Yo, Barrabás

Por Oscar Domínguez Giraldo

  • Vistazo a Poncio 

Según Borges, “Dios le dio a Caín la luna por cárcel”. En mi caso, al Maestro de Galilea le debo haber vuelto a tener la libertad por cárcel. “Gracias, Espíritu Santo, por los favores recibidos”, dije para mis adentros cuando me pusieron de patitas en la calle. Como verán, soy pionero de esta clase de clasificados. 

Lo de mi libertad fue a mis espaldas. Cuando me ordenaron que me abriera del parche, casi me pescan dentro de uno de los túneles que había estado perforando. Tenía esa cárcel convertida en un queso gruyer de tantos huecos que le había construido. Parecía un penal colombiano. O un panal. 

El día D (de la salida)  pregunté qué les había chocado que me sacaban a la brava. Y otras barrabasadas. De allí mi nombre de Barrabás. “No digás bobadas, y abrite”, fue la respuesta destemplada que recibí de uno de mis carceleros, tan preso como yo. 

Barrabás, para los que levitan con los detalles, es un nombre compuesto de “bar” que significa hijo y “abbas” que puede traducirse por “hijo de un padre”. Hijo de alguien, para resumir, y pasar al siguiente párrafo. 

No me dieron tiempo de endosarle a ningún parcero la herramienta con la que perforaba el túnel. Por eso creo que mis colegas de patio no me bajaban de judas. Decidí irme seguro de  que “la libertad es la prisión del hombre libre” (Lawrence Durrell). 

De las andanzas de Jesús, muchos  nos enteramos después de lo que había pasado. Nunca supe de esa revolución de amor que se  estaba cocinando por fuera de mis barrotes, los mismos que dieron origen al traje a rayas del presidiario.  

Del Galileo sabía que se las sabía todas. Inclusive que había curado a la suegra de un pescador con alzhéimer ficticio. Me refiero al tal Pedro, quien negó tres veces a Jesús. En Hechos, 3:14 Pedro no me baja de asesino. Y para los asesinos como yo la pena era la muerte. 

De Poncio Pilato supe tarde que se ponciopilatió las manos antes de entregar a Jesús y de ordenar mi libertad.  

Para unos evangelistas yo estaba en la cárcel por  agitador,  para otros era un vulgar  ratero, o un homicida. Como muchas mujeres no se enamoran de la pinta sino de la biografía, imaginen el camello que significó para mí conseguir viejas para practicar el sexto mandamiento: sí fornicar. Casi no pierdo la virginidad. 

Pero de algo tenía qué vivir, ¿no? Lo de agitador no me desagrada. Hay algo de altruismo en eso. Lástima que no sea verdad tanta belleza.  

No me creerán pero siempre me gustaron los ricos….  para redistribuir el ingreso a sus espaldas, robándoles lo que les sobraba.  Claro que lo que empezó como un tic para sobrevivir con lo mínimo, después se me convirtió en cleptomanía que es robar por inercia.  

¿Homicida yo? “Aparte de los asesinatos que había cometido me consideré siempre un hombre decente”, como diría George Mikes, citado, como otros autores mencionados en estas líneas, en la novela “La cárcel”, la pequeña obra de Jesús Zárate, editada por el prolífico canelo Benjamín Villegas. (Uno roba citas de aquí y de allá para posar de culto. ¡Qué tristeza!). 

Me pareció tan tenaz la cárcel que cuando volví a la civil, para desquitarme, solía comprar pájaros enjaulados para ponerlos en libertad. Lo mismo hacía Leonardo, cuenta Emil Ludwig, un biógrafo que quisiera para mí en vez del inmenso menso que firma estas líneas. 

Una cosa que entendí primero que Bertrand Rusell fue ésta: “Es preferible que 99 culpables puedan escapar que un inocente pueda ser condenado”. No sé si éste fue o no mi caso. Tampoco me quita el sueño.  Mejor no les quito más tiempo desde mi eternidad sin estrés. 

PONCIO 

Otro personaje famoso de Semana Santa es el procurador Poncio Pilato. 

Debido al  papelón que le tocó hacer en  la muerte de Jesús, al hombre que tiene un remoto parecido con Antanas Mockus, le han  dado hasta con el balde del agua.   

Nadie le reconoce que se jugó la carta de Barrabás para liberar a Jesús, pero los judíos no le comieron cuento.  

Según el apóstol Juan Poncio le endosó Jesús a  Herodes, pero este se hizo el loco y  se lo devolvió. 

Ese día nació la expresión ir de Herodes a Pilato. 

Pilato  lamentó el resto de sus días  no haberle parado bolas a su mujer que le mandó decir con la dentrodera  que no se metiera con “ese justo”.  

Pilato le hizo a Jesús las preguntas que a ningún periodista se le habrían ocurrido. Ni siquiera a Oriana Fallaci:  ¿Eres tú el Rey de los judíos? ¿Qué has hecho? ¿Luego, tú eres Rey? ¿Qué es la verdad?  

A Pilato nunca le dieron las gracias por enriquecer el diccionario dando lugar al nacimiento de un verbo poco utilizado.  

Ese verbo es  “ponciopilatiarse” las manos.  

Que equivale a hacer algo sospechoso y después sacar disculpas.El famososo fuequequefuequeque. 

Y como nadie sabe para quién trabaja, en el mercado hay un jabón marca Pilato.  

Muy bien, pero ¿y de los derechos de autor para Poncio qué?  

Durante diez años fue el tercer procurador de Judea.  

Como procurador estaba por debajo del gobernador.  

Pero sin pensión de jubilación, de algo tenía que vivir para pagar el arriendo, las túnicas, el trago y las viejas.   

Además, en su caso, como en el de Judas, las profecías mataban el libre albedrío.  

Lo suyo era pelea de toche con guayaba madura.  

Terminada su procuraduría en Palestina, se dio el ancho con su familia y  se fugó  para Marsella, Francia.  

Por los retratos hablados,  la gente lo reconocía  cuando salía a la calle a comprar el aceita, los dátiles, la leche, los huevo y el pan. 

Cuando le preguntaban por Jesús  respondía: “¿Jesús? Ni veniales. ¿En qué equipo juega?” 

Claro, nadie le creía. Y como no podía tener amigos le tocaba hablar solo. 

Ahora no falta sino que aparezca el Evangelio de Poncio Pilato y le dé otra voltereta al dogma católico. 

Mejor termino  para no pegarles la gripa (no es covid) a los posibles lectores que llegaron hasta aquí… 

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