Contraplano: La importancia de llamarse Wbeimar

Wbeimar Muñoz Ceballos Foto CARACOL

Por Orlando Cadavid Correa

La voz de Wbeimar Muñoz Ceballos –una de las cinco principales figuras del periodismo deportivo de Colombia– no se parece a la de nadie, y le debe este paradójico atributo a una apercollada de que lo hizo víctima, muy joven, un atracador en una calle de la capital antioqueña, que le malogró para siempre sus cuerdas vocales.

Nacido en Sevilla, Valle, se formó en la radio nuestra en la Medellín antañona, y es uno de los más sobresalientes exponentes de la crónica deportiva, que se niega rotundamente a jubilarse, pese a los malos vientos que soplan en esa disciplina por la temible pandemia que agobia al planeta Tierra.

El episodio fue divulgado hace quince años en la desaparecida revista “Cierto”, dirigida por el veterano periodista José Absalón Duque, en estos términos:

“Wbeimar, una historia del fútbol hablado… De cómo llegó un hincha temporal del Cúcuta Deportivo a las ligas mayores del periodismo deportivo. Un atracador lo convirtió en uno de los mejores comentaristas de fútbol”. En la entrada de su crónica escribió el Chepe  maicero:

“Humanamente, para ponerse a paz y salvo con la vida, Wbeimar Muñoz  Ceballos tendría que prenderle una vela al diablo…  y otra a otro diablo: el uno lo calificó de ignorante en un micrófono, lo ridiculizó ante un público oyente, y lo puso a aprender de fútbol. El otro lo atracó en la vía pública y, después de apercollarlo, le dañó las cuerdas vocales y acabó con un  mal narrador de fútbol para dar paso a un semidiós del comentario deportivo”.

Y subrayó a renglón seguido: “¡Ah, cosas extrañas de la vida! Jamás se cansará Wbeimar de recordar y de dar gracias por aquel momento del ya lejano 1965, cuando en el programa “El estadero del deporte”,  que se transmitía por Radio Visión bajo la conducción de Jaime Tobón de la Roche, un encopetado filipino enraizado en judíos, Alex Gorayeb, quien fungía como presidente inamovible del Deportivo  Cali, no tuvo consideración para  vituperarlo por confundir, al aire, a Stanley Roux, el legendario presidente de la Fifa, con la ex estrella  del fútbol inglés, Stanley Matthews. Por poco le dice, al aire, que “no hable de fútbol, que no sea bruto”.  Esa noche, por radio, Wbeimar tomó la decisión de aprender de fútbol. Y a fe que hizo bien la tarea el vallecaucano”.

Aquí viene el capítulo del “otro diablo” que se atravesó en la senda de Wbeimar: “Si así fuera, no tendría Muñoz Ceballos con qué pagarle a ese atracador que una noche de 1970 casi lo desnuca cuando después de salir de una reunión social en el Club Medellín se desplazaba a su residencia en el centro de la ciudad. Wbeimar se imaginó lo peor: se le arruinó la voz. Se animó y puso en marcha todo su empeño para recuperarla. Ya la voz no le daba para el gol, pero sí para convertirse en gran comentarista de fútbol”.

Las apostillas: Una: “Los narradores de antes (recuerda Wbeimar) eran muy sencillos; el mismo Carlos Arturo Rueda, que ha sido el gran símbolo de todos los tiempos, era de una sencillez impresionante. Francamente, yo no podía creer que estuviera trabajando con él”.

Dos: “Escuchar a Pastor Londoño era una delicia. No tenía una buena voz para el gol, pero contaba con una sintonía impresionante, porque su descripción realmente era maravillosa”.

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