Julio César Londoño
El Gobierno colombiano tiene logros internacionales acallados por los ruidos internos de la parroquia.
Ponente en la Conferencia de Seguridad Múnich, Petro es el primer presidente latinoamericano invitado a la apertura de este foro. Propuso un negocio entre el Norte y el Sur (las pestilentes emisiones de CO2 del Norte versus el gran potencial de energías limpias de África y Latinoamérica); un frente unido contra los secuestradores de la democracia –el populismo y la plutocracia– y una lucha decidida contra los enemigos del medio ambiente, los combustibles fósiles y el desarrollo no sostenible. Estas ideas serán discutidas en la Cumbre del Futuro, un foro histórico de las Naciones Unidas en septiembre de este año en Nueva York.
La semana pasada el rancio «Consenso de Viena», la posición puramente prohibicionista de la ONU frente al problema de las drogas sicoactivas, sufrió una fisura interesante. Estados Unidos y Colombia vencieron a los prohibicionistas, encabezados por China, Irán y Rusia, y lideraron un grupo de 62 países que puso el foco sobre los DD. HH. y la salud pública. Colombia inició esta pelea en solitario, pero sus argumentos se abrieron paso, derrotaron al Consenso y pueden ser el comienzo del fin de la guerra más inútil y costosa después de la Segunda Guerra, la guerra contra las drogas.
Por nuestras riquezas naturales y el énfasis del Gobierno en políticas de preservación y descarbonización, Colombia fue el actor central de la COP15, la cumbre de Naciones Unidas por la protección de la biodiversidad y la población indígena (dos asuntos exóticos para el grueso de la oposición colombiana pero absolutamente centrales en los foros del mundo civilizado) y Colombia obtuvo la sede de la COP16. Cali será el escenario del evento más grande de la historia del país. Reunirá doce mil personas –presidentes, ministros, activistas, divulgadores de ciencias y sabios ambientales–, la camada actual de esa generación vital que empezó a trabajar en los años 80 por la preservación del planeta.
En enero, Netanyahu le escribió una carta a Petro para que intercediera por la liberación de los rehenes israelíes en manos de Hamás. Petro respondió proponiendo el cese de las operaciones militares israelíes en Gaza. Claro, ni Petro ni Jehová pacificarán nunca esa región, pero la carta del mesiánico Netanyahu (el adjetivo es de Harari) es otro reconocimiento al liderazgo internacional del presidente colombiano.
Los escépticos dirán que estas noticias son halagadoras, pero que sería mejor oír noticias concretas sobre la gestión interna del Gobierno. Aquí va una. Por segundo año consecutivo el FMI, el Vaticano del capitalismo, aprueba en líneas generales la política macroeconómica de Colombia. Como era de esperarse, la Andi, Fenalco, RCN, El Tiempo y Semana tuvieron agrieras y maldijeron entre dientes ese Fondo del demonio hasta que descubrieron que las líneas particulares del comunicado del Fondo pueden leerse en clave apocalíptica y concluyeron que Petro es la pezuña de la gran bestia.
*Pese a 50 años de estruendosos fracasos, la guerra contra las drogas tiene muchos amigos: la industria militar, los fabricantes de abonos, herbicidas y precursores químicos, los narcos, por supuesto, e incluso gente honrada que se preocupa por el aumento de los problemas de salud pública que acarreará la legalización del mercado de las drogas sicoactivas.
** El ambientalismo nace en Alemania en 1980 con el Partido Verde, el movimiento que puso las preocupaciones ambientales en las agendas políticas del mundo. Ya Humboldt había entendido el planeta como un cosmos ecológico en el siglo XIX. Los pueblos indígenas han sido conservacionistas siempre.