Los Danieles. Colombia en 15 años

Daniel Samper Ospina

Daniel Samper Ospina

No me canso de decir que siete días en Circombia equivalen a tres lustros en Suiza y lo afirmo especialmente esta semana, cuando el presidente Petro calculó que ese es el tiempo que le queda de vida a la humanidad: en la Cumbre Mundial de Bancos, en Cartagena, donde se discutían todo tipo de asuntos alusivos a la banca, desde el incremento de las tasas de interés hasta la necesidad de que James Rodríguez regrese a la titular de la selección, el Nostradamus humano advirtió que, a este ritmo de voracidad consumista, la vida humana se exterminará en 15 años (y con ella, hay que decirlo todo, las posibilidades de que Danny Marín venda al menos un disco de merengue, y de que la selección Colombia clasifique al Mundial del 38, que, por gestiones del alcalde de Manizales, tendrá lugar en Liberland). 

Yo sé que lo dijo por ilusionarnos,  aunque si de verdad quería darnos algo de ánimo podría haber vaticinado el final de nuestros días en menos tiempo: quince años en las mesetas de esta zona tórrida son una verdadera  eternidad. Para entonces será el año 2038. Nicolás Petro habrá salido de la cárcel y se disputará la Presidencia con una veterana Claudia López. Ambos enarbolarán discursos con promesas de cambio porque las cifras de popularidad del presidente Jota Pe Hernández, de cuyo gobierno harán parte Roy Barreras y Armando Benedetti, habrán caído tanto como las vistas de sus videos de YouTube: una obsoleta red social cuyo contenido ni siquiera se encuentra publicado en los lentes de Apple que se inoculan en la retina, sino en pantallas de antaño.

Aprovechando que aún no se encuentra en construcción la primera línea, Santiago Bolívar, candidato a la Alcaldía de Bogotá, prometerá empezar un nuevo proceso licitatorio para enterrar el metro de Bogotá, en todos los sentidos, idea a la que se opone el exalcalde Oviedo, quien para entonces hará parte de la nómina de Sábados Felices. Amparo Grisales causará polémica por la forma como trata a los participantes de Yo me llamoedición 46, dentro de los cuales se hallará Iván Duque, cuyo pelo se habrá pintado nuevamente, esta vez de negro. Ayudado por Jorgito —que para entonces ya estará grande y será Jorge, a secas—, Álvaro Uribe habrá huido a Panamá con una de las estatuas con las que suele hablar porque el abogado Diego Cadena, que habrá recuperado la libertad, no podrá garantizarle un nuevo aplazamiento de audiencia: en el último alegato presentó como excusa médica que a Uribe se le lloroseaba la breva, diagnóstico que impresionó a varios jueces y a no pocos urólogos.

El niño ambientalista tendrá 28 años, esperará su segundo hijo y protagonizará un comercial de Televentas en que se presentará diciendo: “Hola, soy el exniño ambientalista. Quizás me recuerden porque fui el niño ambientalista”.

Los implantes capilares de Oscar Iván Zuluaga habrán crecido de tal modo que, a la manera de Rapunzel, los utilizará para descolgarse por las ventanas de la cárcel La Picota y emprender fuga a su natal Transilvania, Caldas. César Gaviria controlará el Partido Liberal y a la vez será imagen oficial de la marca de adhesivos para prótesis dentales Corega. Gustavo Petro llegará al fin de la humanidad por lo menos un año tarde, si es que llega: pongamos en el 2039 o 2040, porque seres extraños manejan su agenda. Se trasladará a Francia atendiendo una invitación formulada por la Sorborna que al principio, supone, es la célebre universidad, pero a su arribo comprende que se trata de la propia Íngrid Betancourt, a quien llaman de esa forma quienes la han visto tomar Coca-Cola con pitillo: Petro e Íngrid le darán entonces una segunda oportunidad a su amistad, que se transformará en amor, y la pareja romperá de nuevo la cama del exmandatario, esta vez por echarse a ver nostálgicas películas de las viejas épocas —Barbie, Oppenheimer, El paseo 23—, mientras devoran comida chatarra: y mejor que observen series en lugar de noticieros porque Juan Fernando Petro ofrecerá su entrevista número 304, esta vez para el magazín Confesiones desde el ancianato, para reclamar la coautoría del triunfo de su hermano, por allá en los años 20, cuando se presentó en las elecciones y doña Verónica todavía era primera dama y apenas comenzaba a montar el negocio de compraventa de helicópteros y la academia de baile con Nerú. 

—Ahí fue cuando visité al Chapo Guzmán y, si te fijas bien, Gustavo saca unos votos de ventaja en Sinaloa y en Jalisco, los estados que yo mismo gestioné —declarará.

En 2038, Isabel Zuleta gastará fortunas en vegetales en el Surtifruver de Ituango que ella misma atenderá. Arturito Char saldrá de la cárcel y lo reemplazará en prisión Julio Comesaña, y organizará un concierto, ya no para delinquir, sino de salsa. Su hermano será alcalde de Barranquilla, as always, pero Aida Victoria Merlano, que dejará su carrera de influencer para convertirse en senadora, lo salpicará en un testimonio de compra de votos: a él y a su papá, don Fuad Char (cuya cabeza pervivirá en un acuario en las neveras de cárnicos de Supertiendas Olímpica).

Polo Polo montará un spa de masajes. Susana Boreal continuará en el Congreso, pese a las trabas que le pone el Consejo de Estado en las mañanas (y de las trabas que se pone ella misma en las tardes). Néstor Humberto Martínez habrá sido ministro en el gobierno de María Fernanda Cabal: al comienzo del Interior y posteriormente de Vivienda y Aguas Saborizadas, y nombrará a su mano derecha en Medicina Legal. Barbosita llegará al sexto piso celebrando su nombramiento como rector en la Sergio Arboleda (y el de doña Walfa como primera dama de la institución): ordenarán cerrar el gimnasio de la facultad de Educación Física para que sólo ella lo pueda utilizar y los estudiantes de Veterinaria les sacarán a pasear a sus perritos.

Y, con epicentro en la Mesa de los Santos —es decir, en la finca de Anapoima de Juan Manuel—, un movimiento telúrico sacudirá de forma definitiva a Circombia y en un abrir y cerrar de ojos no quedará piedra sobre piedra.  Saltarán por los aires la pirámide de la gobernación de la Cundinamarca de la calle 26 y demás joyas arquitectónicas, y la humanidad entera se extinguirá del todo. Solo volverá a sobrevivir Álvaro Leyva y un par de especies resistentes, dentro de las que cabe el presidente Petro que para entonces estará durmiendo una serie en un colchón sobre el piso y tendrá que repoblar el mundo con la Sorbona. 

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