Así pasó: 1980, Santos en Colombia

Por Jairo Ruiz Clavijo

Toda Santa Marta lloró a Lucho Barranquilla: los niños que jugaban con el en los parques, las viudas y los huérfanos que protegía y los policías que comían de su mano y toda la ciudad que vivía de sus préstamos y donaciones.

Y también lo lloró San Agatón.

San Agatón. es el santo patrono de los borrachos y toda la costa colombiana los domingos de carnaval acuden al pueblo para llevarlo en procesión cantándole porros y vallenatos y dándole aguardiente, como le gusta al santo. Pero los borrachos pasean a un impostor de barba blanca venido de España, El verdadero San Agatón. que tenía cara de indio y sombrero volteao, fue secuestrado por un cura antialcohólico hace medio siglo que huyó con él escondiéndolo bajo la sotana.

Dios castigó a ese cura con la lepra y al sacristán que lo acompañaba le volteó los ojos.

El verdadero San Agatón está escondido en un pueblo de Sucre y por estos días viajó a una comitiva a pedirle que regrese. 

–  Desde que te fuiste, le dicen, se fue la alegría.

Pero el Santo se niega:

Ustedes mataron a Lucho Barranquilla respondió.                                                                                                                            

En Monserrate, en el centro del país, veneran un cristo que cayó de la cruz y yace sobre un bosque de muletas, bastones y otras prótesis de fieles agradecidos porque les permitió volver a caminar.

Y al sur del país, pegado a la frontera con el Ecuador, hay un pueblo llamado Juan San de Carlosama que es el santo de los contrabandistas y está rodeado de toda clase de electrodomésticos y hasta automóviles y camiones en miniatura que le han dejado fieles agradecidos porque les ayudo a que les fuera bien en “el negocio”

La historia cuenta que durante la Independencia el pueblo se negó, se reunieron en la plaza principal y juraron ser fieles a Carlos Rey de España. Para sellar su juramento se cortaron las venas y con su sangre testificaron en un pergamino que enviaron al soberano.

Cuando su majestad recibió ese testimonio de fidelidad ordenó que enviaron al pueblo, “de cuyo nombre no quiso acordarse” un oleo de San Juan con una carta que decía:

–  Pueblo de yo qué sé: Carlos Os Ama.

Y el pueblo volvió a reunirse en cabildo abierto, se cambió el nombre al de san Juan de Carlosama y nombraron al santo patrono del pueblo cuya actividad económica sigue siendo traer contrabando desde la hermana república.

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