Por Claudio Ochoa
Estado es “Forma de organización política, dotada de poder soberano e independiente, que integra la población de un territorio”.
Organización política: “grupo organizado de personas que comparten objetivos y opiniones políticas semejantes y que buscan influir en las políticas públicas mediante la elección de sus candidatos para cargos públicos”.
Estado paralelo o paraestado: “grupos que han logrado consolidar un poder económico, político y social de tal significación que poseen un control casi que absoluto sobre una gran parte del territorio y en este imponen sus leyes y normas, como lo haría cualquier Estado”.
Con base en lo anterior tenemos la sensación de que en Colombia podría haber muchos paraestados y a diario nos preguntamos si es así o no lo es, cuando estos grupos, muy organizados, muy sólidos, comparten objetivos (acumular poder y dinero, por ejemplo) y opiniones políticas (la idea de gobernar a través de sus herramientas), influyendo en las políticas públicas con la elección de sus candidatos para cargos públicos (amarrando a congresistas, gobernadores, alcaldes, concejales, diputados, etc. mediante el apoyo económico en campañas políticas, u otro tipo de favores, o con presiones).
Y seguimos: cada uno de estos grupos llega a consolidar de tal forma su poder que poseen un control sobre gran parte de una zona que corresponde a una jurisdicción o autoridad determinada (el área de influencia de estos superpoderosos, especialmente sobre los de carne y hueso), en donde imponen sus leyes y normas (o las crean, o impulsan mediante el lobby), como cualquier Estado.
¿Podría uno pensar que ciertas instituciones en salud se asemejan a este modelo? Como que la tutela trata de frenar su poder ante el desvalido enfermo, pero… Ante el abandono en que se encuentran los pacientes en Colombia, el poder de la Supersalud no alcanza para atender las miles y miles de quejas y denuncias diarias de los enfermos, y nos toca acudir a la tutela. Las aspiraciones del desvalido chocan con la congestión judicial, y si sale la tutela a su favor, sigue otro suplicio, los jueces jugando al gato y al ratón, y las instituciones de salud burlando la acción judicial. Puede llegar una multa o un arresto, o el cansancio o la muerte del paciente. Y este tipo de paraestado sigue victorioso.
¿En materia de servicios públicos tendremos otro paraestado? Terror el que sentimos todos frente al alza tarifaria, cada vez que por ejemplo nos llega en materia de energía eléctrica o en gas o en agua. Durante la pandemia no han valido las quejas de exagerados valores en facturas, a pesar de que muchísimas oficinas han estado desocupadas durante meses. Qué decir del pago del servicio de aseo, que pasó de estar cobrado junto al consumo de acueducto, al consumo de energía, y como por arte de magia se trepó el valor, y no han operado las quejas. Como también de la impotencia del usuario al ver que con su predio desocupado le sigue llegando el cobro por aseo, atado a energía, y si no paga, a corte del servicio eléctrico e intereses y cobro por reconexión. ¿Un “paraestadito”? Diminutos que estamos frente a estos poderosos. De vez en cuando alguna sanción por parte de Superservicios, como para que se note presencia de autoridad. Pero nada gordo.
¿Qué pasa con los bancos? Banqueros, aunque controlados por una Superintendencia Financiera, regularmente imponen sus propias reglas, mediante la permanente atención deficiente a sus ahorradores (¿quién no ha sufrido colas agotadoras y pérdida de tiempo frente a las cajas?), sin poder humano que lo evite. Mediante las altas tasas de interés, siempre se queja del alto costo del dinero, y no pasa nada. Ahora cobran hasta por las transacciones electrónicas, por mover de su plata a otra cuenta en el mismo banco. Los fondos de pensiones son otro factor que aterroriza, cuántos ciudadanos que han caído ingenuamente en sus manos y su jubilación disminuida, enormemente. ¿Qué congresista, qué superintendente se ha atrevido, y logrado un cambio de raíz? Corrientemente tienen ministros de Hacienda y congresistas amigos.
En el secuestro del espacio público sí que se aprecia el paraestatismo, en grupúsculos. Mafias que se apoderan de determinadas áreas en la ciudad y las arriendan al menudeo, o ponen calanchines que les administren sus ventas callejeras. Regularmente con apoyos de concejales que pueden recibir participación en el negocio o votos de estos beneficiarios.
Paraestatismo en sindicatos de educadores, de transportadores, de sectores básicos y estratégicos. Conglomerados intocables que logran normas a su acomodo. Solamente la sociedad reconoce al paramilitarismo, otra forma de paraestatismo. Pensándolo bien, ¿por qué no distinguir que nuestros grupos subversivos también denominados “combatientes” o “insurgentes” o “grupos residuales” (cada vez más rótulos a manera de disfraz) son una forma de paramilitarismo y paraestatismo?