Ana Bejarano Ricaurte
Esta semana ocurrió un hecho de trascendental importancia para la vida política de los Estados Unidos: se acusó a Donald Trump por delitos cometidos durante su tiempo como presidente. Se trata, entre otros, de cargos que lo acusan de difundir de manera consciente mentiras sobre las elecciones de 2020. Gran parte de la plataforma política de Trump se sienta sobre estadísticas falsas, conclusiones sin sustento y acusaciones peligrosas, como las que lo llevaron a promover el dantesco ataque del Capitolio el 6 de enero de 2021. Uno de los diseñadores de la estrategia de comunicaciones de Trump fue Steve Bannon, el cerebro detrás de Cambridge Analytica, uno de los primeros casos públicos de desinformación con fines electorales.
En sintonía con los acontecimientos mundiales, esta semana el Centro Latinoamericano de Investigación Periodística (CLIP) lanzó un reportaje especial titulado Mercenarios Digitales, como resultado de una alianza con medios de comunicación en toda América Latina. Y como lo sugiere el mismo título, se trata de la develación más grande y estructural de estrategas políticos dedicados a comerciar con la verdad. Aunque se sabe hace rato que esto está ocurriendo en el continente, sorprenden los hallazgos del CLIP.
Se trata del mapeo de un nuevo y peligroso fenómeno que amenaza cualquier proceso electoral, grande o pequeño, trascendente o no. Es la explotación consciente de los algoritmos de las plataformas de redes sociales para la creación de fanaticadas y apoyos simulados con la intención de acentuar el odio y la polarización en aras de avanzar tramposamente en la carrera democrática. Claro que los Rasputines de la comunicación política, los diseñadores de campañas sucias, existen desde el Partenón griego. El tema es que antes no contaban con la tecnología actual que literalmente les permite guardarse a la plaza pública en su bolsillo; explotar; viralizar como nunca antes sus mentiras y darles la ropaje de verdad.
El reportaje de CLIP da cuenta de diversas mañas así como de los nuevos brujos encargados de prepararlas: disfrazarse de medios de comunicación para difundir hechos falsos, la tergiversación y exaltación de emociones con consecuencias electorales. Campañas en toda Iberoamérica de diversos perfiles políticos, desde Jair Bolsonaro hasta Maduro. De Colombia resalta el reportaje de Cuestión Pública en el cual perfilan al asesor Luis David Duque, antiguo pupilo de un desinformador que pasó por Colombia, el oscuro JJ Rendón.
Lo interesante en el estudio y erradicación de estos fenómenos es que sí se amparan en hechos. Así como saben contextualizar una verdad para darle un alcance falso, también saben aupar o magnificar sentimientos reales y orgánicos para crear la impresión de apoyos masivos inexistentes. Por eso es que cuando se han destapado bodegas, algunas personas reaccionan con rabia, pues sienten que los pintan como soldados pagados de una causa que para ellas es simplemente la manifestación orgánica de su sentir político. El problema es que los mercenarios digitales saben perfectamente cómo operativizar el sentimiento genuino de la gente. Esos mercenarios saben cómo emplear la línea que divide las percepciones de la realidad para latigar a la opinión pública a su antojo.
El reportaje da cuenta de las limitaciones que enfrentan las plataformas para atajar a estos fenómenos. Aunque ellas mismas han iniciado investigaciones y cancelado cuentas falsas de manera masiva, la solución es minúscula ante la magnitud del problema. Los casos macro con consecuencias democráticas directas e innegables, como los de Trump y Bolsonaro, permiten que los jueces puedan empezar a pintar algunas luces, pero la resolución tampoco llegará a punta de mazazos individuales. La respuesta deberá ser regulatoria y transfronteriza, como la legión de reporteros que lidera la periodista María Teresa Ronderos desde el CLIP.
En Colombia ya ocurre en muchas campañas que contratan a los Maquiavelos de las redes para manipular la verdad a su antojo. Por ahora, la preocupación de los #MercenariosDigitales tendrá que hacer fila tras el resto de problemas que enfrenta la democracia colombiana.
Las revelaciones de Nicolás Petro —tanto las conocidas como las pendientes— sobre la entrada de dinero sucio y no registrado a la campaña de su padre, el presidente Gustavo Petro, tendrán devastadoras consecuencias. De presentar pruebas que respalden sus afirmaciones, podría tumbar al gobierno del Pacto Histórico.
Así que vamos sumando tradiciones corrosivas para la institucionalidad electoral: entrada de plata sucia a las campañas presidenciales, incluso tal vez empleada para poner en funcionamiento redes de falsedades y desinformación, entre otras estrategias desleales. Un panorama desolador para el mantenimiento de la democracia, aunque tal vez el espejismo está en creer que algún día realmente imperó entre nosotros.