Ángel Romero Bertel: El periodista con criterio certero

Ángel Romero Bertel (Q.E.P.D.) vestido como todo un "cartacachaco" en una tarde bogotana. Foto GRS

Por Guillermo Romero Salamanca

Así lo calificó el premio Nobel de Literatura Gabriel García Márquez cuando escribió el reportaje publicado en la edición del 6 de agosto de 1983 en la revista Semana y titulado: “Bateman: misterio sin final”.

El relato narró los últimos días del líder del M-19 y cómo Ángel Romero Bertel, en ese momento jefe de redacción de El Universal de Cartagena encontró la noticia del año.

“Por esa época –el 20 de mayo– el jefe de redacción de «El Universal» de Cartagena, Ángel Romero, descolgó el teléfono de su jaula de vidrio para hacer una llamada de rutina a las 7 de la noche, y su línea se cruzó con la conversación de una mujer y un hombre. Hablaban sin reservas de la angustia que sentían por la desaparición de Bateman, que según ellos había sido víctima de un accidente de una avioneta en Panamá. Romero voló a Bogotá al día siguiente y trató de establecer algún contacto con el M-19, pero no logró la información. Sin embargo, una fuente militar le contó que, en efecto, Bateman estaba desaparecido, pero que la historia de la avioneta era una simple cortina de humo del M-19 para ocultar la verdad. Al parecer, el servicio de inteligencia de las Fuerzas Armadas estaba convencido en ese tiempo de que Bateman había muerto en el asalto a la población del Paujil (Caquetá), el 9 de mayo, y que el movimiento había inventado la patraña de la avioneta para no admitir su pérdida en combate. Tal vez esta sea la razón por la cual, aún hoy, las Fuerzas Armadas siguen observando en este caso una discreción que se parece mucho a la incredulidad”, escribió García Márquez.

“Sin embargo, con un criterio certero, Ángel Romero prefirió la hipótesis de la casualidad telefónica, y dio por primera vez la noticia de la muerte de Bateman en la primera página de su periódico el 30 de mayo. A pesar de la indiferencia con que fue recibida por los otros medios del país –sobre todo por los más grandes– aquella información fue sin duda la primicia más importante y bien concebida en lo que va del año. Nadie la creyó. Sin embargo, los mismos periódicos que la rechazaron como una simple especulación, cayeron meses después en la trampa de una noticia sin origen, según la cual Bateman se había fugado del país con los fondos de su movimiento”, agregó el escritor.

Cuando salió publicada la nota, Ángel Romero Bertel –porque así le gustaba firmar—anduvo con la revista bajo el brazo y la mostraba a todos sus amigos, agregando más sucesos de lo que aconteció aquellos días para conseguir la noticia de 1983.

–No joda, Gabo me llamó y me preguntó cómo conseguía la chiva, decía alegre y soltaba su consabida carcajada.

Años después sonó el teléfono y comentó: “Don Guillo, hace unos años Gabriel García Márquez hizo una nota sobre Bateman y ahí me mencionó, ¿sabe cómo consigo un ejemplar de esa revista, la guardé y no la encuentro ahora”, comentó.

Habían pasado más de 20 años de aquel suceso y sólo pudimos conseguir una copia digital.

Ángel Romero Bertel nació en Cartagena el 25 de marzo de 1949. Adelantó unos semestres de Derecho, pero le llamó más la atención el periodismo. Con una agilidad impresionante, escribía en segundos los leads como pocos lo hacen.

Conformó la primera selección de periodistas de Colprensa. En Bogotá había laborado en Todelar y en RCN Radio. Orlando Cadavid Correa, quien conocía su capacidad, lo llevó a la primera agencia de noticias de Colombia.

La dupla transformó al periodismo en aquellos años. Lideraron un grupo donde estábamos José Ramón Núñez, Giraldo Gaitán, César Vallejo, Arturo Jaimes y José Vicente Arizmendi.

Estudiantes de Comunicación Social-Periodismo del INSE –precursor de la Universidad de La Sabana—deambulaban por la sala de redacción en temas de prácticas. 

Las cuartillas se le pasaban a don Ángel, quien en segundos les hacía las respectivas correcciones y si era necesario, él mismo las volvía a redactar. No se complicaba y de inmediato las llevaba a la oficina de télex.

A los redactores los llamaba por sus variaciones que les hacía a sus nombres. Por ejemplo a Giraldo Gaitán, le decía: “tangai”, a José Ramón Núñez, a quien apodaban como “camión”, pues “mionca” y como yo escribía la columna “Pantallazos” me bautizó como “Puntillazos”.

–Oiga don punti, ¿por qué no entrevista a Hevert Castro, el coloso del humorismo? Hazte una nota con el hombre, es buena persona.

Otro día comentaba: “Hazte una vainita con Pernito”.

Y así iba dando las indicaciones. “Hoy llega un Premio Nobel al aeropuerto, búscalo y hazle una nota”. 

Una tarde comentó: “Pilas con unas declaraciones que va a dar el Ministro de Comunicaciones”.

Un viernes me dijo: “vamos hoy al Goce Pagano” –un rumbeadero que había cerca de la Universidad Incca, en la carrera 13 con calle 23. “Es que acá me tienen que dar una chiva”, comentó misteriosamente mientras pedía media botella de aguardiente.

Eran los años de la bella salsa de Ismael Rivera. Don Ángel conocía casi todos los temas del puertorriqueño. La música estaba en su punto y él estaba feliz. Gozaba con la canción y la cantó a todo pulmón: “Las caras lindas de mi gente negra/ Son un desfile de melaza en flor/ Que cuando pasa frente a mí, se alegra/ De su negrura todo el corazón”.

–¡No joda qué cosa más linda!, decía.

Yo lo miraba con incredulidad. Ese hombre tímido, metido en su escritorio de la Redacción, le gustaba la salsa. Después vinieron temas de Héctor Lavoe, Johnny Pacheco, Los Rodríguez, Willie Colón…

De un momento a otro, cerca de la barra, un tipo le pasó unos papeles y cruzaron unas palabras. Consumimos el resto de alcohol y partimos cada uno para su casa.

Al día siguiente tituló sobre algunos hechos del M-19.

Pero en las tertulias, al lado de un blanquito con limón, también gozaba con sus anécdotas de vallenato, música tropical y sonidos de su natal Cartagena. Contaba cómo le había tocado cubrir unos desmanes que hubo en Chambacú por la canción “La perra” de Alejo Durán.

“Cómo les parece que un día se casó una pareja. Cuando iban para la fiesta, un tipo –que había sido novio de la recién casada—comenzó a cantar: “Ahí viene la perra que me iba mordiendo/ perra valiente/ que mordió a su dueño. Es una perra valiente/ Es una perra tan brava/ el dueño dándole palo/ y la perra dándole diente”.

“Al esposo no le gustó la joda y se armó el zafarrancho. Tocó llamar a la Armada Nacional para controlar los desmanes”, contaba don Ángel Romero Bertel, mientras carcajeaba a mandíbula abierta.

Don Ángel tenía fuentes en todas partes. Siempre fue un periodista bien “dateado”, pero manejó un bajo perfil. Cientos de noticias pasaron por su cabeza, pero no era dado a recibir los créditos, porque la “noticia es la noticia y punto”.

Luego de su paso por Colprensa, probó suerte en El País de Cali, dirigió el noticiero de Radio 1.500 y se trasladó a Cúcuta donde estuvo por 22 años en la Jefatura de Redacción. 

“Mándeme datos y chivitas”, decía cuando llamaba.

Todos los días, hasta el 27 de junio del 2022 habló con su amigo Orlando Cadavid Correa y luego con Evelio Giraldo hasta el 1 de septiembre, colegas y hermanos desde sus épocas de RCN. “Adelantaban cuaderno, se reían y Ángel terminaba con la consabida frase: “¡Qué vaina tan jodida!”.

Hace un par de meses llamó preocupado por la salud doña Isabel, su esposa. Habló de las bellezas de sus hijos y del amor por sus nietos. 

Regresó a Cúcuta. Este 19 de marzo, día de San José, nos sorprendieron los colegas con la noticia del fallecimiento de Ángel Romero Bertel. No hubo aguardiente este domingo, pero igual, fueron muchos los tragos que libamos en Bogotá y Cali. Antes de escribir estos recuerdos busqué en YouTube una de esas viejas canciones que le gustaban al periodista con criterio certero.

Yo estaba en un vacilón/ Yo estaba en un vacilón/ Fui a ver lo que sucedía…Cuando ya me divertía/ Y empezaba a vacilar/ No sé de dónde una voz vine a escuchar/ Qué expresión tiene tu rostro/ Se refleja la alegría…/ Y está rodeado de tanta hipocresía/ Es El Nazareno….

Don Ángel Romero Bertel, mil gracias por sus enseñanzas.

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