Por Patricia Lara Salive, Bogotá
No puede llegar en mejor momento el fallo de la Corte Suprema de Justicia en defensa de la protesta pacífica y en contra de los abusos (léanse asesinatos y golpizas), que la policía y el Esmad han cometido contra algunos manifestantes. Porque dos policías sometieron a punta de descargas eléctricas al abogado Javier Ordóñez y lo mataron a golpes en un CAI, en presencia de cinco policías más; y cerca de diez jóvenes murieron en la capital, seguramente por las balas perdidas disparadas a la loca por los policías en las protestas que ocurrieron a raíz de la rabia despertada en la población por el asesinato de Ordóñez. Y justo pocos días después de eso, el presidente Iván Duque no solo no se solidarizó de manera inmediata con las víctimas, sino que apoyó a la Policía y al ministro de Defensa: “Hemos visto hechos dolorosos el día de hoy —dijo—, pero hemos visto también la actitud gallarda, férrea, no solamente de los comandantes de la Policía, sino también del señor ministro de la Defensa”, etc. Como si no bastara semejante declaración hecha en medio del dolor de las víctimas y de la ira de buena parte del país, Duque salió en los noticieros disfrazado de policía, con lo cual avaló, de manera subliminal, los atropellos que estaban cometiendo. De manera que, en este momento, la sentencia de la Corte es un freno al Gobierno en su carrera hacia el recorte de las libertades y la restricción de la democracia.
Porque la Corte fue muy clara en que el Esmad debe suspender el uso de escopetas calibre 12, en que de parte de este y del Gobierno ha habido “sistemáticas agresiones” que amenazan el derecho a manifestarse, y en que el ministro de Defensa debe pedir perdón por los abusos cometidos en las protestas de noviembre del año pasado, cuando un policía asesinó al joven Dilan Cruz. Y eso que la Corte no analizó el asesinato de Ordóñez ni las muertes por balas perdidas ocurridas este mes.
Sin embargo, al cierre de esta columna, el Gobierno insistió en su odiosa y provocadora terquedad, pues en una declaración dada desde la Casa de Nariño por el ministro de Defensa, Carlos Holmes Trujillo, quien apareció acompañado por el director de la Policía, general Óscar Atehortúa, se anunció que el ministro no solo no va a pedir perdón, sino que el Gobierno le pedirá a la Corte Constitucional que revise el fallo de la Corte Suprema porque, según dice, el Esmad como institución no comete excesos, pues actúa con base en protocolos, sino que ocurren casos puntuales en los que sus miembros incumplen las normas.
O sea que siguen montados en el mismo cuento de las manzanas podridas, cuando es evidente que en la Policía hay, por lo menos, una falla grave en la selección de sus miembros, su formación y los principios que les inculcan.
Si el presidente Duque y su ministro de Defensa siguen diciéndose mentiras y ocultando el sol con las manos, el país va a explotar. Y ellos continuarán preguntándose por qué, si a sus ojos todo anda divinamente.
Nota. Los invito mañana sábado, entre 8:30 a.m. y 1 p.m., a la conferencia “El mundo exige paz”. Hablarán, entre otros, además de miembros del Gobierno y de los equipos negociadores, los presidentes de la JEP y de la Comisión de la Verdad y cuatro premios nobel de Paz, incluido Juan Manuel Santos, quien dialogará con los expresidentes Pepe Mujica y Felipe González. ¡No se la pierdan! Facebook Live, YouTube, @Defendamoslapaz y La Línea del Medio.
No escribo sobre ‘el presidente’ porque el país entero sabe que el no gobierna, Duque solo es un pobre ventrílocuo; escribo por la deshonra que hace el Ministro de Defensa, no solo a su pueblo sino también a sus mayores. Su padre, el inolvidable e irremplazable Senador Carlos Holmes Trujillo Miranda, un socialdemócrata en toda la extensión de la palabra, escribía en una de sus férreas campañas: «Las armas sucias no podrán contra las vidas limpias». Y en uno de sus elocuentes discursos alguna vez dijo: «Una sociedad no esta organizada con justicia, mientras haya hambre en los hogares, desesperación en el ambiente, incertidumbre sobre el porvenir en la mayoría y concentración aberrante de dinero y bienes en manos insaciables, pero jamás satisfechas. Esa estructura social tiene que ser revisada en puntos claves para abrir el camino hacia una forma de vida mas acorde con los derechos de la persona humana». Que doloroso tener que ver a su hijo Ministro masacrando un ideario político, social y económico que su Padre se lo enseño desde niño y ahora irrespeta con arrogancia y desprecio al pueblo colombiano.