Por Guillermo Romero Salamanca
Esa tarde, los treinta estudiantes del último semestre de la Facultad de Comunicación Social callaron cuando su profesor, Alfonso Morillo Ricaurte les dijo en tono claro y enérgico: “Si ustedes pasan el examen, desde luego que recibirán el título, pero de este grupo sólo veo a tres futuros periodistas, porque son los únicos que se les nota la pasión por esta profesión”.
Guardaron silencio, pero en el fondo de sus conciencias sabían que su maestro, tenía la razón.
Durante varios años de cátedra de Periodismo y Televisión, Alfonso Morillo les imprimía a sus alumnos, por medio de docenas de ejemplos, cómo se debía vivir el arte de buscar todos los días la verdad.
Alfonso vive la vida con intensidad, romántico por excelencia, nostálgico por genética. Alguna vez quiso aprender a tocar guitarra, veía como sus paisanos, en Ipiales, eran unos maestros en el tema del punteo. Él lo intentó, pero un día la colgó en la pared y desistió del ejercicio. Desde ese día, optó por escuchar con atención las tonadas de los pasillos y los bambucos andinos.
Cuando terminó el bachillerato viajó a Bogotá con el fin de adelantar sus estudios en Derecho, pero debía ingeniárselas para conseguir el sustento. Consiguió entonces un trabajo en el penúltimo puesto de la ANDI, como lo califica ahora, donde aprendió a manejar un mimeógrafo e imprimía un boletín de la Asociación.
Pasaba horas y horas leyendo los comunicados y por ese olor a tinta le despertó el interés por el Periodismo.
Recibió una oportunidad para laborar en un programa de televisión auspiciado por Fruco y animado por doña Gloria Valencia de Castaño. Aceptó de inmediato.
Él era el coordinador de la logística y en uno de los descansos, ella le preguntó: “¿Qué estás estudiando?
-Derecho, le contestó el joven colaborador.
-Pero deberías de aprender Periodismo, tienes voz, ¿por qué no haces un curso de locución?, le aconsejó la primera dama de la televisión colombiana.
Alfonso, que siempre ha sido obediente, se inscribió en el Colegio Superior de Telecomunicaciones, abandonó el Derecho y con su tarjeta llegó a Radio Juventud, de don Jaime Espinosa.
EL PRIMER TELETIPO
“Ese día comencé a laborar con otro joven deseoso de incursionar en el mundo de las comunicaciones: Yamid Amat. Los dos dábamos la hora. “En Radio Juventud son las 3 y 15 y ahora escuchen un tema de don Antonio Aguilar, “El venadito”.
Unas semanas después los dos locutores estaban cansados de la rutina.
–Alfonso, le dijo Yamid, compremos entre los dos un radio.
–¿Para qué?, le contestó Alfonso.
–Así tendremos un “teletipo”.
“Así lo hicimos. Yamit lo llamó “teletipo” porque de allí sacábamos noticias de Caracol, RCN y Todelar y las transmitíamos. Don Álvaro Ruiz, director de la emisora le encantó la idea y entonces se organizó un noticiero con la dirección de Jaime Villamil León. El otro integrante de esta nómina informativa era don David Cañón”.
Un par de años después, Yamid lo llevó a Caracol. “Era mi jefe, aprendí mucho de él. Es un extraordinario periodista, creativo, inteligente, inquieto. Me dieron la sección agropecuaria, luego estuve unos días cubriendo política por cuestiones electorales, pero no me gustó para nada ese tema y siempre he dicho que mi política es ser apolítico”, explica ahora.
UN DIRECTOR REPORTERO
Lo pasaron a cubrir información económica, donde ejerció el periodismo con seriedad y profesionalismo. Siempre ha sido un apasionado por las primicias.
Llegó luego al noticiero Cinevisión y le tocaba atender todas las fuentes. La empresa lo envió a Nueva York para adelantar un curso de edición producción y posproducción.
A su regreso fue nombrado director del noticiero. “En esa época había 6 noticieros. Entonces me llevé a varios compañeros de Caracol Radio. A William Giraldo lo nombramos jefe de redacción, a Efraín Marín cubría varios frentes y Mónica Rodríguez encargada del Ministerio de la Defensa. El primer lugar lo disputábamos con Mauricio Gómez del Noticiero 24 horas. Fueron 10 años de ardua competencia por la sintonía”.
Ahora, en su descanso en Cajicá, saca ratos para adelantar su libro titulado “A mi manera”, quizá inspirado en la famosa canción interpretada por Frank Sinatra o José José, donde narrará pormenores de cómo obtuvo muchas de sus “chivas” en su vida profesional.
Alfonso es ante todo un reportero.
“Yo vivía por las exclusivas, por buscar la verdad. En el noticiero fueron montones de primicias. Recuerdo cuando cayó la plana mayor del M-19 en la frontera colombo ecuatoriana. El Tiempo tituló al día siguiente: “Cae plana mayor del M-19, informó anoche Cinevisión”, recuerda ahora y prosigue: “El noticiero tenía una seriedad y confiabilidad en las noticias”.
“Duré dos días con la noticia, no la podía soltar hasta que no lo confirmara con los comandantes de esa época. Llegó ese lunes festivo, televisión en blanco y negro, y dimos la noticia del momento. Recuerdo que el general Fernando Landazábal fue a Cali a mirar los pormenores y cuando un periodista nuestro lo quiso entrevistar, le respondió: ¿Qué me va a preguntar si ustedes lo saben todo?”.
POR ENTRE PEÑASCOS Y UNA CUEVA
“Yo, ante todo, soy reportero. Una de mis experiencias más recordadas fue cuando dimos la noticia del hallazgo de 25 esqueletos en la Serranía del Perijá. Un excompañero mío de bachillerato, me llamó desde Barranquilla para darme la información. Nos fuimos con una patrulla de diez soldados, descendimos por una montaña, arriesgando la vida hasta llegar a la cueva. No se supo a ciencia cierta quiénes eran los difuntos. Unos decían que era un cementerio indígena, pero otros aseguraban que habían sido asesinados por agentes del narcotráfico”, recuerda.
“Los videos se llevaron a Medicina Legal, pero nunca dieron una versión porque con los videos no podían dar un concepto. Al día siguiente Yamid Amat comenzó a desarrollar la noticia diciendo que era una investigación de Caracol, entonces me tocó sacar en la emisión aspectos de la peripecia, de cómo bajamos unos 10 kilómetros por peñascos, ramas, peligros a izquierda y derecha y contar cómo habíamos tenido la exclusiva. Le dije a Yamid: las investigaciones no se hacen detrás de los micrófonos”.
“La Revista Semana me pidió detalles de cómo llegar al lugar y enviaron periodistas, días después”.
EN EL INSTITUTO LINGÜÍSTICO DE VERANO
En esos años existía en el país, en el Meta, el Instituto Lingüístico de Verano. Allí había franceses, alemanes, estadounidenses que adelantaban estudios de las lenguas indígenas.
Ante las versiones que circulaban sobre el Instituto, me fui con un camarógrafo hasta Loma Linda. Era un gigantesco centro inexpugnable, que contaba, incluso, con una pista de aterrizaje. Existían rumores sobre la explotación de uranio en el lugar. Había una inmensa laguna. Allí, incluso, los instructores se metieron a nadar y hacían bromas sobre la explotación del apetecido mineral. En 20 años nosotros fuimos los primeros en visitar el exótico lugar. Luego fue abandonada la institución con el asesinato el 19 de enero de 1981 de Charles Allen Bitterman por parte del M-19”.
“Eso lo contaré en mi libro”, aclara.
ÚLTIMA ENTREVISTA A LEDHER
Nunca perdió su carácter de reportero. El 4 de febrero de 1987, cuando hacía programas de televisión para el Comando General de las Fuerzas Armadas tuvo una exclusiva: la extradición de Carlos Ledher, capturado horas antes en Guarne, Antioquia. Logró entrevistar al capo, minutos antes de ser enviado a los Estados Unidos. Aprovechó unos minutos mientras preparaban la avioneta. Fue cuestión de agilidad reporteril. Le pidió permiso al general Manuel Guerrero Paz para grabarlo. Luego le llevaron la grabación al presidente Virgilio Barco para que autorizara la distribución a los medios de comunicación. Él negó la petición. Tres años después, cuando se hizo la primera emisión de CM&, el 2 de enero de 1992, fue emitida en su totalidad”, cuenta ahora.
METIDO EN UN SUBMARINO
Cuando llegó a Colombia el submarino Tairona hicimos un especial. No había sido autorizado el ingreso de periodistas a la nave, pero logramos navegar en profundidad y mostrar escenas de ascenso a superficie.
“Se obtuvieron muchos puntos de sintonía”, dice ahora.
“En mi libro contaré todos los detalles”, comenta, mientras sonríe.
DOS HORAS DETRÁS DE UNA CORTINA
Cubría información para Caracol Radio durante el gobierno de Misael Pastrana Borrero. Ingresó a uno de los salones del Ministerio de Agricultura y comenzó a escuchar conversaciones curiosas. Entonces se escondió detrás de unas cortinas.
“Ahí calladito, sin moverme, entre asustado y expectante oí cómo se planeaba el lanzamiento como candidato a la presidencia de Hernán Jaramillo Ocampo”, revela ahora.
“Se trataba de un programa en el cual Jaramillo Ocampo aprovecharía su condición de ministro para visitar zonas rurales, hacer campaña, conseguir adeptos, tener líderes regionales y luego lanzarse a la presidencia. Yo lo grabé todo. Los tipos se fueron de la reunión y dejaron en la mesa el afiche que habían diseñado para el proceso electoral. Dimos la noticia. Al otro día El Espectador me pidió el afiche para publicarlo y lo colgaron en primera página. El presidente Pastrana destituyó al ministro”, relata con pasmosa memoria.
Días después, en un coctel vislumbró al caído titular de la cartera de Agricultura. Trató de escabullirse, pero el hombre lo alcanzó y le dijo: “Alfonso, yo nunca pensé salir en primera página de El Espectador”. Y después de unas sonrisas, apresuraron un whisky.
ALFONSO EN CUARENTENA
Mantenerlo en cuarentena ha sido un poco complicado y más para una persona que ha vivido la noticia toda su vida. Es observador, analítico, práctico, buscador de lo insólito. Apasionado por los medios y el Periodismo.
–¿Cómo ha visto el cubrimiento de esta pandemia?
–Destacable. Al comienzo hubo un poco de exceso y se alcanzó a ocasionar pánico, pero luego han dado informaciones útiles, recomendaciones, hay riesgo de algunos periodistas, pero es loable lo que están haciendo los periodistas y los medios de comunicación con esta tragedia.
–¿Cómo analiza la situación periodística del momento?
–Lamentables los despidos. Eso es consecuencia lógica, no se podía esperar otra cosa. Debemos solidarizarnos con esos periodistas que han salido de los medios. Muy bueno el pronunciamiento del CPB con otros gremios.
–¿Cuánto tiempo como socio del CPB?
–Cuando laboraba en Caracol Radio, Daniel Samper y Enriquito –en esa época le decíamos así para diferenciarlo de su padre, don Enrique Santos– me invitaron a formar parte del Círculo de Periodistas de Bogotá para ampliar el grupo y que no fuera sólo de El Tiempo y de El Espectador. Y aquí he estado, siempre activo. He seguido todas sus etapas, con altas y bajas, pero siempre adelante.
–¿Qué es el Periodismo para Alfonso Morillo Ricaurte?
–Indudablemente una pasión, como tal lo ejercí durante más de 40 años, con ese criterio, siempre estuvo en mi mente la noticia, ante todo. Fui muy desprendido del mundo cotidiano, pero muy concentrado en buscar la noticia.
–¿Cómo se mantuvo diez años como director de noticiero?
–Porque siempre pensé como reportero. Yo era un reportero más.
–¿Le molestó el lobby de políticos en el noticiero?
–Cuando iban siempre estaba ocupado y los atendía otra persona. No me ha gustado la política, convertida en politiquería. Mi política es ser apolítico.
–¿Cuándo pierde el rumbo el periodismo?
–Cuando se desvirtúa el papel de ser fiscal y se va a la mera lagartería.
–¿Cómo fue su relación con los presidentes de la República?
–Con Andrés Pastrana fuimos colegas porque él dirigía el noticiero TVHoy, con Belisario, hablamos sobre diferentes temas y con Ernesto Samper lo había conocido en ANIF, cuando yo era reportero económico.
–Como ahora vive en Cajicá, ¿cambió el cuy por la gallina?
–Imagínese que un día vi un restaurante que se llama “La gallina política”. Ni me atreví a entrar. Primero, mis cuyes.
–¿Ha vuelto a tocar guitarra?
–Ni de funda. Sólo me deleito escuchando música del sur, de mis paisanos donde existen los mejores tríos.