Biografía (no autorizada) de San Pedro

San Pedro Apostol Imagen Portal Vaticano

Por Oscar Domínguez Giraldo

Junio se apresta a deshojar las últimas margaritas de sus 30 días. Apenas hay tiempo de intentar la biografía de San Pedro a quien recordamos el 29.

Como Jesús quería estar rodeado de gente libre de estrés, optó por unos pescadores para armar la banda de los doce. 

Pedro fue el primer llamado. Al principio, solo le dictaba  la pesca. Pero terminó enviándoles cartas sofisticadas a sus feligreses de Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia. Inclusive escribió una bella carta que suelen utilizar poquísimos novios a la hora de contraer matrimonio. Sigue siendo más taquillero su colega Pablo tal vez porque habla de “casarse o quemarse”.

No sé qué dirán las feministas de este párrafo de Pedro: 

“Los maridos, a su vez, comprendan que deben compartir su vida con un ser más débil, como es la mujer: trátenla con el respeto debido a coherederas de la gracia que da la Vida. De esa manera, nada será obstáculo para la oración”.

Pedro era durito de cerviz para aprender. Pero pescando rápido no se notaba mucho. Tal vez lo escogió Jesús porque era una caja de música, extrovertido. Un encanto de tipo.  Tocaba el arpa y cantaba en las fiestas.

Cuando Jesús andaba de picnic por el lago de  Galilea vio a Pedro y a Andrés, su hermano. De una los pescó a los dos.  «Yo os haré pescadores de hombres». 

Este Pedro, nacido en Betsaida – aunque se la pasaba en  Cafarnaún-, era casado. Nadie supo  si era buen marido o no. Parece que la iba mejor con la suegra. Le demostró su afecto cuando a  ella se le subió la fiebre. Casi revienta el termómetro de arena. Pedro llamó a Jesús y sanseacabó.

Bien por Jesús que se gastaba una exquisita ironía: inició la  revolución femenina curando a la suegra de su pupilo.

Al principio, Pedro se llamaba Simón. Jesús lo rebautizó Pedro que quiere decir piedra. Menos mal todavía no se habían inventado los sicólogos: no habrían aceptado el cambio de nombre. 

También era adivino. Según Mateo (16,16) una vez Jesús les preguntó a quemarropa quién creía que era él. Pedro respondió: «Tú eres el Mesías y el hijo de Dios vivo». Allí quedó con vara con él de por vida. 

Los amigotes de Jesús eran tres: Pedro, Santiago y Juan.  “Los demás eran los demás”. La primera vez que lo acompañaron en exclusiva fue con motivo de la curación de la hija del jefe de la sinagoga. ¡A Jesús siempre lo persiguió el eterno femenino! Hasta le inventaron chisme con la Magdalena.

Khalil Gibrán, el poeta del Líbano habla por ella en su bello libro “Jesús, el hijo del hombre”: “Lo miré largamente y mi alma se conmovió en lo más profundo de mi ser, porque era bello, de un cuerpo incomparable. Todas sus líneas se habían uniformado adecuadamente de modo que parecían estar enamoradas unas de otras”…

También dice Gibrán: “… sus ojos negros vieron en mí lo que no vio hombre alguno antes de él. Súbitamente, sentí como si me hallara desnuda y me avergoncé de mí misma, aunque el sólo había dicho: Buen día, Miriam”.

¿Y ante quién se transfiguró Jesús sino ante ellos tres? El terceto volvió a tener el privilegio  de estar con el Maestro  en la agonía de Getsemaní. Ese día, el Galileo tenía la moral a la altura del betún. De ñapa, los tres se le  durmieron. Los despertó para darles el noticionón: Judas lo entregaría. Les pidió compañía. 

Cuando prendieron a Jesús,»uno» sacó la espada y cortó oreja en  Getsemaní, sin oír ningún aviso de usía. Juan asegura que fue Pedro. Si lo dice Juan, “Garganta profunda” de Jesús, pónganle la firma.

Una vez prendido Jesús, Pedro lo siguió de lejitos, caminando  raro, como Navarro Wolf, para que no lo identificaran. Pero una criada lo hizo quedar como un zapato. Pedro  negó tres veces a su Maestro. A la  tercera negativa, el gallo cantó por segunda vez. Jesús se lo había anticipado. El gallo sería sacrificado después en un tremendo sancocho “trifásico” (de tres carnes).

Siempre me llamó la atención el Pedro francote, echado pa’ delante, campechano, con falso alzhéimer. Le hacía siesta a un atardecer.  Al final salió adelante y ahí tiene a la Iglesia marchando de la mano del che Francisco. (Estas líneas pasaron por el taller de latonería y pintura).

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