Por Óscar Domínguez Giraldo
Cierta oposición que sí se atreve a decir su nombre quiere sacar de la gerencia del metro de Medellín a Tomás Elejalde para poner allí alguien que les copie al presidente Petro y a su ventrílocuo, el exalcalde Quintero, empeñado en mandar en cuerpo ajeno.
Sin confirmar sí lo digo: solo seis personas están en contra del relevo que se daría este jueves: yo, tú, él, nosotros, vosotros, ellos. Hasta los policías acostados del Valle de Aburrá pusieron el grito en el cielo.
Exfuncionarios del gajo de arriba de la alcaldía han tenido que renunciar porque no aguantaron las intrigas burocráticas de Quintero y de la primera línea de sus afectos. Como el autodefenestrado Daniel ya se siente heredero del balcón y de la alhacena del Palacio de Nariño, sede presidencial, necesita engordar su clientela.
¿Aparte de haber hecho la tarea con eficiencia y honestidad qué tienen en contra de Elejalde Escobar para moverle la butaca? ¿Qué tal que lo remplacen por un jugador de tute que confunda una catenaria con la sota de bastos que en mi niñez alborotaba mi naciente libido? Tal vez esa posibilidad le hizo derramar una furtiva lágrima al jefe pluma blanca en una fugaz aparición ante los empleados del metro. Se enjugó el lagrimón y ordenó volver a camellar.
El presidente López Pumarejo decía que es típico de los colombianos preguntarse: ¿Y ya que estamos tan bueno en esta fiesta para dónde nos vamos?
No quiera la Chinca de La Estrella que se repita la historia de hace unos años cuando sacaron a la gerente, Claudia Restrepo, porque tampoco les copiaba a los cacaos de la Junta Directiva. Felizmente, aterrizó con sus asanas, sus mascotas, sus lágrimas y su talante en la rectoría de EAFIT, en remplazo de Juan Luis Mejía, el de ojos que parecen clonados del cuadro del Corazón de Jesús que había en las salas de las casas.
A los que promueven el relevo, con el actual alcalde Oscar Hurtado a la cabeza, debería darles pena con su mamá o con los gatos que ronronean en la ciudad por andar haciendo mandados burocráticos en vez de trabajar juiciosos.
No solo tengo razones sustantivas como las mencionadas para sumarme al contingente de enemigos íntimos del relevo. También tengo motivos nada adjetivos como que fue en diciembre que conocí el metro y la nieve en Estocolmo. Se dio un caso de amor a primera vista entre el cachivache y este aplastateclas. Me impresionó tanto el aparato que le ponía la mano para que se detuviera ante la sonrisa perpleja de los circunspectos suecos.
Y por último, pero no menos importante: el finado padre y tocayo del gerente Elejalde, me enseñó a utilizar el metro Hamburgo cuando dirigía la oficina de Proexpo en la hanseática ciudad donde hace unos años cantamos algunos de sus tangos preferidos: El día que me quieras, Sur, Uno, La pastora…
Nota: Finalmente, fue suspendida la Junta Directiva: “habemus” gerente Tomás Elejalde conduciendo el Metro hasta nueva orden. Loado sea Alá.