Por Gabriel Ortíz
Se incrustó el populismo, disfrazado de humanitario, en la reforma tributaria Duque-carrasquilla. Ese mamotreto está repleto de castigos para las clases medias, populares y pequeños negocios.
El candidato del padre de Tomás, ese juvenil que pregonaba un país próspero, equitativo, sin gravosos impuestos, defensor de la paz, la convivencia, la defensa de la vida, con justicia social y sin odio, fue sorprendido por la amnesia y el extravío. No resistió la fama, no pudo con la adulación, no estaba vacunado contra la lagartería, el halago, el aplauso y la alabanza.
Un doncel personaje, necesita quién le “tire el saco” y lo aconseje con sinceridad, aprecio y lealtad. Esa figura está ausente o derrotada por los consejeros que ensalzan a Duque para ganar indulgencias, obtener prebendas, favores y beneficios personales.
Este mandatario aún puede ser el Presidente de la nueva era. El conductor de Colombia, hacia un futuro cierto y próspero. El hombre que redima el proceso de paz, hasta convertirlo en un acuerdo sin parangón en el planeta y lo consagre como el tercer Nobel para Colombia, con Gabo y Juan Manuel. Esas tres glorias, uniendo sus asombrosas ideas y voluntades, ocuparían mentalmente el sillón de los ingenios para dialogar con honradez y sin rencores, que saquen adelante esta patria, esta sociedad, esta gente.
El derrotero de Colombia sería otro: un universo de hombres libres y sin temores, con familias trabajando las tierras que les fueron arrebatadas, un país sin informalidad, con pleno empleo, sin desplazados, con líderes sociales a salvo, es decir una sociedad conformada por gente próspera, banqueros e industriales progresistas, clase media redimida, pequeños negocios en acción, hombres y mujeres en la cúspide, territorio limpio de cultivos ilícitos, droga y fumigaciones. Es decir una colectividad con un sistema impositivo justo, sin evasores y sin el asecho de los corruptos.
Con una reforma tributaria ecuánime, elaborada por nuestra gente, no por costosos burócratas extranjeros. Inspirada en la del Presidente Biden. Que apriete a las transnacionales, que convenza a nuestros potentados, que no incluya falsos regalos y devoluciones, que elimine la politiquería.
Solo así, se podría acabar con la pobreza, el hambre, la violencia, la corrupción y esos ilusorios “globos de ensayo” que minan los salarios y empobrecen a los pensionados.
Este país, necesita a un Duque sencillo, fácil, espontaneo, ese que se paseaba por las plenarias, los medios, las plazas, los salones y veredas anunciando cosas realizables, que aún pueden revivirse. Que rechace las lisonjas y malos consejos de quienes se consideran sus dueños, que se deshaga del burócrata Carrasquilla y lo envíe a la CAF. Que edifique un proyecto de reforma al alcance de este arruinado pueblo.
BLANCO: ¿…?
NEGRO: La Fiscalía no aguanta más desprestigio. Al igual que Sergio Fajardo, el país entero clama por un Comité Técnico Jurídico, que le dé garantías a la sociedad colombiana.