¡Feliz año!

Los desastres del 2020

Por Octavio Quintero (Puntos de vista El Satélite)

La actividad financiera “promoverá la democratización del crédito”: art. 335 CP. Esto es, la banca debe propiciar, por precepto constitucional, el acceso progresivo de todas las personas naturales y jurídicas al crédito, sin limitaciones distintas a las inherentes a la administración del riesgo. 

Aquí la trampa: la banca, en una falsa interpretación del riesgo, y con aval del gobierno, aplica las más altas tasas de interés a los más necesitados. Es como si dijeran: ya que presenta dificultades para ‘honrar’ el préstamo, pongámosela más difícil para que se quiebre más rápido.

En orden a esa loca idea, la Superfinanciera expide periódicamente una resolución fijando las tasas de interés, otorgándole un ancho margen de especulación a la banca, del 1,5% entre la base y el techo. Y aquí, otra vez, lo inexplicable: uno es rango para el crédito de personas y empresas solventes, y otro para los negocios y personas más necesitadas.

Así, el piso del interés de consumo y ordinario vigente (res. 0947) es de 17,84%, y puede alcanzar hasta 26,76; pero el piso para el microcrédito y consumo de bajo monto es, en promedio, 35,07%, y puede alcanzar hasta el 52,60%, sin incurrir en usura. Si se fija como referencia la DTF (4,53%, costo de captación) para establecer el margen de intermediación de la banca colombiana es, a todas luces, un escándalo: en el primer caso se establece una relación de 1 a 4, y puede llegar hasta 6 veces la DTF; y, en el segundo caso, la relación sería de 1 a 8, y puede llegar hasta 12 veces la DTF. 

Aparte de que, con esas tasas confiscatorias son pocos los negocios que pueden pelechar legalmente, sus altos costos se trasladan a los consumidores. Y ese factor es un gran peso que induce la ineficiencia a la producción nacional y la saca de la competencia internacional. Y es por lo mismo que los distintos gobiernos montan el desarrollo nacional en las locomotoras extractivistas (minerales e hidrocarburos) porque, de otra manera, tocaría intervenir las tasas de interés con el fin de que, producir aguacates para el mercado internacional sea más rentable que la especulación financiera.

El artículo constitucional atrás citado (335) debió ser inspirado en la histórica marginación que la banca venía haciendo con las empresas y personas más necesitadas. En un balance financiero de antes de la expedición de la constitución de 1991 se establece que, entre 1984/1989, el crédito del sector financiero registró un monto de $10,7 billones, de los cuales, el 99,93% fue para las empresas y personas más solventes; y el 0,7% para los negocios y personas más necesitadas. En cifras redondas fue: 10 billones para los primeros y 7.500 millones para los segundos (El Tiempo, 1991 “La democratización del crédito”).

La tormenta perfecta

Feliz año… En el 2021 será un decir. El año nuevo nos traerá millones de hogares endeudados y miles de negocios quebrados. Agréguese el incremento del desempleo y la informalidad. La combinación de estos factores incuba una calamidad socioeconómica que nos hará parecer la covid-19 una ‘gripita’.

Lo peor: el gobierno no está proponiendo medidas acordes a esta calamidad que se nos viene encima. No se atreve a romper la ortodoxia monetaria como corresponde a situaciones sobrevinientes, también contempladas en la constitución( art. 373). Los paños son tibios, insuficientes y más parecen basados en la caridad que en políticas sostenidas y sostenibles. Eso de anticipar la prima de los trabajadores para que la ‘quemen’ en el día sin IVA es, algo así, como “pan pa’hoy y hambre pa’mañana”.

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