Un día como hoy, hace 11 años, nacieron en Melbourne los “canguritos” Mateo y Patrick George, nuestros primeros nietos. El día que acigüeñizaron estaban un poco perplejos en tierra firme después de pasar casi nueve meses en la comodidad del hotel mamá Josa. Los abuelos Gloria Luz y Óscar Augusto no se cambiaban ni por Dios mano a mano.
La chiva de su nacimiento la dimos así: “Mundo, no estás solo: Mateo y Patrick están con nosotros”. El mundo respiró tranquilo.
La cesárea que le hicieron a la madre-antropóloga fue exitosa. Los obstetras aplazaron la operación hasta cuando estuvieron en condiciones de escurrirle el bulto a la incubadora.
El par de pinticas llegaron y de una vez atacaron la producción láctea de mamá. Cuando no mamaban, el somnoliento y orgulloso taita, bogotano, antropólogo de los Andes, o sea, le daba una mano: untaba leche materna en el dedo, se las arrimaba a la boca para que se antojaran, y si no mamaban, les administraba tetero materno con una mínima jeringa. (En la foto tomada en Tutucán, Ríonegro, el abuelo con los repetidos. El taita Juan está a la derecha…)
Antes de su “aterrizaje” se llamaban mellizo uno y mellizo dos. El uno Mateo, nació de 49 centímetros y 2.600 gramos (300 más que su hermanito). Mateo se dejó venir a las 5:44 de la tarde de un domingo, hora de Macondo. Su compañerito de fórmula, Patrick George, irrumpió dos minutos más tarde. “No hay afán”, pensó. Nadie imaginaba que los once primeros años los cumplirían bajo el signo del coronavirus. “La vida te da sorpresas…”.
Ambos son espléndidos aries. Y tigres en el calendario chino. Eso significa, según los astros que se dejaron leer sus entrañas, que tendrán fuerza, vitalidad, vigor e iniciativa suficientes para hacerle frente a eso que los mortales llamamos eufemísticamente “vida”.
Durante el embarazo, los padres no quisieron averiguar el sexo de los criaturos. O una mezcla. Prefirieron la sorpresa. Eso sí, tenían varios nombres a la mano para el caso de que hubiera mujer de por medio. Ilona, era la primera opción. Pero el nombre no se perdió. Lo lleva su prima Ilona, hermana de Sofía.
Desde un principio, prometimos que seríamos los abuelos más irresponsables y alcahuetas del universo. Hemos cumplido… eso sí a 15 mil kilómetros, distancia que separan Melbourne de Medellín. La vida nos quedará chiquita para cumplir esa deliciosa tarea. No esperen cordura de parte nuestra. Nos declaramos en huelga indefinida de sensatez.
Cuando nacieron, el abuelo inició la respectiva intriga ante el embajador en Australia, Diego Betancur Álvarez, para que lo nombrara así fuera inspector de zócalos de la embajada en Canberra. Lo ayudaría la abuela Gloria, artista plástica. También estaba dispuesto a «sacrificarme” como celador o repartidor del tinto.
Le hice saber al antiguo miembro de la izquierda colombiana (MOIR) que también el abuelo tercermundista era capaz de redactar patrióticos, somnolientos y lacrimógenos discursos para fechas patrias como el 20 de Julio o el 7 de Agosto. Y que si quería discursos sin la a o sin la i, que mandara.
Finalmente, Diego salió de la embajada como volador sin palo y el abuelo se quedó sin conocidos para hacer la intriga.
A los mellizos les regalamos cuando cumplen años dos sonetos del fallecido poeta Óscar Echeverri Mejía , también abuelo de mellizos, y esta receta de vida de un paisano ellos, aborigen australiano:
“Todos estamos de visita en este momento y en este lugar. Hemos venido a observar, aprender, crecer, amar y volver a casa”.
Y ahora, los poemas:
LOS HERMANOS
(A mis hijos Fernando y Horacio)
Óscar Echeverri Mejía
Nacieron a la par, como dos ojos.
Caminan al unísono en la vida
Igual a una mirada.
Van –aun distantes en lugar y tiempo-
Paralelos y fieles, cual dos manos.
Los dos forman un río: el uno es agua
Que huye sin cesar, mas no abandona
Su lecho. El otro es cauce que retiene
En sus brazos el río fugitivo.
De una misma porción de barro, fueron
Por el amor formados.
La sangre les fue dada en proporciones
Exactas –como el alma- y repartida
Entre sus dos gemelos corazones.
DOS CUERPOS EN UN ALMA UNIDOS
(A Horacio y Fernando en alta mar)
Al llegar a esta cima, los hermanos
Hacen un alto en medio del camino
Para otear su próximo destino
En los viriles surcos de sus manos.
Van de rencores y doblez, livianos,
Solo llevan amor, música y vino.
Su meta es la del sabio peregrino
Que honra a Dios en los actos cotidianos.
Han hecho del deber una coraza.
El odio por sus venas nunca pasa
Y van al carro del trabajo uncidos.
Su ternura es el signo de la hombría
Y al volver al camino, en armonía
Van sus dos cuerpos en un alma unidos.