Los Danieles. España en el corazón

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

El 17 de julio de 1936 —hace 87 años— se produjo en España el alzamiento militar del general Francisco Franco contra el gobierno de la República, lo que desató una guerra civil de tres años que dejó más de 700 mil muertos, una dictadura de casi cuatro décadas y hondas heridas en el alma nacional que tardarían mucho en restañar.
 
  La española ha sido considerada la guerra civil por antonomasia por la forma como partió en dos a un país por razones sociales y políticas y sintetizó el choque que vivía el mundo entre las ideologías de izquierda y derecha. Fue el preludio de la segunda guerra mundial y en la ensangrentada tierra española también la Alemania de Hitler y la Rusia de Stalin metieron la mano.  A los pocos meses de la rendición republicana en 1939 estalló la segunda guerra tras la invasión nazi de Polonia.
 
   Casi noventa años después, España celebra hoy elecciones generales en un ambiente pacífico y democrático, aunque también polarizado e inusualmente caliente. Para comenzar por la temperatura ambiental, pues nunca antes ese país había acudido a las urnas en época de vacaciones y en medio de una ola de calor sin precedentes. Los encuestadores no se atrevieron a vaticinar cómo este verano canicular podría afectar la votación (la abstención suele estar por el 30 por ciento), aunque todos coinciden en que el gobierno socialdemócrata de Pedro Sánchez será aventajado por la oposición conservadora que lidera Alberto Núñez Feijóo del Partido Popular (PP).
 
   La pregunta es por cuánto y la inquietud es si para regresar al poder el PP armará gobierno de coalición con el ultraderechista partido Vox, enemigo declarado de la inmigración de “sudacas” y árabes, del aborto, la eutanasia, el feminismo, las autonomías regionales y los derechos de la comunidad LGTBQ. Desde el fin de la dictadura de Franco en 1975 la extrema derecha no está en el gobierno y muchos españoles ven esta perspectiva con preocupación.  
 
  Comenzando por el propio Pedro Sánchez que advirtió sobre el riesgo de “confrontación y fractura” que podría venirse y reconoció que, después de sus recientes reveses electorales, le tocó buscar votos “hasta debajo de las piedras para avanzar en derechos y libertades”.  
   
   Su sorprendente decisión de anticipar para hoy las elecciones de noviembre no le ahorró los duros ataques del PP y la derecha radical que hasta de “traidor” lo calificaron por sus concesiones al independentismo vasco y catalán, los indultos, la derogación del delito de sedición y la ley de consentimiento sexual, entre otros hechos que crisparon a una arraigada España conservadora y tradicionalista que hoy puede llegar al poder.
 
   La temperatura política, pues, también ha estado al rojo vivo porque se juegan dos concepciones muy disímiles sobre el futuro del país. Pero sin los riesgos del pasado.
   
  Luego de una guerra civil devastadora y de una eterna dictadura que se inició con el fusilamiento de decenas de miles de republicanos (que también fusilaron sin compasión cuando estuvieron en el poder), la transición democrática española ha sido algo admirable. 
 
  Todas las elecciones desde Franco han sido intensas, calientes y apasionadas, pero legítimas. Pese a episodios traumáticos como el intento de golpe del teniente coronel Tejeiro, que en 1981 entró a balazos a la Cámara de los Diputados, o de los sistemáticos atentados terroristas de la ETA. Hechos que terminaron por consolidar un rechazo masivo a los extremismos políticos en una sociedad que los había sufrido como pocas otras.
 
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   Por obvias razones de historia, cultura y lengua los acontecimientos en la «madre patria» han repercutido siempre en el ánimo y corazón de los colombianos. La guerra civil española agudizó aquí el enfrentamiento entre liberales y conservadores en los años 40 y 50.  Yo alcanzo  a recordar en los sesenta a las «camisas negras» de Alzate Avendaño y peleas a puñetazo limpio en teatros bogotanos entre partidarios y enemigos del franquismo.
 
  Mi familia no fue ajena a las pasiones y polémicas que España producía. Mi padre, franquista convencido, fue desheredado por mio tío abuelo, Eduardo Santos, propietario único de El Tiempo, quien aborrecía al dictador español y defendió toda la vida la causa republicana. Tios y tias discutian siempre con ardor los acontecimientos ibéricos.
   
  Pero es una España distinta —moderna, dinámica y próspera— la que hoy escoge su inmediato futuro político. Pase lo que pase no habrá un regreso a tiempos cavernarios.
 
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   Significativo por lo moderado el discurso con el que el presidente Petro instaló las sesiones del Congreso al llegar a su primer año. No solo hubo cambio de tono sino llamado al diálogo para un acuerdo nacional y advertencia  a los congresistas de que en los meses venideros deben “tener clara la posición del Gobierno, qué es lo que pretende y para dónde va”. Creo que lo saben o por lo menos lo intuyen.
 
   Tras su intervención, Petro se quedó en el recinto y escuchó impávido las vehementes críticas de los congresistas que ejercieron el derecho de réplica que consagra el estatuto de la oposición. En el fondo, la jornada del 20 de juio fue una reconfortante comprobación de que esta vapuleada democracia vive y patalea.  
 
PS: Sería interesante escucharle al fiscal Barbosa algún agumento original sobre cuál debería ser la política antinarcóticos que tanto critica. Uno solo, porque hasta ahora ha sido la cansona repetidera de fórmulas fallidas. Así no va a sacar muchos votos cuando se lance pronto a la política.

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]