Los Danieles. Esto pienso de los Petro

Daniel Samper Ospina

Daniel Samper Ospina

Quise alejarme de las noticias políticas porque no las soportaba más, esa es la verdad, y me adentré a fondo en la serie que están mirando mis hijas sobre los Montaner: un docu-reality que cuenta el excesivo y empalagoso amor que se tiene la familia del compositor de la balada Tan enamorados, inspirada, precisamente, en la historia de Laura Ojeda y Nicolás Petro. O del fiscal y su señora Walfa. O de Fincho Cepeda y la nómina oficial. 

En mi vida había observado un gobierno tan autodestructivo como el del presidente Petro, cuyo partido de oposición es su propia familia, y no logro acostumbrarme a los términos de telenovela en que se desarrolla el escándalo judicial más grave del momento: en el capítulo anterior habíamos quedado en que Daysuris, la ex de Nicolás, fue detenida pocos días después de que Juan Manuel Cortés, un congresista de la Liga Anticorrupción, le pidiera la mano. Fue la semana en que todos terminaron con esposas, por decirlo de alguna manera. Nicolás también fue detenido y, más grave que eso, tuvo que sentarse en la audiencia de imputación al lado de su examada, hombro con hombro, por largas horas, acaso para celos de sus nuevas parejas que se preguntarían en secreto si donde hay cenizas queda fuego: ¿de qué podían hablar en los recesos?; ¿le preguntaría Nicolás a Daysuris si de casualidad, en la casa, habían encontrado algunas cosas que no le aparecieron en el trasteo?

—Day, ¿allá se me quedaron unos Ferragamo que le heredé a mi papá y un par de tulas?

Daysuris y Nicolás reaparecieron en escena en una nueva audiencia, esta vez en calidad de procesados, como si fueran alimentos poco sanos. Ese mismo día Juan Manuel dio unas conmovedoras declaraciones en radio en que afirmó al entrevistador, cuya identidad omito, lo siguiente: “usted sabe que cuando uno se enamora, se enamora, Luis Carlos”, a lo que el otro le preguntaba, como si fuera locutor de un programa de madrugada, “¿pero usted si la ama, congresista?”; a lo que el congresista, con voz temblorosa, decía que sí, que la amaba, y que no se rendiría en su sueño de estar con ella, en declaraciones que paradójicamente recordaban el estribillo de Protagonistas de novela, el reality del que hizo parte la rival de su prometida. Porque vale recordar que Laura Ojeda, la nueva pareja de Nicolás, fue Protagonista de Novela en el año 2017 y destacó por renegar de fea manera ante el jurado en aquella edición. 

En un giro inesperado de la trama, ese mismo día Nicolás accedió a colaborar con la justicia para honrar a su bebé, según fueron sus palabras, todo esto mientras circulaba un audio de Andrea Petro, la otra hija presidencial, en que regañaba con vehemencia a su hermano por haberse metido con Laura, de quien dijo, cito literal, “a esa vieja le presté un tampón”.

Desde hace meses avanzo en la cruzada de no pelear por políticos. No importa la tendencia: no vale la pena. He soportado de forma estoica, y asimilado como si fuera corriente, que uno de los grandes opcionados para ganar la Alcaldía de Bogotá sea el autor de una telenovela llamada Sin tetas no hay paraíso; que Iván Duque reaparezca en la escena pública convertido en DJ, como si no hubiera maneras menos evidentes de sobrellevar la crisis de la edad media: ¿qué sigue en esta nueva fase en que se viste con camisetas de grupos de rock? ¿Se desteñirá las canas que antes se había pintado? ¿Se inscribirá en un gimnasio? ¿Conseguirá una novia joven y se irá a bailar a Gótica? ¿Aún existe Gótica? ¿El hermano de Duque es mamón?

Y por si faltaran noticias desalentadoras, el escándalo judicial por culpa del cual el Gobierno terminó de despiporrarse parece, en el mejor de los casos, una telenovela de mediodía y, en el peor, un docu-reality como el de los Montaner, a donde me exilié —y aquí retomo el comienzo de esta columna— para escapar del aluvión de noticias nacionales: una serie en la cual la talentosa parentela musical nos hace partícipe de su vida en familia, repugnantemente feliz, en la que todos triunfan, todos oran, todos se aman, todos se caen bien. Todos, además, se preparan sorpresas unos a otros, todo el día, a todas horas, para hacer especial cualquier novedad familiar:

—Vamos a fingir que no nos acordamos de que Camilo cumplió años y lo sorprendemos con mariachis en el yate.

(Camilo, para el que no lo sepa, es el esposo de Eva Luna: un exitoso cantante colombiano cuyos retorcidos bigotes recuerdan a Sebastián Guanumen: Camilo es el Guanumen del bien. Y Eva Luna, por si alguien no lo sabe, es la hija de Montaner, y espera —en el capítulo en que voy— un hijo o una hija o acaso un color al que llamarán con el nombre de Índigo: Azul Índigo, en caso de que se decanten por un nombre compuesto).

La repelente perfección familiar de los Montaner por poco acaba conmigo, pero regresé de su primera temporada con la siguiente idea: ha llegado el momento de que, por el bien de la dignidad nacional, el caso de Nicolás Petro y Daysuris Vásquez no se resuelva en los estrados judiciales sino en una pantalla de televisión: que, bajo la asesoría en libretos de Gustavo Bolívar, Hollman Morris lance en RCTV Los Petro, una antiserie que haga contrapeso a los Montaner en que se muestre el reverso de tan repulsivo amor filial: que el paterfamilias diga en el primer capítulo que no crio a su hijo; que la familia se divida en bandos; que Nicolás (y el otro Nicolás) sirvan como antídoto al éxito insoportable de Mau y Ricky. Una serie, en fin, en que se muestre lo peor de la condición humana.

En Los Petro, como en Los Montaner, toda la familia estaría en capacidad de cantar, aunque en los estrados; el tío Juan Fernando aparecería en la segunda temporada con un escándalo más grande que el de su sobrino. Y cada miembro convertiría los momentos anodinos en estudiadas sorpresas:

Nicolás puede decir:

—Tío, gracias por visitarme en la cárcel: siéntese en esa banca que ahí no hay ningún alacrán.

Y lo pica un alacrán.

O: 

—Papi, cierra los ojos que te tengo una sorpresa: voy a colaborar con la justicia y a decir todo lo que sé de tu campaña.

Pregunto con dolor de patria, y por encima de cualquier consideración ideológica, si no merecemos como país escándalos judiciales protagonizados por personajes que, al menos, no hayan aparecido en Protagonistas de novela; si estamos obligados a elegir entre abogados a los que se les llorosea la breva o influencers: ¿dónde quedó, Dios Padre, un Víctor Maldonado, un Fernando Botero, esos sí señores delincuentes, delincuentes de bien, gente de cuello blanco y sangre azul, incluso azul índigo? 

Esa, pues, es mi propuesta. Resolver la situación judicial de los Petro en un reality. Para que suba la audiencia podríamos ofrecer grandes premios: rebajas de penas, subsidios de Cielo Rusinque, discos de Ricardo Montaner. Y para el primer puesto una noche de rumba con todo pago en Gótica.

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]