Eso de la ‘mentira piadosa’ ya no funciona ni por “razones humanitarias” cuando se le ocultaba al enfermo la verdad de su situación. Pero, parece que por razones políticas, sigue vigente la mentira piadosa en los medios de comunicación con respeto a la situación del país.
El presidente de la Cámara de Comercio de Bogotá (CCB), Nicolás Uribe, presentó un descarnado informe de la situación empresarial de la capital que, por extensión, es fiel copia de la situación empresarial del país. Pero, tratando de no atraer la ira del GnoNal por decir la verdad, entonces, califica la quiebra de miles de microempresas como un “micro desastre”. Con todo y ese rebuscado eufemismo, el periodista Yamit Amad sobrepuso lo que bien podríamos llamar, sin redundancia, “eufemismo eufemístico”, pues, le pareció mejor decir “pequeño gran desastre”. ¡UF!
El “pequeño gran desastre” consiste en la quiebra de 37.000 empresas en tiempo de pandemia que han dejado en la calle, al menos, un millón 200.000 personas. Y aquí otro eufemismo: se habla de 590.000 desempleados y “un número similar de inactivos”. O sea diferencian entre personas que no tienen empleo con las que no hacen nada: ¡Hágame el favor!
Ese “micro desastre” muestra otro “pequeño gran desastre” entre los desempleados: el 35% son jóvenes entre 18 y 25 años y el 26% mujeres de todas las edades, generalmente ya cabezas de hogar. Todo el establecimiento nacional y distrital debiera estar dado a buscar empleo para estos jóvenes y mujeres que están llevando del bulto.
El entorno empresarial de Bogotá + 59 municipios de Cundinamarca cuenta con 520.000 empresas formales: 4.000 grandes; 16.000 medianas; 40.000 pequeñas y 460.000 microempresas. Cuando hablamos de empresas tendemos a creer que se trata de empresas de verdad, por decirlo de cualquier manera. Pues no: las 460.000 microempresas son negocios que escasamente generan empleo para el dueño y, a veces, para alguna otra personas del entorno familiar. Y ese empleo microempresarial representa el 90% de todo el empleo formal, informal e inducido que se genera en el país.
Y aquí el colofón: esas microempresas son las que cargan con tasas de interés entre 35 y 50% efectivo anual, impuesto por el Gobierno Nacional (Superintendencia Financiera) y, por supuesto, aplicado por la banca. Esas altísimas tasas se han mantenido, poco más o menos, durante los meses de pandemia, a pesar de que el Banco de la República ha recortado sus tasas de interés a la banca del 4,5 al 2%, y el Gobierno Nacional les ha extendido garantías de crédito a través de Fogafín hasta del 90%.
No hay ninguna posibilidad de que la economía colombiana se recupere en forma sostenida y sostenible a ese nivel de tasas de interés. Una efectiva recuperación económica poscovid-19 pasa por la regulación de las tasas de interés. Pero de eso, ni se habla… Puede que el PIB crezca, pero dentro del bolsillo de los más ricos o dentro de la caja de las multinacionales, ahora que, a esas sí, les están buscando cómo extenderles más gabelas para que lleguen a enterrar por completo la industria nacional.
Colombia se ha convertido en un cementerio de empresas y un ejército de desempleados justo en el momento en que hablamos eufemísticamente, por razones políticas, de “micro desastre” y “pequeño gran desastre”.