Hoy, Día Internacional de la Mujer, celebramos los logros de las mujeres en todo el mundo, pero también reconocemos las barreras que aún obstaculizan la igualdad de género. Uno de los obstáculos más grandes y más ignorados es la corrupción, que afecta desproporcionadamente a las mujeres, lo que les dificulta el acceso a servicios esenciales, oportunidades y poder de toma de decisiones.
En Transparencia Internacional, hemos estado arrojando luz sobre cómo la corrupción profundiza las desigualdades de género. Tomemos como ejemplo la corrupción sexual. Hemos amplificado cómo la corrupción sexual (cuando quienes están en el poder explotan su posición para exigir favores sexuales) se dirige abrumadoramente a las mujeres y las comunidades marginadas, atrapándolas en ciclos de abuso. Nuestra defensa global jugó un papel clave para lograr que las Naciones Unidas reconocieran oficialmente la corrupción sexual como una forma distinta de corrupción. Pero eso es solo una pieza del rompecabezas.
Las prácticas corruptas de financiación política también mantienen a las mujeres fuera de la política. Las mujeres siguen estando enormemente subrepresentadas a nivel mundial: solo 27 países están liderados por mujeres y ocupan solo el 27 por ciento de los escaños parlamentarios a nivel mundial. La corrupción empeora las cosas, ya que las redes clientelistas tradicionales excluyen a las mujeres y también aumenta el costo de postularse para un cargo. A través de nuestra defensa, hemos estado pidiendo a los gobiernos que solucionen esto adoptando las recomendaciones de nuestra posición política sobre la integridad de la financiación política. Estas incluyen la financiación con perspectiva de género (que cubra la seguridad, el cuidado, las comunicaciones y otros gastos), una supervisión más estricta de la financiación pública con enfoque de género y una inversión real en el liderazgo político de las mujeres.
Otro problema mundial urgente que deja atrás a las mujeres es la crisis climática. La falta de participación significativa y la discriminación están impidiendo que la financiación climática llegue a las mujeres y las comunidades marginadas. Estos grupos, que ya están en la primera línea del cambio climático, enfrentan los peores impactos, como los desastres naturales y la inseguridad alimentaria. Sin embargo, en lugar de recibir los fondos que necesitan, estos recursos a menudo se asignan incorrectamente o se desvían, lo que perpetúa la desigualdad y socava la acción climática.
La corrupción impide el acceso de las mujeres a la financiación climática urgente, lo que dificulta su liderazgo en la lucha contra la crisis climática. Foto: John Englart CC BY-SA 2.0/ Flickr
La falta de supervisión y rendición de cuentas lo empeora aún más. Los fondos se desvían sin auditorías independientes y las prácticas discriminatorias impiden que los grupos marginados tengan voz en los procesos de toma de decisiones. Para abordar esto, necesitamos una financiación climática con perspectiva de género que aborde las barreras sistémicas garantizando la transparencia, promoviendo la rendición de cuentas e integrando políticas sensibles al género. Solo así podremos asegurarnos de que los fondos lleguen a las personas que más los necesitan, apoyando a las mujeres para que lideren la creación de resiliencia contra el cambio climático.
Para lograr la igualdad de género, tenemos que abordar la corrupción en todos los ámbitos: en el acceso a los servicios públicos, la financiación política, la financiación climática y más allá. Las mujeres deben ser parte de la toma de decisiones, tener acceso a los recursos que merecen, y los gobiernos deben poner fin a los sistemas corruptos que las frenan. La lucha por la igualdad de género no puede ser una cosa de un día. Tiene que ser una lucha diaria hasta que vivamos en un mundo donde las voces de las mujeres se escuchen, sus derechos se protejan y su liderazgo se celebre todos los días.
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