Por Gabriel Ortíz
Ya pasamos en Colombia por una contaminación electoral que aún estamos soportando, sufriendo y padeciendo. El mundo moderno, la inteligencia artificial, la carantoña, la zalamería y las redes sociales han dado licencia a diestra y siniestra para que cualquier novato con ganas de figurar meta las narices en debates electorales.
Los colombianos somos campeones mundiales. No nos perdemos una sola intromisión. Desde el Ecuador, hasta Cabo Verde o los lagos que han aparecido en la Luna aparecen, el oportunista, o la oportunista.
Sin conocimiento alguno sobre el lugar o la zona, pontifican y buscan payazos para conformar grupillos políticos en donde su índice señale sobre un planisferio. Siempre, desde luego, buscando un beneficio económico.
En esta época electoral, especialmente la que se desarrolla en los Estados Unidos, hasta el propio Trump se dejó llevar, o engañar de los afanes de ciertos colombianos, que aspiran a una visa –los que aún no la tienen- o a pingües negocios entre las dos naciones. Hay mucha arma o equipo militar en oferta.
La zalamería cargada de halagos y productivas transacciones, convierte a muchos de nuestros paisanos nacionalizados o no, en organizadores e instaladores de productivas y lujosas “suits” en Miami y demás regiones, en las cuales a veces se habla español, y que tienen línea directa con Bogotá, Cali, Palmira, Buga, Medellín y desde luego la costa atlántica.
Por ello, no es difícil entender cómo muchos de ellos toman partido y se entrometen en las campañas de los actuales candidatos norteamericanos. Parlamentarios, embajadores, gobernadores, lagartos y charlatanes conforman ese ejército.
Tradicionalmente los Estados Unidos, han mantenido relaciones bipartidistas con Colombia. Quien suba, maneja las cosas sin modificación. La Alianza para el Progreso o el Plan Colombia se conservaron con los diferentes mandatarios estadounidenses.
El dirigente político Víctor G. Ricardo, en magnífica columna de esta semana, retrata muy bien la forma como se mantienen las relaciones entre Colombia y los vecinos del norte.
Bien vale la pena que los colombianos (as) áulicos de Trump, aprendieran a leerlo. Con seguridad se apuntarían mejor y podrían preparar sus bolsillos sin dejarse retratar.
Gane quien gane, nuestro Estado, nuestro gobierno, nuestra estructura económica y política, seguirán el rumbo con el que se han mantenido. Se sabe que ello depende del cumplimiento de los designios, intenciones y propósitos del ganador. Además allá si juega, y con todo el poder, el legislativo. Nadie lo desconoce y nadie puede obligarlo, o convertirlo, en “gato dócil” con sesiones virtuales que absuelven a los altos funcionarios.
Gane Trump o Biden, el presidente Duque, deberá durante los dos años que le restan, manejar las cosas como han transcurrido: bipartidistamente.
Las enseñanzas de Víctor G. deben aprenderse por parte de los oportunistas que se fueron a vivir o a “gorrear” estadía en Miami, Nueva York y otras ciudades. Lo demás, será un simple intento de “contaminación electoral” colombiana.
BLANCO: El adelanto de la prima.
NEGRO: Lo que se nos puede venir mañana. Todos quieren celebrar las brujas y el covid los espera.