Por Óscar Domínguez G.
Escuché al carranguero mayor, Jorge Velosa, en un festival de la revista El Malpensante. Como no soy escaparate de nadie, comparto algunos de los apuntes que tomé.
El boyaco tiene la memoria de Funes y de todos los elefantes africanos juntos. Está a años luz del señor Alzhéimer. Jamás pierde el hilo de su pensamiento por más atajos que tome.
Informal, anda de tenis. Que no falten el sombrero de carranguero y camisa roja, color Turbay Ayala.
Improvisa tan bien que parece leyendo en telepronter. Nada de papelitos. Habla “como quien cultiva orquídeas”. Se tiene confianza a la hora de mamar gallo. Si no le gusta una exageración al respetable se la cambia por otra.
El Papa envidiaría su dicción. La clonó de algún locutor de la BBC. Maneja todos los matices vocales.
Recita cada copla con la entonación precisa. Lleva un libreto mental de su exposición pero como los buenos ajedrecistas, permanentemente se sale del libro.
No minimiza a sus interlocutores. Le da estatus a cualquier inquietud que se le plantee. Así tenga visos de floja. Canchero, aprovecha para decir algo relevante que se le iluminó a raíz del interrogante. Oírlo no da tos.
No acapara todo alrededor de su persona. Habla arzobispalmente a nombre de toda la tribu: “Esa copla la conociMOS, en el Cauca, en Antioquia, en los Santanderes…”. No es de los que se queda con el pan y con el queso.
Su grupo utiliza la música como mecanismo de agitación de masas. La carranga es una de las formas combinadas de lucha y de locha estéticas.
Herencia de ese activismo son una veintena de discos que circulan por ahí jalonados por los clásicos “La cucharita” y “Julia” para solo mencionar dos.
Si el respetable no interviene como se lo solicita, él repica y anda en la procesión.
Cuando es necesario, se regaña. Como cuando le sonó el celular. Se sopló un memo-madrazo con copia a su árbol genealógico. Todos apagaron el cachivache violador de intimidades propias y ajenas.
(Propongo prisión perpetua, sin carne y sin sexo, para quien deje sonar el celular en un concierto).
Cuando lo considera conveniente, explica una trova, un regionalismo. Lo hace sin estridencias.
Es una especie de magistrado-notario del lenguaje. Utiliza las palabras exactas. No se equivoca. En asuntos folclóricos habla ex cátedra.
Se le nota su paso por la Universidad Nacional. Eso sí, como veterinario no le curaría una jarretera al perrito de la Víctor. Carranga mató doctorado.
Este libra sesentón – comple el 6 de octubre para los regalos- es un híbrido de Edipo y Electra: de continuo les está dando gracias a mamá y a papá por equis trova, palabra, tiro o adagio que les heredó.
Acoge y patrocina a quienes los imitan musicalmente. Para todos hay.
Velosa es un comercial boyacense que camina. Si “Dios se vale de las guerras para enseñar geografía”, el de Ráquira es jefe de relaciones públicas de su terruño. Una especie de Google con ruana.