La herencia de Lucinda

Foto La Gran Noticia

Por Mauricio Salgado Castilla @salgadomg

Tercera parte

Este artículo es la tercera parte de una historia dividida en cuatro, para su mayor comprensión es necesario leer las partes en orden.

En una ocasión averiguó por el proceso para alargar las piernas y aunque le advirtieron lo doloroso que es el proceso, ella pensó que si tuviera el dinero lo haría, una sonrisa esbozó al pensar que ahora lo podría hacer en sus pechos, su vientre y sus ojos, ahora podría ser otra, podría ser la mujer que su mamá quería que fuera, tal vez así sería finalmente aceptada.

Más animada oyó las palabras de despedida del abogado, y en segundos la puerta se cerró dejándola sola en ese ambiente iluminado por las luces multicolores que dejaban pasar el vitral de colores de la ventana que daba al jardín, era como un resumen de sus emociones, sentía tantas cosas a la vez, alegría, sorpresa, pero sobre todo temor, ¿Será que sí podría cumplir con el requisito? O después de unos días volvería a su vida monótona, más que monótona aburrida…

Por un momento mirando por la ventana hacia el jardín lleno de flores y hacía lejos donde alcanzaba a ver las montañas, pensó que en ese sitio cualquiera sería feliz, su vida pareció por un instante tan lejos, pero tan lejos que no quería volver a él o no quería ser la Carolina del día de ayer…volviendo la mirada al cuarto, pensó, ojalá hubiera oído lo que el abogado dijo, ¿Ahora qué tenía que hacer?  

A ella siempre le habían dicho lo que tenía que hacer, recorrió la mirada hasta que encontró el espejo en un rincón, era como si la llamara, pero se movió por la habitación sin dejarse ver, fácil debía quedarse por ahí sin dejarse ver por 15 días y luego ya podría hacer lo que quería.

Con más confianza, empezó a recorrer la inmensa habitación, encima de una mesa encontró un sobre con su nombre, en tinta verde, la abrió con sobresalto, ¿El abogado lo habría mencionado? La letra era impecable miró la firma y decía, tu tía Lucinda.

Sorprendida empezó a leer, el tono era muy afectuoso, lleno de expresiones de cariño, cómo si hubiera estado cerca de ella, como si hubieran tomado el té más de una vez, y sonriendo pensando lo agradable que había sido esa tarde, siguió leyendo, se encontró con alguien que al fin la entendía, Lucinda narraba cómo ella por años no se sentía bien consigo misma, su figura no era de la mejores, sus amigas y sus primas todas eran más lindas, tenían mejores novios, todo el mundo hablaba con admiración de ellas, mientras que a Lucinda la trataban de pobrecita, Carolina sintió que hablaba de ella misma…

¿Cuándo Lucinda había cambiado tanto? Recordando el inmenso cuadro de la escalera, que mostraba una muy atractiva mujer con una sonrisa de total satisfacción, las palabras en verde la fueron transportando a un mundo que se entremezclaban, era como si caminaran juntas y de tanto en tanto compartían un pequeño secreto que las hacía reír para envidia de los que las veían, se sintió como si siempre hubieran sido amigas, recordó cuando su nueva mejor amiga le dijo ̈tú y yo seremos un día muy unidas¨ 

Las horas transcurrían y recordó del cordón para llamar al mayordomo, lo tiró y acto seguido llegó una suculenta comida, que sin creerlo la tomó como si fuera su última, ella siempre se frenaba para comer, pero después de una tarde de lectura de emocionantes aventuras nada la podía hacer sentir mal.

Se acostó vestida cómo estaba y sin pensarlo se durmió; la noche estuvo llena de sueños donde ella se veía en unos momentos como Lucinda, bella, atractiva, sonriente y en otros momentos se veía cómo ella se veía ahora, o cómo detestaba verse. 

Solo se despertó cuando los primeros rayos del sol pasaron por el vitral y su cuarto se llenó de luces multicolores. Cuando se levantó el cuarto estaba en orden, las bandejas habían desaparecido y la carta estaba sobre la mesa en su sobre ¿A qué hora la guardó? 

Miro de reojo el espejo y por un momento quiso ir a verse, nunca había sentido eso, tal vez sería el sueño, se acercó y empezó a alargar un pie tratando de ver solo ese reflejo, su pie era diferente, alargó su mano y se veía diferente, asustada dejó de hacerlo.

Después de un largo baño en la tina, buscó un vestido en el closet y para su sorpresa todos le gustaron, se vistió despacio, gozando cada sonido de los broches, se deslizó en el vestido cómo si se preparara para visitar el mismo emperador de la china milenaria, los zapatos parecían hechos a su medida, quería bailar, definitivamente se sentía muy bien.

Continuará…

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