Por Guillermo Romero Salamanca
Cada conversación con Luis Alfonso Salazar era de una hora como mínimo. Estaba enamorado de su proyecto “Cómo está Cali”, un periódico virtual en el cual expresaba todo su sentimiento sobre la ciudad. Cubrió los acontecimientos recientes de las asonadas que, por poco, destruyen a la capital del Valle.
Hacía todo el periódico virtual. Diseñaba, buscaba fotos, titulaba, arreglaba acá y allá. Gastaba la mañana en ello. Después del almuerzo procedía a enviarlo a infinidad de contactos por las redes sociales.
Cuando sonaba una llamada de su celular, se sabía que empezaría con “Hola Memo, cómo te parece que…” Y se despacha en un monólogo de 40 minutos proporcionando datos, informes, noticias de los últimos días en Santiago de Cali.
Le produjo mucha tristeza ver cómo azotaban a Santiago de Cali durante estas recientes trifulcas. Era inconcebible para él lo que estaba ocurriendo. “No lo puedo creer”, recalcó una y otra vez.
El lunes 23 de agosto no envió el periódico a sus habituales lectores. Extrañado le escribí hacia las 6 y 20 de la tarde y me contestó que tenía problemas en las redes de internet, pero que ya estaban solucionando el problema.
El martes no envió diario, ni tampoco contestó el teléfono. Pasó lo mismo el miércoles, jueves, viernes y este sábado. Las preguntas sobre su extraña desaparición comenzaron a rondar en los distintos periodistas y medios de comunicación en el Valle del Cauca donde gozaba de un aprecio y reconocimiento por su labor periodística.
A las seis de la tarde de este sábado 28 de agosto, llegó un mensaje desolador: Luis Alfonso Salazar falleció, víctima de un infarto, en horas de la noche del lunes 23 de agosto.
Desconcierto en redes sociales y en las expresiones de docenas de periodistas que comenzaron a postear en sus páginas sobre el deceso.
Luis Alfonso Salazar nació en Guadalajara de Buga y fue allí, en la poderosa Voces de Occidente, donde comenzó su carrera periodística. Un día se trasladó a Santiago de Cali donde impuso un estilo en Todelar, RCN, Armony Records, Radio Planeta, La Red Sonora, Tropicana y desde hace un año comenzó a editar “Cómo está Cali”, nombre que tomó de sus noticieros en los cuales entrevistaba a concejales, diputados, candidatos de todas las colectividades locales, regionales y nacionales.
Entrevistador mordaz. Estaba delante de la respuesta. Conducía al personaje a donde quería llevarlo él con sus ágiles preguntas.
Se reía cuando las mujeres le llamaban como “el indio”.
En una Feria de Cali hizo una de sus más memorables transmisiones. Se trepó en un helicóptero y comenzó a narrar -a través de Radio Mil 500– lo que veía: un mar inmenso de personas que se agolpaba en la Calle Quinta y en la Avenida Rossevelt esperando la cabalgata. De un momento a otro los espectadores comenzaron a saludarlo y entonces él gritó: “la mano, la mano, la mano”. Se produjo una oleada que cubrió todo el recorrido. Luis Alfonso gritaba una y otra vez y tal vez ha sido la narración más larga en la historia de la radio con la repetida frase.
Cuando se apeó del aparato, los presentes le dijeron: “Luis Alfonso, la mano, la mano, la mano”.
Le fascinaba el tema político. Y claro, transmitió decenas de elecciones. En una oportunidad invitó a un joven estudiante de Periodismo, llamado Jota Jota Rodríguez. Le pidió que se encargara de los datos del exterior. El muchacho sacó papel y bolígrafo y comenzó a buscar los datos. Los candidatos: Ernesto Samper y Andrés Pastrana. El novel comunicador apresurado tomaba nota. Luis Alfonso le dio el cambio para que informara cómo iba el escrutinio en Europa. “En Madrid, Ernesto Samper 4.565, Andrés Pastrana 2356. Polanco, 234. En París, Samper 3456, Pastrana, 1432, Polanco, 158…” Y así continuó. Minutos después, Luis Alfonso extrañado le preguntó: “Jota Jota, ¿quién es el señor Polanco que usted anuncia?”.
El muchacho, asombrado, se puso de todos los colores posibles y manifestó: “Perdón, perdón. No es Polanco. Es votos en Blanco”. Explicó que la B que había escrito había quedado como una “P” y una “o”. La carcajada fue general y Luis Alfonso mandó a comerciales.
En una oportunidad fuimos a Yopal a cubrir una cumbre de gobernadores. Tan pronto despegó el avión sacó la grabadora y me hizo una entrevista de una hora. Preguntó de todo. Conversamos desde política, hasta espectáculos, pasando por religión, filosofía, salud. El avión aterrizó y me dio las gracias. Con la entrevista ablandó el nerviosismo a volar. Nos reímos como locos. Lo grave fue el regreso: otro diálogo preguntando sobre Japón y las estrellas.
Políticos, dirigentes económicos y gremiales, sindicalistas, pero mucha gente del común pasó por los micrófonos donde dirigió noticieros. Amigo de los colegas. Gozó con la publicación de las historias de Álvaro Miguel Mina sobre su pueblo natal.
Este sábado 28 de agosto, a cinco días de su deceso, comenzaron a circular decenas de historias del periodista que se divertía entrevistando: Luis Alfonso “el indio” Salazar.