La tía Judy abandona la pasarela

Misa en san Cayetano. Las cenizas dijeron presente. (Foto de Iván González Giraldo).

Por Óscar Domínguez G.

“Nuestra querida JUDY ha partido de este mundo dejándonos grandes enseñanzas”. En once palabras circuló  la noticia por el chat familiar.

Mi  tía Judy Giraldo Jiménez acaba de parar el reloj a los 92 años. Hoy fueron sus exequias en la Iglesia de San Cayetano. Su familia le ha sido fiel a esa parroquia y a la de Berlín-Aranjuez desde hace 70 años. Allí emigraron en los años cincuenta desde su terruño, Montebello, de donde les tocó salir por razones políticas. 

A Judy le sobreviven sus hermanas Rosita, Fanny, Fabiola y Consuelo. Y un largo etcétera de sobrinos, nietos, bisnietos y tataranietos, que hoy moquearon y soltaron lagrimones para despedirla.  La de las tías sigue siendo la casa de todos.

Mis abuelos Rosa y Lubín se las apañaron para amasar 13 hijos. La abuela que vivió 101 años, tuvo “seis novedades” como se les decía a los petacones que no cuajaban. A la vereda El Bosque, de Montebello, no había llegado ese preservativo de pared llamado televisor. Las mayores repetían quinto elemental porque no había más cursos.

Judy contaba que el abuelo jamás le vio los pies a su amada. Eso no se usaba. Todo se hacía a oscuras; ni siquiera a media luz… 

A la muerte del abuelo, su mujer guardó riguroso y eterno luto. Lo contó Judy en una carta a un hermano ausente: “… lo difícil del caso es que mi mamá es tan tradicionalista  que le parece que es pecado si sale a la calle o se pone un vestido claro porque considera que el luto es negro y nada más…”. 

Era jubilada de Basf Química la empresa alemana para que la que trabajó en Medellín y Bogotá.

Mi primer oficio lo desempeñé a su lado: por encargo de la abuela Ana Rosa hacía las veces de candelero cuando la acompañaba a cine doble los domingos con su novio. (El óleo que acompaña estas líneas la muestra en  el esplendor de sus años mozos). Cuando llegaba el mecato el candelero no volvía a ver nada…

Óleo de la tía Judy. (Del álbum familiar)

Lo hacía muy bien como historiadora de la familia. Y como tenía el don de la escritura nos dejó muchas páginas. Allí seguiremos bebiendo para saber más del ala Giraldo. De la familia Domínguez Calle, nos queda la tía Gabriela,  otra pluma feliz. Escribían sin estrés, por amor al arte. La inmortalidad y la fama que esperen. 

Los tíos, como los abuelos, regalan el pescado y enseñan a pescar. Tuvimos 23 tíos o abuelos suplentes. Mejor acompañados para dónde.

Judy puede dar un estrepitoso parte de misión cumplida. Para ella parece escrito este versículo de los Proverbios: “Muchas mujeres hicieron el bien , más tú las sobrepasas a todas”. 

Que tire la primera mentira el que diga que no disfrutó de la generosidad y la alegría de Judy. Compartió lo que tenía,  una forma de lograr la inmortalidad, en palabras del Dalái Lama. Que viva la tía Judy, carajo. 

No lloramos su partida, celebramos su vida. Que disfrutes tu eternidad, tía.

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