Por Lisandro Duque Naranjo, Bogotá
Mi experiencia en televisión me ha enseñado que responsabilizarse de un programa diario de una hora es cosa extenuante. Mucho más si el trabajo alterno de quien lo dirige, y por el que le pagan, es la Presidencia de la República. Supongo que quien parece ser el mandatario nuestro, por haber vivido tantos años en EE. UU., tiene por íconos a Larry King o Jimmy Fallon. Pues no se le nota, y más bien sí recuerda a esos dueños de circos varados que además de ser los maestros de ceremonia tienen que vender las boletas en la taquilla y después recibirlas en la portería. Obvio que para aligerar su faena, él tiene su troupe sacada de las canteras de “la Sergio”, y cuando esta no alcanza a proveerle egresados suficientes, acude de emergencia a la Sabana, la del Opus Dei. Pero entre ambas alma mater no dan abasto. Aun así se las arreglan a medias para atender el chuzo, solo que rotándose en demasía de un cargo al otro: que de consejeros de tal cosa a ministros, que de ministros de tal cartera a ministros de tal otra, o a la Fiscalía, o a la Procuraduría, o a tal Corte, embajada, etc. Muy pocos para tanto puesto, razón por la cual la gestión se vuelve algo incestuosa. En semejante agite, es explicable que cada cual tire para su lado mientras el dueño del circo se sienta a maquillaje, revisa los libretos y corrige el teleprónter. Es posible que tenga un Hassan a su lado que le diga: “Presi, eso de «masacre» suena feo en televisión, y no se olvide que vamos en horario juvenil”. “Cierto, cierto, llama a Carlos Holmes para que sugiera algo más técnico”. Pasan unos minutos y Hassan regresa radiante: “¡Listo presi: Carlos Holmes propone «homicidio múltiple»!”. “¡Buena esa!”, le dice el presidente. Como ya para entonces está por iniciarse el conteo para salir al aire, Hassan le dice: “Presi, hoy viaja usted a Samaniego. Allá la cuestión está tesa: nueve muertos, todos jóvenes. Los medios están hablando de «ausencia de Estado». “¿Y usted le ve problema a eso, viejo?, ¡pues se les construye uno!”, concluye el jefe mientras el coordinador dice: “¡4, 3, 2,1… grabando!”. La televisión es así.
Hassan es el duro para cambiarle articulitos a la gramática: a propósito de una lista de 400 personajes públicos “perfilados” -ya eso era suficiente audacia lexicográfica, pues en realidad se trataba de opositores sometidos a espionaje policial-, propuso más bien referirse a ellas y ellos como “influencers monitoreados”. Y listo el pollo. También alguien distinto a Hassan, porque no todo tiene que ser él, había reemplazado la palabra campesino por el perendengue “emprendedor del campo”.