto con los madrazos, a Estrada le llovió en un ojo una pila lanzada desde la tribuna por un anónimo pitcher.

Finalmente, ese espléndido gol de don Carlos Enrique se tuvo que ir a alumbrar a los pueblos, porque Nacional ganó por un marcador que no voy a mencionar porque lo destacable es el gol de la Gambeta, tan bello como el descubrimiento de una nueva galaxia.

Sobre Revista Corrientes 4163 artículos
Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]