Otraparte. Ennietecer

Gloria Luz y Óscar (el aplastateclas) aquí, "ennieteciendo" en Medellín

Por Óscar Domínguez G.

Hace doce años vengo proponiendo la incorporación al diccionario de un verbo nada adjetivo. Miré las 3.152 novedades aceptadas recientemente por la Real Academia de la Lengua y nanay cucas. Mi propuesta brilla por su ausencia. 

En cambio, ya tienen el nihil obstat de la RAE voces como garciamarquiano, cortazariano, mamitis, y una insólita, hagioscopio, un huequito hecho en la pared de una iglesia para mirar el altar. Una primera acepción que sugiero es: forma moderna de voyerismo teológico.

Nada personal tengo contra las palabras acogidas. Mi afán radica en que me niego a pasar de incógnito en la vida sin aportar nada. De pronto se me alborotá  el complejo de Eróstrato quien le prendió fuego al templo de Artemisa, en Éfeso, para salir del anonimato.

Por razones un tanto obvias no estuve en la invención del fuego hace 1,6 millones de años. Como influencer o youtuber de pedal me habría gustado aportar ideas para que funcionaran mejor la rueda o el arado. De eso hace 5.500 años y monedas.

Me habría dado por bien servido si hubiera tenido velas en el invento del ajedrez, el juego de todas mis vidas. Pues tampoco. Me madrugó un hombre que pasó la cuenta en granos de maíz pero el rey que debía pagar le puso conejo: nunca le pagó: No había grano pa tanta imaginación.

Como me he ganado la vida como aplastateclas, lamento no tener velas en las señales de humo, la imprenta, el telégrafo, el teléfono, la máquina de escribir, la radio, la televisión, el télex, internet… Con mi vecino de página Adolfo Zableh diría que estoy por pensar que soy un absoluto fracaso. Un petardo. “Un garufa, un caso perdido”. Me deberían echar de estas páginas. Ya.

¿Y este tipo para dónde diablos va?, se preguntarán los pacientes lectores que no han tirado la toalla todavía.

Me explico: hace doce años cuando nacieron mis primeros dos nietos, propuse el verbo ennietecer para describir el sentimiento que nos inunda a quienes nos estrenamos como abuelos.

Nadie dijo esta boca es mía. Hasta este año cuando el académico Olympo Morales Benítez, flamante abuelo de Gabriel y Antonio, le propuso al director de la Academia Colombiana de la Lengua esta acepción de «mi» verbo: “Impulsar hacia adelante la existencia enriquecida esta por la sabiduría natural y el afecto de los nietos y de los padres”.

Ahí va la cosa. Como en Colombia “todos nos llega tarde”, no me hago excesivas ilusiones con mi infinitivo…

Cuando nacieron los 2 primeros nietos escribí esta columna para El Tiempo:

Mundo: no estás solo, llegaron Mateo y Patrick

Los canguritos Mateo y Patrick George, nacidos hoy 12 de abril de 2010 en Melbourne (Australia), están un poco perplejos en tierra firme después de casi nueve meses en la comodidad del hotel mamá. Pero, bueno, van bien en el arduo oficio de bípedos implumes.

La cesárea que le hicieron a Josephine, la madre-antropóloga, fue exitosa. Los galenos que trajeron al par de terricolitas aplazaron hasta el final la operación para que estuvieran bien crecidos, con grasa suficiente.No han necesitado incubadora. De una atacaron la producción láctea de mamá.

Cuando no lo hacen, el somnoliento y fatigado padre, neuroantropólogo de los Andes, les da una mano: unta leche materna en el dedo, se la arrima a la boca para que se antojen, y si no maman, les administra tetero materno con una mínima jeringa.

Antes se llamaban Mellizo uno y Mellizo dos. El uno es Mateo, 49 centímetros, 2.600 gramos (300 más que su hermanito). Mateo se dejó venir en primera instancia: 5:44 de la tarde del domingo, hora de Macondo. Su compañerito de fórmula, Patrick George, irrumpió dos minutos más tarde. No hay afán.

Los padres nunca quisieron averiguar si serían varones o hembras, o una mezcla. Tenían varios nombres a la mano para el caso de que hubiera fémina de por medio. Alguien en la aldea global se perdió de llamarse Ilona.

No es por chicaniar, pero nos informa el padre de doble yema, que los repetiditos tiran mucho al Domínguez. Pocón de Wright. Aunque nunca se sabe: en el camino puede haber algún cambio. Sobre todo en el color de los ojos, dicen.

Ennietecer: Óscar Domínguez

En todo caso, qué pena con los abuelos australianos, Madeleine y George, pero “such is life”. Eso sí, los cuatro abuelos estamos felices conjugando el verbo ennietecer. Somos primerizos en este oficio para el que un poeta, Óscar Echeverri Mejía, acuñó la voz “abuelear”.

Ya el marrano de barro de Ráquira (Boyacá) convertido en Banco de la República doméstico está lleno de monedas de 500, a ver si atravesamos el charco para ir a llenarlos de piquitos y de ternura de abuelos.

Prometemos, “urbi et orbi”, que seremos los abuelos más irresponsables y alcahuetas del Universo. La vida nos quedará chiquita para cumplir esa deliciosa tarea.

También multiplicaremos la compra de baloto. Lotero que vemos, lotero al que bajamos de un quintico. El proletario chance no nos sirve. Prima que se atraviese, prima que se encaleta para dar el gran salto.

El abuelo inició la respectiva lagartería ante el embajador Diego Betancur para que lo nombre así sea inspector de zócalos de la embajada en Canberra. Me ayudará la abuela Gloria, artista plástica. Me sacrificaría como guachimán o celador, que llaman.

Le diré al antiguo mamerto del Moir, que también el abuelo tercermundista es capaz de redactar patrióticos y lacrimógenos discursos para el 20 de julio o el 7 de agosto. Si quiere discursos sin la a o sin la i, que mande.

Tengo armas secretas: si se resiste, le diré que cubrí para Colprensa la campaña de su padre Belisario Betancur, mal poeta pero magnífico abuelo. Si todavía se resiste, le recordaré que conocí a su mamá, doña Rosa Elena Álvarez, yarumaleña, a quien BB se levantó en una heladería de Belén, años ha.

A los mellizos les regalamos esta propuesta de vida de un paisano suyo, aborigen australiano: «Todos estamos de visita en este momento y en este lugar. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa”.

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